A días del inicio de la Copa del Mundo, la mayoría nos preguntamos cómo nos irá en Qatar 2022, el Mundial menos Mundial de la historia. Y también nos vamos a preguntar por qué es o será el menos Mundial de la historia. No hablamos de la competencia en sí, porque sí por eso fuera, los argentinos tenemos el sueño de ver a Leo Messi campeón. De volver a ser campeones del mundo.
Hablemos de la experiencia, del contrapunto cultural entre Occidente y Medio Oriente, de las restricciones propias de una cultura de mayoría musulmana como lo es la qatarí.
Empecemos por el principio.
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Diciembre 2 de 2010. La FIFA oficializa a Qatar como sede del último Mundial de Fútbol con 32 naciones participantes, en 2022. Increíblemente, Estados Unidos queda al margen de la elección. Su consuelo será la organización de la edición 2026, junto a México y a Canadá.
Según pasaron los años, los escándalos vinculados a coimas del FIFA gate, a las graves denuncias de derechos humanos por mano de obra esclava, entre otras manchas, fueron inclinando la balanza hacia una decisión errónea de Qatar como país electo a ser anfitrión de la Copa. Sin embargo, la onda verde jamás se apagó. La apuesta por jugar en un país cuya superficie es la mitad de Tucumán, a final de año, cuando la competencia pide un parate para los futbolistas, se mantuvo con el poder de los petrodólares. “Es un país demasiado pequeño para un Mundial tan grande”, advirtió el ex presidente de la FIFA Joseph Blatter, a días del comienzo del torneo. Además aprovechó una entrevista para culpar a Michel Platini, entonces presidente de la UEFA, por haber “dado sus cuatro votos a Qatar y no a Estados Unidos”. Todo muy normal.
El Mundial de 2022 será recordado como el evento deportivo más costoso de la historia. Así lo confirmó Hassan Al Thawadi, presidente del Comité Supremo de Entrega y Legado de Qatar 2022, citado por “Deutsche Welle”: 200.000 millones de dólares.
El Mundial de 2022, estimó el año pasado el diario británico “The Guardian”, se cobró la vida de aproximadamente 6.500 operarios, entre 2010 y 2022. La mayoría eran inmigrantes de India, Pakistán, Bangladesh y Nepal. “Solo ha habido tres, lo demás es falso”, replicó Nasser Al-Khater al diario “AS”, de España. Ustedes vean.
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Volvamos al presente, a la experiencia. Si Rusia 2018 ya era un mundo poco conocido para nosotros, la experiencia fue, literal, irreal. Maravillosa. El hecho de albergar un Mundial libera en cierta forma las costumbres locales. ¿Y en Qatar? Algo cambió. En la cultura musulmana beber alcohol es un pecado. Podés encontrar filas y filas de bebidas en los supermercados, todas sin alcohol. Fake.
Lo que sí consiguió presionando la FIFA es autorizar la venta de cerveza con alcohol en los estadios y en el único Fan Festival que habrá durante la Copa del Mundo. Era un sponsor, no podía fallarle. En resorts, restaurantes habilitados y hoteles, también habrá. Unos siete dólares puede costar una pinta.
El impacto cultural es fuerte, la calidez también. Hablar de Brasil 2014 y de Qatar 2022 sería como comparar blanco con negro. Muy dispares. “Es que no hay clima de Mundial”, me cuenta Federico Marliotti desde Qatar. Federico vive hace poco más de dos años en Doha, la capital. Llegó justo cuando se desató la pandemia de coronavirus. Este será el Mundial de Gran Hermano también. Si hay algo que sobra en Qatar es seguridad y tecnología, algo que acá anhelamos horrores. Si sos hincha, tenés que cumplir ciertos requisitos para ingresar al país: dos aplicaciones son imprescindibles. Hayya, donde está registrado dónde vas a dormir, cuándo tenés fecha de regreso (estimativa) y los datos de tu pasaporte. Y Etheraz, la fundamental. Es la visa de ingreso que necesitás y por donde se te hará un seguimiento constante vía tu celular. Si no está en verde, no pasás.
Lo conocido: estaremos ante el primer Mundial cuyos estadios son 100% sustentables. La opulencia se lleva todos los laureles. Al final del torneo, la mayoría serán modificados o desarmados, como el “947”, construido con containers marítimos. Una locura.
“Todo el mundo aceptará que vengan. Pero tendrán que someterse a nuestras reglas”, dijo Khalid Salman a la TV alemana. Salman es el Embajador del Mundial de Qatar 2022. Salman trató a la homosexualidad como un “daño mental”.
Están prohibidas las manifestaciones de cariño, independientemente de la identidad de género. El hombre camina adelante, la mujer atrás. Ellos están vestidos de blanco, ellas de negro, dejando ver solamente sus ojos y carteras costosas. En los shoppings, algo así como un pequeño oasis entre tanta dureza, puede verse a las parejas juntas, pero jamás de las manos o besándose.
Para los que venimos de afuera. En dependencias públicas, tengan en cuenta que no podrán ingresar de bermudas, tampoco estar de musculosa. El torso al descubierto significa prisión. Lo mismo que si caminás por la calle ebrio.
Será cuestión de adaptarse a las reglas y cumplirlas. La cuestión es superar el golpe del desierto, la humedad y el calor abrasador, a pesar de que estaremos en invierno. Será cuestión de nosotros darle color a un Mundial de fútbol cuya esperanza para los argentinos se llama Scaloneta. Porque al fin y al cabo, lo que queremos es ver a la Argentina campeona del Mundo. Estemos donde estemos.