Con talleres en distintas áreas, concluirá hoy el festival Narradores en Acción, que congregó a cuentacuentos tucumanos y del exterior. La agenda será en simultáneo desde las 10 en El Círculo del Magisterio (Las Heras 25), con “Lo que dicen los objetos”, con Toña Pineda y Javier Ceballos; en el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265), con “Encanta cuentos”, a cargo de Laura Ferreira; y en la sala Paco Urondo de la librería El Griego (Muñecas 287), con “Cuentos cantados”, con Marcos Esqueche.

LA GACETA dialogó con tres de los narradores visitantes, con preguntas comunes: ¿Se ha revalorizado la palabra narradora presencial después de la pandemia?; ¿Qué le aporta un encuentro de narradores como el realizado?; ¿Y al público, en especial a los más chicos?

Miguel Fo, España

- No sé si se revalorizó tanto la palabra, pero sí que lo presencial se pudo tomar como antes. El volvernos a mirar de cerca, podernos tocar, dejar el barbijo… El mirarnos a los ojos le da valor a todo lo presencial, tras dos años de hacerlo a través de las pantallas. Yo cuento cuentos para la familia, para todas las edades, sobre todo de humor. Que hagan reír a través del terror, de la leyenda o de la tradición oral. Me gusta hacer reír; soy una persona divertida.

- Aporta un montón desde la conversación, el diálogo, los diferentes puntos de vista, las miradas distintas de un mismo oficio, muchos caminos que confluyen, por ello es de una gran riqueza. La narración oral, que es un trabajo solitario, algunas veces se vuelve un poco yermo, porque uno siempre está haciendo lo suyo sin oportunidad de cruzarse con otros. De repente viene un encuentro, donde diferentes profesionales abordan el mismo cuento desde lugares distintos. Cuando uno se sienta a la mesa y lo pone ahí, es de una riqueza invaluable el intercambio cultural, de oficio, el acercamiento al público, hacia lo escrito, hacia la creatividad, lo original. Es la oportunidad de encontrar otras voces, otras palabras dichas de otra manera. A veces señalamos cosas y las etiquetamos, y ya no las escuchamos de ningún otro modo. Ahora nos encontramos con otros y surge esa nueva forma de llamarlas. Lo que siempre habíamos escuchado igual, ahora tiene otra melodía, otro tono, y podemos observar que hay diferentes colores para una misma flor.

Marcos Esqueche, Perú

- Aunque parezca irónico, la práctica de contar cuentos, de padres a hijos, de docentes a alumnos, de hermanos a hermanas, se ha potenciado con la pandemia. Primero porque nos aislaron; segundo porque la pandemia nos ha permitido volver a conversar, y porque hubo tiempo, que es lo que se necesita para la narración oral. Las personas dejaron de lado la vida arrolladora para poder escuchar historias que alimenten el alma y el espíritu.

- El cuentero es el portador de la sabiduría a través de la voz, el que englasa la historia significativa de los pueblos, con canciones y con ritmos. Es una categoría que he inventado para poder transmitir el aporte de mi comunidad. Y este encuentro significa encontrarme con otros utópicos de América, para entender que para contar un cuento tiene que haber tranquilidad y una apertura a revalorizar lo que nuestros ancestros hacían de manera cotidiana en las casas, en el barrio, en el sindicato; no se necesitaban festivales de narración oral. Encontrarme con otros soñadores es alimentar el alma.

- Me dedico a las infancias, a quienes luego serán los jóvenes y los adultes de esta sociedad. Si estas infancias entienden la importancia del arte, del cuento, de las historias, de la magia desde pequeños, van a luchar contra el sistema para tener espacios donde seguir contándoles a sus hijos, a sus alumnos, a las personas. Eso de “Había una vez…” o “Yo me acuerdo…” es el comienzo de una narración, de la historia oral de los pueblos ancestrales y de quienes la habitamos aquí, en América.

Laura Ferreira, Paraguay

- La palabra, en lengua originaria de mi país, Paraguay, es ayvu, etimológicamente manantial del alma. Esa necesidad de manantial no es solamente pospandemia, viene de décadas atrás. La pandemia nos aisló mucho y no niego que volver a encontrarnos es una caricia al alma. Pero creo que esa agua que refresca y rememora, es necesaria en cualquier etapa de nuestras vidas.

- Es la primera vez que estoy en Tucumán y este intercambio cultural va aportar muchísimo a mi bagaje como narradora latinoamericana. Somos venas de este continente y tengo una inmensa alegría de visitar una parte de esta gran casa nuestra. Las historias todas van conmigo, el cuento es comunicación. Mi identidad originaria me enmarca en un estilo donde mi lengua ancestral siempre me acompaña.

- Con los niños y niñas tengo una conexión especial. Me gusta contar con elementos: kamishibai, títeres, atril, faldas... Mi lema es “¡alegría, alegría, se vienen los cuentos!”.