“Más que polarización, lo que hay es una clara radicalización de la derecha”, dice el historiador Ernesto Semán. Lo dice para Argentina, pero la sentencia es aplicable a Brasil, de cara a las presidenciales en el gigantesco país vecino. Varios candidatos se presentan pero son dos los que corren hacia la meta.
Uno de ellos representa a la ultraderecha. El otro no es la contracara radicalizada en versión izquierda: “Lula” (se llama Luiz Inácio pero nadie lo nombra así) da Silva, vuelve como favorito, después de haber sido presidente por dos períodos y con la épica de haber vencido a quienes lo acusaron de corrupción y lo metieron preso. Pero Lula sigue siendo el líder que hace alianzas amplias, que incluye en su fórmula a un liberal como Geraldo Alckmin; que le disputa el voto evangelista a Jair Bolsonaro. Este, el actual presidente, llega con su popularidad mermada luego de su mal desempeño en la pandemia y la amenaza de que no aceptará una eventual derrota.
Todo indica que Lula puede ganar en primer vuelta. Si no lo logra, volverá a confrontar con Bolsonaro el 30 de octubre, también como favorito.
La elección de Brasil tiene pendientes a los partidos, agrupaciones sociales y dirigentes de América Latina. ¿Por qué pasa eso? Un poco se explica por la propia dimensión del país -explica Luiz Naclerio Torres, docente y experto en Relaciones Internacionales- que tiene un enorme peso demográfico y político. Además, el resultado puede devolver a Brasil al liderazgo regional que tuvo antes de Bolsonaro.
Argentina tiene un especial interés por lo que suceda con su vecino -dice Torres, que es oriundo de Brasil- también porque nuestro país se ve reflejado en el clima político que se vive en estas elecciones. “Lo que está pasando con la acentuación de la violencia política en Argentina -como el atentado contra la vicepresidenta, explica-, encuentra un proceso parecido en Brasil”, donde hubo al menos tres muertos durante la campaña electoral, todos pertenecientes al Partido de los Trabajadores, de Lula. Se trata, analiza, de un proyecto de la extrema derecha, que viene “empaquetado” de Estados Unidos. Por eso, lo que suceda en Brasil va a tener importancia en la región. “Esta extrema derecha que se encarna en Bolsonaro es un proyecto que excede al personaje, va más allá de no reconocer las elecciones. No es que vaya a sacar los tanques a la calle para dar un golpe de Estado al estilo tradicional. Ese formato ya no es eficiente”, dice Torres. El proyecto de Bolsonaro, aún si es derrotado en las urnas, no va a desaparecer, afirma. “Es un proyecto político y económico ultraliberal, como el que representa el ministro de Economía Paulo Guedes, que está herido electoralmente, pero que sigue teniendo la capacidad de hegemonizar poder, que controla medios de comunicación y recursos económicos, que es capaz de usar medios judiciales”, como los que usó para destituir a Dilma Rousseff o encarcelar a Lula. Esa agenda “moralista”, que usa a la corrupción como excusa para atacar a proyectos políticos que se les oponen persigue un modelo extractivista, representa al agronegocio y quiere transformar al país “en una inmensa tienda, donde todo está a la venta”, según el analista.
En ese contexto político y económico se explica el fundamentalismo religioso de Bolsonaro, su defensa de “la familia tradicional”, el ataque al feminismo, al progresismo y a las disidencias sexuales. “Eso no va a desaparecer -dice Torres-. Va sufrir una derrota electoral, pero va a conservar resortes de poder”.
Lula aglutinó a sectores muy diversos, sumó a ultraliberales desilusionados y a evangelistas conservadores. La pregunta, ahora, es qué tanto hará para responder a esa red de compromisos que tuvo que hacer para empujarse hacia la victoria.
Violencia política: una campaña con crímenes de odio
Un nuevo asesinato por divergencias políticas en Brasil expuso la violencia que atraviesa la campaña presidencial en el gigante sudamericano, con 214 de estos casos registrados sólo en el primer semestre de este año, en un clima de tensión y miedo que analistas asocian con la campaña violenta del presidente Jair Bolsonaro y sus discursos de incitación al odio. La recta final hacia los comicios de mañana se vio alterada el lunes luego de que las autoridades reportaran el homicidio de un simpatizante del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, apuñalado en un bar en el noreste del país, por un hombre que ingresó en busca de votantes del líder del Partido de los Trabajadores (PT). Este crimen se suma a otros dos asesinatos ocurridos durante la campaña contra partidarios del dirigente progresista, que ya fue dos veces presidente y ahora corre como favorito, para indignación de Bolsonaro y sus aliados.
