Más de 17 millones de argentinos son pobres, según los datos del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). El documento difundido señala que en la última década -y más allá de algún efímero dato alentador- las condiciones socioeconómicas empeoraron en el país.
Al igual que el año pasado, el texto advierte que la inflación es la principal causa que explica este empeoramiento de los indicadores sociales: un 43,1% de las personas están por debajo de la línea de pobreza frente a un 42,4% que arrojó la medición en 2021. En tanto, la indigencia afecta al 8,1% de la población; es decir, casi 3,4 millones de persona.
“Luego del lejano 6% de pobreza en 1974 (1,5 millón de personas), durante la recuperación de la democracia el piso de pobreza fue del 20% (seis millones de personas), durante la convertibilidad oscilamos entre 25% y 30% de personas bajo la línea de pobreza (no menos de 10 millones de personas), todo esto antes de la crisis del 2001-2002. Actualmente, 40% de la población urbana estaría afectada por privaciones económicas fundamentales (más de 17 millones de personas)”, expresa el informe del Observatorio, cuyo titular es Agustín Salvia.
En un extenso documento, se analizan además las causas del incremento sostenido de la pobreza. “En ningún caso, el aumento de la pobreza no se explica por causas naturales ni tampoco por el infortunio de factores externos. La mala praxis en cuanto a políticas públicas y de desarrollo tiene inevitables consecuencias económicas y sociales en desmedro de la sociedad, más allá de su justificación política o ideológica. En este caso, una y otra, juegan en contra del interés público, que no puede ser otro que el bien común”, se expresa.
Medida por franja etaria, las carencias afectan directamente a los menores de hasta 17 años. Se trata del segmento más castigado: al menos 6 de cada 10 niños y adolescentes son pobres (61,6%) y el 13,1% son indigentes. En el grupo siguiente, de entre 18 y 29 años, la pobreza es del 43,8% y la indigencia, del 7,4%.
El informe “Deudas sociales en la Argentina urbana 2010-2022” que será presentado hoy se refiere también a las “privaciones multidimensionales” que combinan la pobreza por ingresos y carencia en cuanto a acceso a derechos sociales fundamentales. Allí, el enfoque resulta lapidario para “exibir la pobre performance alcanzada durante la segunda década de este nuevo siglo, y los efectos de sus diferentes crisis”.
“Si en la contabilidad social medimos el acceso a la salud y la alimentación, a la educación, a la vivienda, a los servicios públicos, al trabajo y a un hábitat saludable, entre 2010 y 2022, casi sin cambios relevantes, el 70% de la población ha estado afectado en al menos uno de estos derechos fundamentales, el 48% en al menos dos ellos y el 30% en tres o más. En términos poblacionales, esta última cifra implica que al menos 13 millones de argentinos sufren de una exclusión severa en acceso a bienes y servicios de inclusión social”, se marcó en el texto.
Se precisa también que la dimensión alimentación y salud sostiene una dinámica desfavorable, “particularmente expresada en una tendencia ascendente desde 2016 con un salto importante en 2019 y un estancamiento posterior en niveles elevados de déficit”. Allí, según el Observatorio, se exhibe claramente cómo los efectos de la crisis económica impactaron directamente sobre los gastos de atención médica, medicamentos y de los alimentos en particular. “En este último caso los registros muestran que en últimos años los incrementos de los precios de los alimentos tendieron a ser superiores a las variaciones generales, explicando una tendencia sostenida de incremento de los niveles de inseguridad alimentaria severa y moderada”, alertó la UCA.
El Observatorio expuso también que el deterioro social de los últimos es más evidente cuando al enfoque multidimensional se le suma la pobreza monetaria: casi el 39% de la población ha pasado a estar afectado por al menos un derecho social fundamental y al mismo tiempo es pobre por ingresos, y casi el 23% de ese sector sufre además tres o más carencias. Y ambos indicadores continúan en aumento. A la vez, las brechas de desigualdad se amplían cada vez más. “En el medio de la estructura social, un 33% de hogares de clases medias tradicionales o bajas tienen un creciente riesgo de caer en la pobreza”, se remarcó.
Actualmente, la pobreza monetaria y no monetaria afecta a aproximadamente a cuatro de cada 10 personas: 17 millones de argentinos. La marginalidad más estructural, afecta a 2 de cada 10. “La situación presente parece socialmente sostenerse gracias a una parte de la economía que mantiene activas sus fuerzas productivas, a la vez que otra lucha por su subsistencia y cuenta con la asistencia pública, el futuro proyectable se asoma lastimoso y desgarrador, corrosivo a nivel social y político”, alertó el OSDA-UCA.
