Mientras Juan Antonio Espinoza respondía el interrogatorio del fiscal federal Pablo Camuña, iba revelando la irregularidad con la que actuaron los nueve efectivos de la comisaría de Monteagudo el día en que un policía mató a su hermano Luis Armando Espinoza en El Melcho, Simoca. Allí se corría una carrera de caballos clandestina. Luego del crimen, en el que según la acusación hubo 11 implicados, los responsables se deshicieron del cuerpo tirándolo en un precipicio de Catamarca.
Esta fue una parte del diálogo entre el investigador y el testigo:
- Camuña: ¿los policías que usted menciona delimitaron una zona?
- Espinoza: no.
- C: ¿secuestraron armas?
- E: no.
- C: ¿iban uniformados y en vehículos identificables de la fuerza?
- E: no, los que yo vi estaban de civil y andaban en una camioneta gris tipo (Renault) Kangoo.
- C: ¿les leyeron algún acta judicial? ¿Les notificaron que usted habría cometido algún delito?
- E: no, por eso yo les decía que me dejaran ir cuando me tenían esposado, porque nosotros no teníamos nada que ver con las carreras. Íbamos (con Luis) camino a casa cuando comenzaron los tiros y nos interceptaron.
Víctima y testigo
Previo a responder esa indagatoria, Juan Espinoza había contado que ese día, el 15 de mayo de 2020, fue a cobrar una pensión a Monteagudo y luego partió a caballo junto con su hermano Luis a El Melcho, porque sabía que habría carrera.
“Cuando ya estábamos allá apareció la Policía haciendo disparos. Había otros jinetes en el lugar, pero no vi a ninguno armado. Yo me caí del caballo y ahí me pegaron y ‘ramearon’. Vi que mi hermano se bajó del caballo y les gritó que me dejaran de pegar. No lo volví a ver...”, señaló el hombre, que se constituyó como víctima en el proceso y que además es el principal testigo.
Espinoza aclaró que no pudo ver bien a sus agresores: “yo estaba ‘abombado’ por los golpes que me dieron. Cerraba los ojos y me cubría la cara de los golpes. Sé que eran cinco los que me ‘rameaban’, entre ellos una mujer”. También explicó que escuchaba los tiros pero que sólo pudo ver a dos hombres que bajaron armados de una moto Honda Tornado y que empezaron a disparar.
El hermano de Luis dijo que perdió el conocimiento en un momento, pero que recuerda que lo esposaron y lo arrastraron primero hacia el pie de un chañar y luego hasta un arroyo. Ahí reconoció al vigía comunal Héctor Fabián Villavicencio, quien lo custodiaba, y al policía Víctor Manuel Salinas, a quien ubicaba de la escuela; dijo que lo vio pasar caminando hacia el arroyo.
Ambos mencionados fueron imputados por el hecho junto con Álvaro Gonzalo González y los efectivos: Rubén Héctor Montenegro, José Alberto Morales, Gerardo Esteban González Rojas, Miriam Rosalba González, Claudio Alfredo Zelaya, Carlos Lisandro Romano, José María Paz y René Eduardo Ardiles.
“Yo le reclamaba a Villavicencio sobre por qué me hacían esto a mí, les decía que si buscaba a los que organizaban las carreras tenía que perseguir a los que habían pasado huyendo. Todavía no sabía lo que le habían hecho a mi hermano. Mi hija y mi mamá llegaron después y me liberaron. Mi caballo había escapado durante el desbande y me volví caminando a la casa de mi vieja. Ella llegó después y nos quedamos esperando a Luis hasta la noche. A las 21 volvió sola la potranca de mi hermano y nos preocupamos”, describió Espinoza.
El hombre indicó que su madre fue a la comisaría y que él salió junto con algunos vecinos a buscar a su hermano. Al día siguiente se sumó a la búsqueda gente de la comuna. Según se dijo en el juicio, a la madre de los Espinoza no le tomaron la denuncia por desaparición en la comisaría. “Los policías ni se calentaron en buscarlo. Con los vecinos encontramos unas vainas y un charco de sangre cerca del arroyo; esas cosas le entregamos a la Fiscalía. Después hubo rastrillajes y encontraron más vainas en el predio. Pasaron los días hasta que nos dijeron que iríamos a buscar a Luis al cerro, en Catamarca. No sé quién brindó ese dato. Tampoco sé quién encontró el cuerpo porque yo me descompensé”, recordó el testigo.
Espinoza, que tiene antecedentes médicos por infartos, debió interrumpir dos veces su declaración para que lo revise un enfermero. Tenía la presión en 18.2 y no se sentía bien reviviendo los hechos. “Hoy ya sabemos quiénes mataron a Luis y estamos cansados de esperar justicia. Es muy triste ir a casa de mi mamá y no verlo. Él era quien la ayudaba económicamente y en la casa”, concluyó.