El año más caluroso registrado desde 1850 fue 2016, cuando se superaron los 1,2° de calentamiento global. Los responsables del calentamiento presente y del que afrontarán nuestros hijos y nietos son los gases de efecto invernadero, que permanecen en la atmósfera durante décadas o siglos. El dióxido de carbono, por ejemplo, resiste cientos de años; el metano se degrada en un par de décadas.

El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, el panel internacional de científicos climáticos que trabajan bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas) pronostica que la barrera de los 1,5° se superará de forma estable en la década de los años cuarenta de este siglo, debido a los gases que ya se han emitido.

El escenario que algunos investigadores consideran óptimo es que se sobrepase temporalmente la marca de 1,5° para luego bajar un 75 % hasta 2050. Ya se están observando cambios en todas las regiones de la Tierra. Muchos no tienen precedentes en miles de miles de años. Y algunos, como la suba continua del nivel del mar, no podrán revertirse hasta dentro de varios siglos o milenios.

En ese informe del IPCC, 234 investigadores de 66 países coincidieron en que hemos llegado a un punto de no retorno: hagamos lo que hagamos, será inevitable quedarnos en ese 1,1°. Y a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento incluso a 2° centígrados será un objetivo inalcanzable.

Los cálculos indican que con un calentamiento global de 1,5° centígrado aumentarán las olas de calor; se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías; mientras que con un calentamiento de 2° centígrados esos episodios de calor extremo alcanzarían umbrales de tolerancia críticos para la salud. Así las cosas, la COP27 tendrá lugar en un contexto complejo y desafiante. Y no sólo por la realidad climática (además de lo que hemos vivido los argentinos, en los últimos meses un tercio de Pakistán ha quedado bajo el agua; Europa ha tenido su verano más caluroso en 500 años; las sequías han devastado el Cuerno de Africa y California ha estado sumida en incendios), sino por la guerra de Putin contra Ucrania, que ha dejado a millones de personas enfrentándose al hambre y ha puesto de manifiesto la fuerte dependencia de las fuentes de energía rusas.

Llegado este punto, ¿cuáles son los objetivos de máxima de esta cumbre? Se espera, básicamente, financiación. En 2009, las naciones ricas (que son las principales responsables de la crisis climática) se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiación climática para 2020 con el fin de apoyar a las naciones vulnerables en la mitigación y en la adaptación. Ese dinero no se ha visto aún.