“La enseñanza de música no es mi propósito principal. Deseo formar a buenos ciudadanos, seres humanos nobles. Si un niño oye buena música, desde el día de su nacimiento, y aprende a tocarla él mismo, desarrolla su sensibilidad, disciplina y paciencia. Adquiere un corazón hermoso”. Las palabras de Shinichi Suzuki resonaron tal vez en los pensamientos de la joven profesora de piano y la guiaron por la senda del pedagogo japonés que soñaba con que la música llevara los changuitos por el camino de la felicidad. Hace un cuarto de siglo abrió las puertas de este método musical y se capacitó en países latinoamericanos y europeos, donde también brindó conferencias y recitales. En 2004, buscando nutrirse de nuevos aprendizajes, vivencias y experiencias, se radicó en Buenos Aires, donde fundó la Suzuki Piano School en 2008, una propuesta que el año próximo cumplirá 15 años “educando para la vida a través de la música”.

“En sus inicios fue una escuela pionera, por ser la misma profesora de instrumento quien guía a sus alumnos a través de todas las etapas de su formación, comenzando desde bebés con clases de estimulación musical temprana, orientadas al aprendizaje de piano, pero que fortalece diversas áreas, y siguiendo luego a través de todas las etapas de desarrollo musical y pianístico. También fue pionera por buscar la integración metodológica, al aplicar las bases del Método de la Lengua Materna o Método para la Educación del Talento -más conocido como Método Suzuki-, enriqueciendo la propuesta con importantes recursos pedagógicos tomados de diferentes metodologías”, cuenta la artista y docente tucumana Natalia Grima.

- ¿Cuáles son los objetivos de tu escuela?

- El propósito es brindar a los estudiantes desde muy temprana edad, la posibilidad de acceder a una educación integral a través de la música, que contribuya en su formación como seres humanos, y que sea un medio de disfrute y realización. Es un enfoque muy personalizado, una de cuyas premisas es el respeto por los tiempos e intereses de cada niño y joven. Por esta razón, en la Escuela hay egresados que transitaron por todas las etapas de educación musical desde muy temprana edad, y actualmente están por finalizar carreras universitarias como pianistas, y en otras disciplinas musicales. Lo importante es que la música y el piano los acompañan a lo largo de sus vidas, como un medio que les permite desarrollar habilidades muy valiosas, como el oído, la memoria, la autoestima, la concentración, la intuición, la creatividad, la autodisciplina, la expresividad, entre muchas otras habilidades. El desarrollo de su personalidad a través de la música es muy profundo, y se trabaja para que los niños y luego jóvenes formados por esta visión pedagógica sean personas optimistas, con la suficiente confianza en sí mismos, que les permita alcanzar sus metas y disfrutar el proceso hasta lograrlo.

EN ACCIÓN. El niño Ciro Godoy, acompañado por su maestra Grima.

- ¿Cuáles son las principales diferencias entre el Método Suzuki y la enseñanza tradicional de la música?

- Es una visión pedagógica que presenta una diferencia significativa respecto a otros enfoques, pues mientras un profesor de pedagogías tradicionales, por lo general, espera recibir estudiantes “talentosos” en sus aulas, nosotros tenemos la convicción de que el talento se educa, por lo que trabajamos con objetivos muy claros, para dar forma al potencial que está allí esperando ser desarrollado. Es similar al dicho que enuncia que la escultura permanece oculta en la piedra hasta hacerla visible. Y es apasionante tener la posibilidad de moldear y desarrollar el talento, hasta verlo brotar y fluir como agua de manantial. Sembrar hasta recoger los frutos, o como decía Aristóteles, transformar la potencia en acto. Suzuki decía que “todo ser humano nace con un extraordinario potencial, que se desarrollará si el entorno es el adecuado”. En ese sentido, la labor de educar a la persona a través de la música es altamente creativa. El vínculo del llamado Triángulo Suzuki, formado por la familia y profesora en la base, trabajando por niños y jóvenes en el vértice, resultó muy fortalecido durante la pandemia, por el trabajo en equipo aún más profundo y sólido al que nos condujo esa situación.

- ¿Tuviste discípulos que hayan continuado el camino musical a otros niveles?

- Mis satisfacciones son muchas con discípulos que transitaron por todas las etapas de desarrollo, desde muy pequeños y durante muchos años, como es el caso de Belén, pianista, hoy finalizando la carrera de Composición de Música para Cine; Mariano y Merlina, avanzados en la carrera universitaria de piano; Sol pianista, avanzada en la carrera de musicoterapia; Lucía en piano y canto lírico; Paloma que a sus 13 años ya decidió ser músico profesional, o niños como Ciro Godoy, de 12 años (en una clase en la foto superior), alumno desde los 10 meses de edad, que en 2021 recibió un galardón en un Concurso de Piano Latinoamericano con jurado de trayectoria internacional, y actualmente está recibiendo interesantes propuestas para, cuando llegue el momento de realizar la transición hacia otras etapas de su formación, viaje al extranjero a continuar con el desarrollo de su talento. Y la lista podría continuar.

- ¿Qué desafíos educativos se plantean?

- Un desafío importante a nivel educativo se presenta cuando estudiantes de música formados con esta filosofía pedagógica, deben realizar la transición hacia una formación en instituciones oficiales como conservatorios porque, salvo raras excepciones, en general la educación en esos ámbitos continúa siendo muy conservadora (haciendo honor a su nombre). Lo particular es que diversas metodologías fabulosas fueron creadas en la primera mitad del siglo XX por lo que ya tendrían que formar parte de la educación musical “tradicional”, pero no siempre es así y no solamente en Argentina. El Instituto Jacques Dalcroze de Ginebra, la institución más relevante en la materia a nivel internacional, fue fundado en 1915. En 2015 tuve la posibilidad de conocerlo, cuando la Cancillería Argentina me brindó su apoyo para representar a nuestro país con un concierto, en el marco de un congreso internacional realizado con motivo del centenario de la institución. Recuerdo la primera vez que escuché el nombre de Jacques Dalcroze fue hace muchos años cursando la materia Didáctica de la Música, mientras realizaba el profesorado de piano en el Instituto Superior de Música de la UNT. Esa visión amplia que caracterizó siempre a las universidades argentinas, y en este caso puntual a la de Tucumán, sería muy importante preservar, fortalecer y estimular. En ese sentido, tenemos mucho aún de qué sentirnos orgullosos en nuestro país. Tal vez, en parte por nuestros antepasados inmigrantes, siempre estamos abiertos a conocer, dar y recibir; buscar y descubrir, inmersos en una cultura con rasgos muy ricos y dinámicos. Necesitamos seguir viendo a la educación como el pilar fundamental y transformador que fue, es y será, imprescindible para desarrollar nuestro inmenso potencial como pueblo. Es posible… siempre lo es.