“Hemos andando muchísimo camino, llevamos 12 años trabajando en esto pero falta mucho más”, dice feliz pero segura Rosana Chehín, doctora en Bioquímica e investigadora del Conicet quien lideró recientemente la investigación que arrojó resultados alentadores para combatir la enfermedad de Parkinson.

Un grupo de investigadores del Conicet de Tucumán demostró en estudios in vitro que un derivado de un conocido antibiótico, la tetraciclina demeclociclina (DMC), tiene efectos protectores sobre las neuronas que se ven afectadas en la enfermedad de Parkinson (EP), lo que sienta las bases para avanzar a estudios preclínicos para comprobar si puede evitar la muerte de estas células y, de ese modo, detener la progresión de la patología que afecta al 1% de la población mayor a 65 años.

La enfermedad de Parkinson es neurodegenerativa crónica y progresiva que afecta a las neuronas que producen dopamina y que están relacionadas al control de los movimientos. “En el mundo la incidencia del Parkinson está aumentando enormemente porque el principal factor de riesgo es el envejecimiento poblacional y con el aumento de la expectativa de vida que tenemos ahora en los países occidentales las enfermedades en donde las neuronas se degeneran –como Alzheimer o Parkinson- han aumentado mucho”, dijo Chehín en diálogo con LA GACETA y agregó: “en el mundo sabe que hay más de seis millones de personas que padecen Parkinson y no solo lo padecen ellos, sino el entorno familiar”.

Los investigadores pertenecen al CONICET, Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada (IMMCA, CONICET-UNT-SIPROSA), con base en Tucumán.

Estudios in vitro liderados por especialistas del Conicet, indican que un derivado del antibiótico tetraciclina demeclociclina cuenta con potencial para prevenir la muerte celular que causa esa condición neurodegenerativa y sientan bases para la realización de estudios preclínicos, según publicó la revista Cells. En la investigación comprobaron que un derivado de un antibiótico cuenta con potencial para prevenir la muerte celular que causa la enfermedad de Parkinson.

El trabajo realizado en conjunto con profesionales de Francia y Brasil intentaba determinar por qué mueren las neuronas en la enfermedad de Parkinson para tratar de intervenir farmacológicamente y ver si se puede detener esa muerte neuronal. “Ya se sabe que en la enfermedad una proteína que normalmente está en las neuronas que fabrican dopamina de todas las personas comienzan a agregarse, se vuelve tóxica y eso es lo que mata a las neuronas. Lo que nosotros buscamos es una molécula o un grupo de moléculas que sean capaces de inhibir esa formación de esos agregados tóxicos en las neuronas y también ser antiinflamatoria para inhibir la neuroinflamación, ser antioxidante para inhibir el estrés oxidativo, es decir, cubrir todos los flancos para proteger a la neurona”, explicó Chehín.

Según el relato de la profesional, fue un estudiante de la Universidad de São Paulo quien enfermaba a ratones para que desarrollen signos y síntomas de la enfermedad y poder así probar fármacos quien realizó el descubrimiento. “Cuando inyectaba a los ratones no se enfermaban, cambió de ratones y tóxicos y no se enfermaron. Los siguiente fue que se dieron cuenta de que estaba alimentando a los ratones con un lote que tenía doxicilina y ahí fue cuando se nos prendió la lamparita y la serendipia y pensamos que la dosis de doxicilina -que es un antibiótico muy viejo- estaba haciendo algo así como una neuroprotección. Se demostró luego que este viejo antibiótico era un excelente neuroprotector”, sintetizó la especialista.

Lo que viene

“Habiendo obtenido una molécula con las propiedad y que funciona bien el paso que sigue es probar esto en animales experimentales. Si todo sale bien ahí, se pasa al ensayo clínico”, aseguró Chehín.

La especialista alertó: “mañana no se podrá comprar la molécula. No podemos crear falsas expectativas pero estamos trabajando en esto y, para nosotros, la motivación más grande que tenemos es cuando los pacientes nos van a visitar al laboratorio para pedirnos que sigamos investigando”.

Instituciones que participaron

El estudio fue liderado por Rosana Chehín, doctora en Bioquímica e investigadora del CONICET en el IMMCA, y Bruno Figadère, de BioCIS (CNRS-Universidad de Paris-Saclay), en Francia. Del trabajo también participaron Diego Ploper, Benjamín Socías y César Ávila, investigadores del CONICET en el IMMCA; Rita Raisman-Vozari, Pierre Besnault, Aurore Tourville y Patrick P. Michel, del Instituto del Cerebro de Paris (ICM,CNRS-INSERM-Universidad de la Sorbona); Clémence Rose, Blandine Seon-Méniel y Laurent Ferrié, de BioCIS (CNRS/Universidad de Paris-Saclay); Rosa M. Mella, Patricia Villacé y Clarisa Salado, de Innoprot SL-Parque Tecnológico de Bizkaia, en España; y Jean-Michel Brunel, del INSERM y de la Universidad Aix-Marseille.