La conclusión del documento es devastadora, ya que asegura que en 10 años ha crecido en más de 15 puntos porcentuales la pobreza. ¿Quiénes son estos nuevos pobres?: “clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que nos los saca de la pobreza, pero al menos la alivia”. Y se cierra con un alerta: “La población que va desde los 18 años en adelante, pobre o no pobre, coincide en alrededor de un 50% en cuanto a su alta disconformidad. De igual manera, la confianza en los partidos y las coaliciones políticas solo alcanza al 8% de los ciudadanos, sean o no pobres”.
Datos textuales del informe de la UCA
Un crecimiento deficitario para atender las deudas sociales
Durante los últimos 40 años el crecimiento promedio apenas fue del 1,5% anual, medio punto apenas del crecimiento demográfico, pero claramente deficitario para atender deudas sociales históricas, o para dar un salto en ciencia y tecnología, o para responder a justas demandas sociales, y, sobre todo, permitir invertir en el capital humano de las nuevas generaciones. Poco o nada de eso ha sido posible en la Argentina de los últimos 50 años.
El drama es que con cada crisis aumentan los índices de pobreza
Sin embargo, el problema no es el bajo crecimiento económico, sino que con cada crisis aumentan los índices de pobreza, a la vez que con cada período de recuperación no logran recuperar el punto de partida. Las crisis dejan marcas de deterioro productivo, social y político que resultan de difícil contabilización estadística. Sin embargo, el resultado es evidente: ciclo tras ciclo la sociedad argentina viene acumulando una pobreza estructural, crónica y persistente, con brechas de desigualdad creciente que inhiben el crecimiento y ponen barreras a los acuerdos sociales y políticos.
Aunque la economía crezca, hace tiempo que no se genera empleos
Desde hace mucho tiempo, aunque la economía argentina crezca, no se generan empleos de calidad. Con las recuperaciones parciales de la economía se recupera parte del empleo perdido, pero las nuevas capas se refugian en la informalidad.
Las remuneraciones sufren un deterioro real
Al mismo tiempo que las remuneraciones reales sufren un continuo deterioro real, esto no sólo ocurre por la puja distributiva, sino fundamentalmente ante una caída en la productividad media del trabajo.
La participación de los formales en el ingreso tiene un peso insuficiente
Por lo mismo, si bien la participación de los trabajadores asalariados formales en el ingreso ha tenido y continúa teniendo un peso insuficiente, recuperando a comienzos del nuevo siglo parte de sus valores previos a la dictadura, la evolución de la media de ingresos ya no es representativa de los ingresos reales de los trabajadores.
La inversión en el gasto social fue una forma relativa de mantener la paz social
Frente a la pobre creación de más y mejores empleos, y la imposibilidad de generar mejores remuneraciones, el gasto en transferencias sociales ha sido el mecanismo por excelencia más eficiente para mantener una relativa paz social. Sin este aumento en el gasto social la pobreza sería muy superior y el conflicto podría ser un factor de disolución social.
La pobreza monetaria parece haberse estabilizado
En este último año (2022), incluso, a pesar de los desequilibrios macroeconómicos y la creciente inflación, la pobreza monetaria parece haberse estabilizado, e incluso, la indigencia ha logrado retroceder. Esto también se refleja en los indicadores de inseguridad alimentaria moderada y severa, los cuales han tenido a caer en marco de una mayor asistencia social y aumento del empleo informal. Detrás de este proceso, se registran aumentos significativos en la cantidad de percepciones y/o perceptores en los hogares, tanto laborales como no laborales, fundamentalmente en los segmentos sociales bajos y muy bajos.
Este año, el 40% de los hogares recibió una asistencia social
Durante 2022, el 40% de los hogares recibió alguna asistencia social (el 50% de la población urbana ha sido asistida por alguno de los programas o complementos implementados). Sin estas asistencias, la tasa de indigencia habría alcanzado en vez de 8% a casi el 20% de la población, y la tasa de pobreza en vez del 43% al 50%.
Los problemas de empleo alcanzan al 60% de la fuerza del trabajo
La participación de la suma del desempleo y las subocupaciones inestables vienen subiendo casi ininterrumpidamente, alcanzado este año al 32% de la población económicamente activa. Si a ellos les sumamos los trabajos regulares pero precarizados (28%), la suma de los problemas de empleo alcanza al 60% de la fuerza de trabajo (12 millones de trabajadores). De tal forma que sólo el 40% de la población económicamente activa cuenta con un trabajo decente o digno, sea a través de un empleo asalariado o no asalariado.