Por Daniel Dessein

El de Marty Baron fue el primer nombre de una extensa lista que hicimos en Adepa de posibles oradores para la reciente celebración del 60° aniversario de la entidad. El 1 de diciembre pasado fue entrevistado, vía zoom, por Adriana Amado y Chani Guyot, durante un encuentro en el que lo escucharon los editores más relevantes de nuestro país. Dijo que las noticias falsas son el mayor enemigo del periodismo. Sin un acuerdo sobre los hechos básicos en una sociedad, el periodismo pierde la posibilidad de ejercer su función. Y la democracia, cabe agregar, pierde su viabilidad. Esa entrevista puede leerse aquí.

Baron es, probablemente, el periodista vivo más respetado del mundo. Las redacciones que condujo ganaron 17 premios Pulitzer, el mayor reconocimiento de la prensa norteamericana. Lo conocí en 2015, en las oficinas de The Washington Post, el diario que en ese entonces dirigía y que poco antes había sido comprado por Jeff Bezos, protagonizando uno de los movimientos económicos más impactantes en la industria periodística de la década pasada.

Hoy, Baron está escribiendo un libro sobre esos días. Reconstruye lo que implicó el ingreso del fundador de Amazon en una catedral de la prensa y, tres años después, la llegada de Donald Trump a la presidencia norteamericana y su elección de los medios –especialmente The Washington Post y The New York Times- como sus principales enemigos. “We are not a war, we are at work (no estamos en guerra, estamos trabajando)”, respondió Baron.

Nos vimos luego, y conversamos, en congresos en destinos tan dispares como Salt Lake City o Sao Paulo. “Las audiencias hoy buscan más ser confirmadas que informadas”, nos dijo en nuestro último encuentro, a propósito de los sesgos crecientes en nuestras comunidades polarizadas.

Sobresale en él una calma sorprendente para quien ocupó cargos electrizantes. Un carácter en el que se mezclan, en dosis nada habituales, humildad, introversión, curiosidad, lucidez, tenacidad y una fuerte convicción en el valor de su oficio junto a la ausencia de esos puntos débiles que casi todos tenemos y que nos hacen vulnerables.

Su particular personalidad está parcialmente reflejada en la caracterización que hizo de él Liev Schreiber, el actor que lo interpreta en Spotlight, la ganadora del Oscar a mejor película en 2016. El film muestra cómo Baron, sin conocer a nadie, llega a Boston, la ciudad más católica de los Estados Unidos. Allí se hará cargo de la dirección del diario The Boston Globe, donde impulsará la célebre investigación sobre casos de pederastia en la Iglesia Católica. Baron es soltero, no le gustan los deportes, no le interesa la vida social. Es un monomaníaco del periodismo que rechaza el pacto fáustico que le propone el cardenal Bernard Law en una escena memorable de la película. “Notará que Boston sigue siendo una pequeña ciudad y creo que la ciudad florece cuando las grandes instituciones trabajan juntas”, le dice Law. “Creo –contesta Marty- que el mejor funcionamiento de un diario se da cuando está solo”. Baron esquiva la mano tendida del poderoso cardenal y decide contar lo que casi todo el mundo prefiere esconder.

Parafraseando a Borges, en su referencia al poeta César Mermet, podríamos decir que Baron es algo más que un gran periodista. El adjetivo, en su caso, opaca al sustantivo. Marty Baron es plenamente un periodista.

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