“Ahora sos su guardián”, le dijo a Santino (5) su mamá, Jeanette Larrouy, y de repente, otra voluntaria le preguntó al nene: “¿vas a venir a cuidarlos?”. “Sí, voy a venir”, respondió él, que a su corta edad ha entendido la importancia de lo que acaba de hacer. La charla es sobre árboles; lo que pasa es que el pequeño ya ha sembrado -con sus papás- media docena de plantines. Como Santino, hubo ayer cientos de niños, de adolescentes y de adultos -de todas las edades- que decidieron dedicarle su domingo al planeta. Y lo lograron con creces: plantaron en San Javier 2.800 árboles de especies autóctonas, en tiempo récord. Desde ahora, una zona de 3,5 hectáreas empieza a regenerarse y a recuperar la forma que tenía antes de la intervención humana. En poco tiempo, habrá un nuevo bosque en Tucumán.
Estamos hablando de la última acción de la edición 2022 del programa Conscientes, impulsado por la empresa Maderplak y apoyado por varias firmas tucumanas. Bajo el nombre “Restaurar”, 400 voluntarios se dieron cita en un predio del Parque Sierra San Javier. Conocido como “Loma Escuela”, el espacio estaba ya cercado hace algunos meses y esperaba ser reforestado. Según investigaciones previas, ese lugar era un gran bosque, pero el pastoreo del ingenio San José lo hizo desaparecer. Luego de un arduo trabajo en conjunto con la Universidad Nacional de Tucumán y el Parque, se planeó la ambiciosa propuesta que ayer se volvió una realidad.
No importó el día ni la hora ni mucho menos el corte de tránsito en la zona de El Rulo, que demoró un poco la llegada; los voluntarios se calzaron su ropa deportiva y salieron hacia el cerro. La actividad empezó cerca de las 9.30; para esa hora, ya se habían cavado los pozos y los árboles estaban listos para encontrarse de nuevo con el suelo. Todos los ejemplares fueron donados por la Secretaría de Estado de Desarrollo Productivo, por la Fundación Vicente Lucci y por la Fundación Forestar.
Por el presente y por el futuro
Había arrayán, lapacho rosado, lapacho negro, mato, churqui, pino de cerro, tipa, tarco, iberá y guarán. Cada voluntario podía escoger cuál quería y dónde plantarlo, con una condición: en cada cuadrante debía haber especies diferentes. “Si ves que ya hay plantado uno del que tenés, buscá otro lugar lejano”, advertía el guardaparque Silvio Díaz. Con el árbol se entregaba un emotivo detalle: una cinta de papel para identificar al “guardián” que lo había plantado, y también para colocar el nombre de algún ser amado que ya no esté.
Fabricio Miranda y Sara Fernández fueron con su hijo Jerónimo. Entre los tres -contaron orgullosos a LA GACETA- plantaron 20 ejemplares. “Es la primera vez que nos sumamos a una acción así y nos encantó -comentó Sara-; es muy importante transmitirle a los chicos sobre la naturaleza; ese es su futuro”. En la necesidad de participar en familia coincidió la mayoría de los presentes. De hecho, fueron muchas las familias completas que se acercaron. “Costó despertarlos, pero tenían muchas ganas de venir. Nos levantamos a las 8 para colaborar con el medio ambiente -contó Alexis Aversano, que llevó a todos sus hijos al evento-; esto sirve para inculcarles la necesidad de cuidar el medio ambiente. Lo tienen que vivir desde chicos, y en familia”.
“Seamos vecinos de árbol”, “vení, te ayudo”, “¿queda algún lugar disponible?” eran algunas de las frases que se podían escuchar durante la reforestación, que unió a cientos de desconocidos en una meta: cambiar el mundo.
El único camino
“Si dejás que la maleza avance naturalmente en el predio (cercado), tarde o temprano van a aparecer árboles. Lo que nosotros estamos haciendo es acelerar el proceso; los últimos estudios sobre el tema dicen que la mortalidad de las plantas está aumentando por el calentamiento global, y la única manera para recuperar espacios verdes es esta”, comentó en una pausa Marcos Mollerach, subsecretario de Bienestar Universitario de la UNT. “Entiendo que la gente va tomando consciencia; me siento muy feliz, como biólogo, porque estos empujes cambian la perspectiva y ayudan. Y los más chicos, que participan, son los que después cambian los paradigmas”.
“Es nuestra responsabilidad lo que dejamos para las nuevas generaciones. Cuando nos mostraron la idea nos pareció espectacular, porque como empresa nuestro propósito es acompañar a la comunidad y la sustentabilidad desde dónde se pueda; es la primera vez que participo de este tipo de experiencias colectivas... se siente una energía distinta, y las ganas de ver todo terminado te impulsan a seguir”, reflexionó Jesica González, gerente de canales de Schneider; ella visitó la provincia especialmente para participar del evento.
El final de la siembra estaba previsto para las 16, pero terminó mucho antes de lo planeado. En tres horas, los huecos en la tierra ya habían sido rellenados con árboles. Pasadas las 12.30, todos festejaron la tarea cumplida. O, al menos, lo que involucraba a la mayoría de los voluntarios; las actividades de riego y las cuestiones organizativas se extendieron hasta las 18. “Creo que nunca había plantado un árbol... Participamos de las otras etapas, pero esta vez fue diferente. Ya quiero que pasen cinco años para ver los resultados”, dijo entusiasmada Carla Bernardinez. Pero -adelantaron los organizadores- no harán falta tantos años; en un año ya se verá un nuevo ecosistema.
Esta acción -que pone fin al segundo año del proyecto- se pudo llevar a cabo gracias al aporte de empresas tucumanas y de los voluntarios, destacó Damián Rivadeneira, gerente de Maderplak. “Lo que muestra esto es que cuando nos lo proponemos podemos lograr cosas gigantes. Somos la última generación que puede frenar la crisis climática; y el mundo que les dejamos a nuestros hijos depende de lo que hagamos ahora. Cerramos este año felices; el objetivo de Conscientes es lograr un cambio positivo en el ambiente y lograr el compromiso de los la sociedad. Y lo conseguimos”, dijo orgulloso.