Hace un año LA GACETA realizó un experimento sobre movilidad urbana que arrojó resultados sorprendentes. Dos periodistas realizaron el mismo recorrido de 10 cuadras por el microcentro, desde Marco Avellaneda y San Juan hasta Plaza Independencia, pero con una gran diferencia: uno se trasladó en vehículo, y una cronista fue a pie. La prueba se llevó a cabo en una hora pico de circulación.

El que viajó en auto tardó 18 minutos en llegar a 25 de Mayo y San Martín y la periodista que fue caminando demoró 20 minutos en arribar a esa misma esquina. Al margen de que tardaron casi lo mismo, las ventajas y desventajas son elocuentes. Uno ocupó un espacio importante de la vía pública para trasladar a una sola persona, contaminó el aire, generó ruido, quemó combustible no renovable y gastó dinero, sumado a la cochera.

La otra cronista hizo uno de los mejores ejercicios recomendados por los expertos, que es caminar; además invadió el mínimo espacio que puede ocupar una persona, no generó ningún tipo de contaminación y no gastó un peso. Para la caminante no fue un paseo por un parque: transitó por veredas destruidas, soportó la falta de respeto hacia los peatones en las esquinas y hasta motos estacionadas sobre las veredas.

Por su parte, el vehículo tuvo que sortear varios contratiempos. Una movilización y la falta de coordinación de los semáforos fueron dos de ellos. Pero el más grave fue el tránsito supercongestionado.

Más allá de que todo el tránsito de la ciudad está desquiciado, como reconocen las autoridades municipales, la San Juan es una calle neurálgica porque es la única en nueve cuadras que conecta, sin interrupciones, el oeste con el este de la capital.

Para cruzar el centro en esa dirección después sólo quedan 24 de Septiembre, al sur, o avenida Sarmiento, al norte. San Juan, además de estar saturada es angosta, circulan líneas de ómnibus y se permite el estacionamiento de vehículos, lo que ocurre de punta a punta.

Consideramos que el municipio debería replantear de forma radical sus acciones en esta importante vía de circulación.

En primer lugar, el estacionamiento de vehículos debería estar categóricamente prohibido, como en la paralela, Córdoba. En segundo lugar, la coordinación de los semáforos debería ser perfecta y con prioridad para el ingreso al centro desde el oeste.

En tercer lugar, quizás habría que pensar alternativas para que los colectivos no utilicen esa arteria, que ya sólo con autos y motos colapsa en horas pico.

Según datos de la Subsecretaría de Tránsito, por la capital circulan 800.000 vehículos por día, a los que deben sumarse unas 10.000 bicicletas y más de 300.000 peatones que ingresan al centro en cada jornada.

Las semipeatonales fueron un buen comienzo para empezar a atender las necesidades de los sanos y baratos caminantes, quienes además ayudan bastante a la descongestión, pero también urge repensar y reordenar algunas cuestiones vehiculares, como en la neurálgica calle San Juan.