Despedirse de un maestro forma parte es una de las tareas más difíciles. Noé Jitrik fue un maestro cuya vasta trayectoria remite a la historia nacional pero también a mi historia personal. Su existencia amalgamó el trabajo crítico, la enseñanza, la imaginación creadora y la responsabilidad intelectual. Como el Noé bíblico subió a su arca a todos los que batallamos por la crítica y la literatura en nuestras latitudes.

En una conferencia afirma que la literatura y la biblioteca se confunden. La biblioteca de Noé es vasta, como nos lo muestra en “Fantasmas del saber” donde hace un recorrido autobiográfico por lecturas y escrituras amadas. Su obra conjuga pasión y razón, poesía y pensamiento. Ha tenido confianza en el anteojo, no en el ojo, como pedía César Vallejo. Podemos decir que se ha preocupado por conjugar el amor a los libros y el trabajo crítico. Contra quienes sostienen que la crítica es una práctica subsidiaria, Jitrik demostró una y otra vez la importancia que tiene en la construcción de una literatura.

Su obra se desliza desde Cristóbal Colón a Macedonio Fernández. Una travesía que entrega inolvidables lecturas de Sarmiento y Horacio Quiroga, los románticos del 37 y el mundo del 80. Siempre obsesionado por la compleja relación entre las armas y las razones, nunca ha renunciado a esa “riqueza de la pobreza” que es nuestra literatura. Ha explorado a ese “no existente caballero” que es el personaje literario y se detiene en los problemas de la historia literaria.

Una literatura reúne sueños y miedos, pero también trabajos y días. Construye una memoria compartida, reúne la palabra y la historia: “Me importa más, en cambio, la idea de que la palabra es como un cofre que encierra todos los secretos del universo y que la literatura es su producto y, como tal, pese a que puede sufrir crisis de soledad o de abandono de variada duración… seguirá siendo indispensable”.

Sus frutos están en sus libros sus libros de crítica, pero también en sus ficciones y poesías. Noé no sólo pensó sino que actúo y logró armar una biblioteca, la de la literatura argentina, con su Historia crítica. Hasta sus últimos días defendió su lugar de docente e intelectual. En un momento en que la corrupción alcanza todos los ámbitos nos quedan sus palabras: “En sociedades como las nuestras, sacudidas por la dispersión de categorías y por los golpes de la historia en la que se instalan cada vez más nociones brutales como el autoritarismo, la represión, la dependencia, la despolitización, la desindicalización, la fuerza de las armas, la jerarquía, el atropello a los derechos humanos, la privatización del espacio público, la masificación, el reino del mercado, el abandono de la educación, dar lugar a un ejercicio de la crítica supone un combate por la vida.”

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