En la presente edición de LA GACETA Rural se continuarán dando a conocer los contenidos desarrollados en las exposiciones que se dieron en el XXII° Taller de híbridos y Manejo de Maíz, organizado por la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) en la sede de la Sociedad Rural de Tucumán. En esta ocasión se publicarán los aspectos principales vinculados a la fertilización, a plagas insectiles y a enfermedades.

La fertilidad de un suelo puede definirse desde un concepto amplio, que abarque aspectos químicos, físicos y biológicos. Un suelo fértil es aquel que tiene la capacidad de suministrar los nutrientes necesarios para las plantas en cantidades adecuadas, que no contiene sustancias tóxicas que afecten el rendimiento de los cultivos o impedimentos físicos para el crecimiento radicular o el movimiento del aire y del agua.

En el taller, Agustín Sanzano, jefe de la sección Suelos y Nutrición Vegetal, abordó los criterios para la fertilización del cultivo desde el punto de vista del balance de nutrientes en el suelo; es decir, consideró las entradas y salidas de cada nutriente en un sistema definido en el espacio y en el tiempo. Los balances de nutrientes se hacen teniendo en cuenta la capa de suelo explorada por las raíces en períodos anuales.

“Los fertilizantes que contienen nitrógeno (N) y fósforo (P), individualmente o combinados, son los más utilizados en el cultivo de maíz. Sin embargo, en muchos casos, las tasas de reposición de nutrientes están por debajo de las tasas de extracción por parte del cultivo, por lo cual los balances tienden a ser negativos”, remarcó.

Por otra parte, el análisis de suelo cuantifica la concentración de un elemento nutriente en el suelo, lo que debe compararse con el requerimiento del cultivo de ese mismo nutriente (en el maíz, es de aproximadamente 20 kg de N y 4 kg de P para producir cada tonelada de grano).

“El balance entre requerimiento y oferta natural del suelo permite sugerir en primera instancia la pertinencia o no del agregado de un fertilizante -la probabilidad de respuesta a la fertilización por parte del cultivo-; y en segundo lugar nos da la posibilidad de recomendar la dosis óptima de ese fertilizante”, detalló.

El profesional subrayó que los híbridos actuales son de alto potencial de rendimiento y ,por ende, de alta extracción de nutrientes. “La Argentina -y el NOA no es la excepción- se ubica en los primeros puestos entre los países con más baja relación de análisis de suelo por unidad de superficie. Así, en muchas situaciones, no se cuenta con un correcto diagnóstico del estado nutricional de los suelos. Cuando no se tiene esta información, puede ocurrir la subdosificación con la consecuente pérdida de rendimiento o, por el contrario, pueden usarse cantidades excesivas de un fertilizante, sin encontrar respuesta adecuada por parte del cultivo, ocurriendo una pérdida económica”, explicó el especialista.

Por otra parte, la fertilización racional contribuye de manera directa a la obtención de altos rindes por unidad de superficie, lo que a su vez genera mayores cantidades de biomasa que retornan al suelo; es decir, materia orgánica que produce múltiples efectos benéficos, desde el punto de vista químico, por el aporte de nutrientes; físico, por mejora de la infiltración de agua y por la estructura del suelo, y biológico, porque aumenta la actividad y la biodiversidad microbiana.

“Aunque el precio de los fertilizantes se ha elevado mucho en los últimos tiempos, si la campaña se desarrolla dentro de lo normal desde el punto de vista climático, existe un marcado beneficio económico con el uso de la fertilización, además de los efectos ya mencionados sobre las propiedades del suelo. Reponer al suelo los nutrientes extraídos por el cultivo contribuye a una producción sostenible desde el punto de vista económico y social, y más amigable con el ambiente”, precisó Sanzano.