El paraje Huaico, ubicado en Graneros, está encerrado por dos ríos: el Marapa hacia el norte y el San Ignacio al sur. Los caminos que atraviesan ambos cauces no tienen puentes y en consecuencia, cuando crecen en el verano, las casi 20 familias humildes que están desperdigadas en la zona quedan totalmente aisladas. Ahora mismo es una odisea llegar al lugar por el acceso que nace en la ruta 38, a la altura de El Sacrificio (La Cocha). Es el único posible tomar en esta época en el que el San Ignacio está seco. Se recorre unos 10 kms de camino polvoriento y por tramos en muy malas condiciones. Cuando llueve, dicen los vecinos, se transforma en un lodazal. La gente vive del cultivo de tabaco, duraznos y la cría de animales.
“Nosotros salimos ahora por aquí para ir a Alberdi o La Cocha a comprar mercaderías, hacernos atender por algún médico u otras diligencias. Recorremos en total unos 30 kms. Graneros queda a 8 kms, mucho más cerca, pero no podemos salir hacia ahí porque el badén sobre el Marapa está roto desde hace tiempo. Nunca lo hicieron arreglar”, denunció Johana Graneros, vecina del lugar.
En marzo último el abuelo de esta mujer, José Enrique Graneros, de 86 años, murió en el lugar sin asistencia médica porque una tormenta hizo crecer los ríos y el lugar quedó sin salidas. La familia también enfrentó el drama de no poder sacar sus restos para sepultarlos en el cementerio de Graneros. “Fue una situación desesperante desde un principio y hasta después del final. Llamamos a todas las emergencias, pero nos respondían que no podían llegar. Cuando mi abuelo falleció, no concluyeron los dramas. Después había que trasladarlo para su entierro y seguíamos aislados. Tuvimos que conseguir un carro tirado por dos mulas para intentar sacarlo”, contó Johana. “A duras penas logramos pasar el Marapa con el féretro que, con nosotros que los acompañábamos, casi termina arrastrado por las aguas”, contó.
Huaico hace honor al origen quichua de su nombre: “masa de lodo que se desprende de las alturas”. Claro que en este caso no solo el agua oscura que baja de los cerros en el verano condena a la incomunicación y el sufrimiento perpetuo a las casi 80 personas que viven en ese sitio, sino también el abandono de las autoridades municipales.
Rafael Granero aseguró que por ahí nunca ningún funcionario municipal llegó a interiorizarse de los dramas que padecen las familias. “Algunos sólo llegan en tiempo de las elecciones”, aseguró. Fue hace 14 años cuando se inauguró un pozo de agua cuando se llegó por ahí un funcionario municipal. Se trató del entonces intendente Roque Graneros. “Por aquí no llega ningún transporte y a veces solo se puede salir en motocicleta. Algunos vecinos tienen autos antiguos que cuando salen vuelven con algún daño. Por eso prefieren tenerlos guardados. Así es difícil ir a la ciudad por cualquier necesidad”, se quejó la mujer.
“Los problemas comienzan por los caminos y después se avanza con la falta de un centro asistencial cercano o de agentes sanitarios que vengan al menos una vez al mes a ver a las personas enfermas, como mi madre Rosa Matilde Heredia que sufrió un ACV hace seis meses”, apuntó el hombre. El agua que se consume en Huaico tampoco es potable. Sale directamente de un pozo hacia las casas. Las familias, al no tener un tanque de almacenamiento del líquido, lo conservan al líquido en bidones de los agro-tóxicos que utilizaron en sus pequeñas fincas. Son totalmente ajenos a los riesgos de salud que se exponen. Cerca de Huaico se encuentra también Alto El Puesto que está amenazada desde hace tres años por un enorme socavón que se abrió en el corazón del pueblo. Los pobladores de ahí, unas 30 familias, también se quejan de que hasta ahora no se hizo ninguna obra que frene el ensanchamiento de esa descomunal grieta que abrieron las crecientes que bajan desde los cerros.
Una denuncia penal: estudio de campo de alumnos
La situación de las 20 familias de Huaico fue advertida por alumnos del sexto curso de la Escuela de Comercio “República de Panamá” de Concepción que, ayer, realizaron ahí un estudio de campo correspondiente a la cátedra de Derechos Humanos. Fueron acompañados por el docente Gustavo Mahmud de la Fundación Ave Fénix. “Hemos advertido en reiteradas ocasiones a las autoridades municipales de Graneros acerca de la necesidad de que la familia de Huaico sea asistida en sus múltiples dramas que padecen. Pero nunca tuvimos respuestas. Hay personas con graves problemas de salud que requieren de la visita periódica de agentes sanitarios. Son personas sin ningún tipo de asistencia de parte del Estado. Ni siquiera el agua es potable”, planteó Mahmud. Dijo que de persistir la falta de respuesta por parte de la intendenta, Alejandra Cejas, y de la secretaría de Acción Social, su hija Raquel Graneros, formalizará ante la justicia una denuncia penal por “abandono de persona”. “Es lamentable las condiciones en que vive esta gente. El caso de la joven Ivana Lucrecia, de 33 años, es el más patético y conmovedor. Se encuentra postrada desde hace tiempo a causa de un trastorno neurodegenerativo. Su condición es deprimente. Se la ve piel y huesos. Está en una habitación con techo de chapa. En el verano debe agravarse sus padecimientos a causa de las altas temperaturas”, expuso el estudiante Mariano Barrionuevo. “Llama la atención la total despreocupación de las autoridades elegidas para atender y dar soluciones a los problemas de la comunidad. Aquí están vulnerados todos los derechos básicos que se le debe garantizar a toda persona. No tienen camino, agua potable ni atención de la salud”, apuntó el joven Mariano Barrionuevo. Merced a gestiones de la Fundación Ave Fénix, la comunidad logró que se arregle el pozo surgente y se ponga cloro al agua. La intendenta Cejas no pudo ser consultada del problema de los vecinos de Huaico al no responder los llamados telefónicos