Pandemia: los muertos de la covid-19
Durante la pandemia de covid-19, Brasil reportó 34,6 millones de casos y poco más de 685.000 muertos desde marzo de 2020 hasta finales de septiembre de 2022, según datos de la Universidad Johns Hopkins. Algunas de las más duras críticas al presidente Jair Bolsonaro provienen de quienes lo acusan de haber causado una catástrofe sanitaria con su postura de minimizar el impacto de la enfermedad, su férrea oposición al confinamiento sanitario, a las vacunas y hasta a medidas sencillas, como el uso del barbijo o el distanciamiento social.
Los que votan: el padrón triplica a los argentinos
Más de 150 millones de personas tienen derecho de sufragio en estos comicios, en Brasil. El voto es obligatorio para todos los ciudadanos alfabetizados, mayores de edad y con plenas capacidades legales. Es opcional para las personas que tienen entre 16 y 18 años, y para quienes superan los 70 años. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2018, la tasa de participación se acercó al 80%. Los ciudadanos que no participen y no puedan justificar su ausencia se arriesgan al pago de una multa.
Lo que se elige: poder ejecutivo y legislativo
Los brasileños deben elegir, este domingo, a los que serán los 513 miembros de la Cámara de Diputados y a 27 de las 81 bancas que conforman el Senado de la Nación. Además, está en juego el control de los 27 territorios que conforman Brasil, tanto a nivel de órganos legislativos como de gobernadores. El foco está puesto en los comicios presidenciales, en los que Jair Bolsonaro aspira a prolongar su mandato, que arrancó en 2019. Su principal rival, Lula, figura como favorito en los sondeos y ya tiene experiencia en el Palacio de Planalto, con dos gobiernos, entre 2003 y 2010. La terna de aspirantes la completan otros nueve candidatos, entre los que de destacan el ex ministro Ciro Gomes y la senadora Simone Tebet, si bien ninguno de los dos ha conseguido romper la extrema polarización de los votantes entre los dos principales postulantes al sillón en el Palacio del Planalto.
Tendencias: los porcentajes que se esperan
Si se repitiera la tendencia que mostraron las elecciones presidenciales de años anteriores, con 48% de la preferencia electoral, Lula podría superar el 50% de los votos válidos, lo que lo convertiría, por tercera vez, en el presidente de Brasil. Los expertos en este tipo de elecciones y los encuestadores apuntan, además que, en la víspera de una elección que agudiza día tras día su polarización, la preferencia por el “voto útil”, especialmente en la base electoral de Ciro Gomes, podrá permitirle alcanzar el porcentaje que aún le faltaría para vencer de forma inmediata. A ese tipo de votante vienen apuntando Lula y su equipo del Partido de los Trabajadores, desde los últimos días de la campaña electoral, y a ellos fue dirigida la exposición en el último debate televisado, antes del cierre de campañas.
El recuento: respuestas en cuestión de horas
Brasil dispone de un sistema de urna electrónica que agiliza el recuento y que previsiblemente permitirá conocer al vencedor de las elecciones presidenciales en cuestión de horas. El presidente, Jair Bolsonaro, atacó de manera incansable este sistema con el argumento de que se presta para el fraude electrónico. Pero el mandatario no presentó pruebas de que el sistema estuviera “amañado” y recibió advertencias de países como Estados Unidos, de que respete el resultado.
Investidura: cómo será el traspaso de mando
El nuevo presidente, sea quien fuere el que gane las elecciones, este domingo o el 30 de octubre, asumirá sus funciones el año que viene. La investidura se retrasará casi tres meses, ya que tradicionalmente el traspaso de poderes se efectúa en Brasil el 1 de enero.
La renovación parlamentaria se producirá a finales de ese mismo mes, ya que la actual legislatura en la Cámara de Diputados concluye el 31 de enero de 2023.