Brasil, el país más extenso de América Latina y el quinto más grande del mundo, el que cuenta con más población en la región, celebra elecciones presidenciales el 2 de octubre.
La economía brasileña es la mayor de América del Sur, América Latina y del hemisferio sur; es la undécima mayor del mundo por PIB nominal y la octava por paridad del poder adquisitivo.
No es una casualidad, entonces, que los ojos del mundo estén puestos en el devenir político de este gigante de más de 217 millones de habitantes, con unos 150 millones en condiciones de votar.
Las presidenciales de este domingo enfrentan a dos modelos políticos, y el resultado puede afectar a las relaciones diplomáticas, económicas y a las políticas internas de los países vecinos.
Jair Bolsonaro, un ex militar y líder de derecha que gobierna el país desde 2019 y Luis Inácio Lula Da Silva, que gobernó el país 2003 y 2010 y que se muestra como el favorito en las encuestas, pero aún hay dudas de si podrá evitar la segunda vuelta.
Bolsonaro llega a las elecciones con actitudes cada vez más desbordadas, cuestionando el sistema electoral y sembrando dudas acerca de si aceptará una eventual derrota. Está 13 puntos porcentuales más abajo (según Genial/Quaest), que su rival y enemigo político, a quien Bolsonaro llama “ladrón” y “el nuevededos”.
Lula, que efectivamente perdió un dedo durante un accidente laboral, cuando era obrero metalúrgico, convirtió el insulto en parte de su campaña, en la que muestra su mano mutilada, manchada de petróleo o de tierra, para expresar su origen plebeyo.
Sondeos más recientes, de Datafolha, indican que Lula podría vencer al presidente populista de extrema derecha en la primera vuelta. Datafolha situó el apoyo a Lula en un 46% en la primera vuelta electoral, frente al 33% de Bolsonaro, en comparación con el 44% y 34% respectivamente una semana antes.
La popularidad de Bolsonaro se desplomó durante la pandemia de covid-19, cuando Brasil reportó 34,6 millones de casos y poco más de 685.000 muertos desde marzo de 2020 hasta finales de septiembre de 2022, según datos de la Universidad Johns Hopkins. En ese entonces, Bolsonaro también se burlaba de las campañas de vacunación, de los pedidos de distanciamiento social y se negaba a apoyar el uso de barbijo para evitar contagios.
Tras la pandemia de coronavirus, el país enfrentó una de las peores recesiones económicas de la su historia. Millones de personas perdieron el empleo, la inflación aumentó, e innumerables empresas cerraron, mientras que aumentaron los índices de hambre en el país, uno de los que produce mayor cantidad de productos agrícolas en el mundo.
Según el FactBook de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), difundido por la cadena estadounidense CNN, bajo la presidencia de Lula, a principios de los 2000, el país obtuvo un estatus como uno de los países emergentes más fuertes del mundo, luego de haber sufrido graves crisis, con una deuda externa vertiginosa, una moneda devaluada, hiperinflación de más del 200% y salarios congelados.
Sacudido por denuncias de corrupción, el ciclo de gobiernos progresistas, que siguió con Dilma Rousseff, terminó con la destitución de la presidenta, la caída de su vicepresidente, Michel Temer y el encarcelamiento del ex mandatario, como parte de la mayor investigación sobre corrupción en la historia del país, el caso Lava Jato.
Lula, quien sobrevivió a un cáncer de garganta en 2011, fue condenado por corrupción y lavado de dinero en 2017. En abril de 2018, se entregó a las autoridades federales y empezó a cumplir una condena de 12 años. En marzo de 2021, un tribunal anuló sus condenas y determinó que el juez Sérgio Moro, que había ordenado su prisión, no tenía jurisdicción para hacerlo y que, en definitiva, había actuado movido por intereses políticos.
Moro fue por un tiempo ministro de Justicia de Bolsonaro, pero luego renunció y acusó al mandatario de intentar manipular a la policía para su beneficio personal y familiar. Así, se despejó el camino para que Lula pudiera volver a la política y aspirar a la presidencia una vez más.
De cara a las elecciones, Bolsonaro ha atacado las instituciones democráticas, restado importancia a la gravedad de la pandemia y minado las protecciones ambientales en la Amazonía, además de tratar de revivir el espíritude la Guerra Fría, al pintar a los opositores como comunistas.
En contraste, la campaña de Lula ha buscado ampliar su coalición nombrando al centrista Geraldo Alckmin como compañero de fórmula, en una candidatura titulada “Unidos por Brasil”, un intento de superar las dudas de muchos brasileños hacia su izquierdista Partido de los Trabajadores.
Además, ambos candidatos trabajan a destajo para conseguir el voto de las iglesias evangelistas, esenciales en el juego de poder en Brasil, en estos tiempos.
Claves
Se vota para elegir al Presidente, a los gobernadores de 27 estados y del Distrito Federal; además de 27 senadores y 513 diputados federales.
El domingo 2 de octubre, más de 156 millones de brasileños deberán ir a votar en las eleccciones generales
Si ningún candidato logra el 50% más 1 de los votos, habrá segunda vuelta electoral. Por tradición, el balotaje se realiza el último domingo de octubre -en este caso, será el 30 de octubre- entre los dos más votados.
El proceso electoral más grande del mundo se lleva adelante con voto electrónico, obligatorio para las personas de 18 a 70 años. Es optativo para jóvenes de 16 y 17 años y mayores de 70.
Los ojos de los jefes de campaña están puestos en los estados de San Pablo y de Minas Gerais, que tienen los colegios electorales más grandes del país.