La carta de presentación de la Fundación Casa del Celíaco (Fucace) en la edición en curso de la Expo es el sánguche de milanesa sin TACC (trigo, avena, cebada y centeno) más grande y largo -al menos 60 metros- del mundo que preparó en Lules, en mayo pasado. Estimulados por ese récord, los integrantes de la ONG abrieron un stand por primera vez en la feria con el fin de informar a los visitantes sobre la celiaquía, y venderles alimentos para llevar a la casa que, según dicen, son más sanos y tan ricos como los que tienen gluten. Su objetivo es seguir conquistando público, y concientizarlo para que, por ejemplo, tome en cuenta la enfermedad y sepa que, cuando invita a comer a quienes no pueden consumir harinas comunes, debe prever un menú especial que excluya la contaminación cruzada.
Ubicado cerca del ingreso al predio de la Sociedad Rural de Tucumán, el puesto de Fucace exhibe en la primera línea unos postres llamativos tanto por el tamaño como por la presentación: al parecer, lo del sánguche no fue sobreactuación, sino el reflejo de las dimensiones generosas que maneja el emprendimiento que fundó hace poco más de un año Ariel Sanche, su presidente actual. Si de llamar la atención se trata, vaya que este proyecto lo consigue. La chef Eliana Leguizamón y sus compañeras cuentan que su ONG intenta “entrar por los ojos” para llegar a la cabeza con información y capacitación, y terminar tocando el corazón con obras caritativas. Explican que ayudan a la comunidad una vez a la semana con la entrega gratuita de panes porque un kilo de la harina que consumen las personas con celiaquía cuesta entre $ 500 y $ 600.
El equipo de Fucace consta de alrededor de 18 miembros. La cocina trabaja a toda máquina para satisfacer la demanda por mayor y por menor en el afán de expandir la penetración de los alimentos sin gluten, en particular en Concepción y el interior de Tucumán. “Tenemos una variedad infinita. Desde tiramisú hasta tartas saladas”, comenta Leguizamón. Y añade que es clave abrir el abanico porque los celíacos en general están muy limitados en sus opciones y difícilmente accedan a cosas tan corrientes como un sánguche de milanesa.
“Queremos que la gente empatice con los celíacos y no pretenda conformarlos con papas fritas. La mayoría de los restaurantes carece de una propuesta segura para este sector de la población. Ayer una señora casi se larga a llorar cuando vio nuestro stand porque nunca puede comer nada cuando sale de su casa. Van a fiestas y tienen dos alternativas: o cierran la boca o se contaminan”, añaden en Fucace. Y comentan que falta educación para entender los cuidados que requiere la elaboración de los alimentos libres de gluten. Por eso la Fundación pone énfasis en la faceta de la enseñanza de la cocina.
Uno de los mayores desafíos es el conocimiento de las propiedades de las materias primas sin TACC. Leguizamón subraya que ella tuvo que indagar y experimentar bastante para obtener una masa de empanada igual a la de harina de trigo. Si seguía la receta clásica, le salía algo duro e incomible. “¿Qué hicimos? Usamos la goma xántica y polvo para hornear para que la masa adquiera una textura más manipulable, además del resto de los ingredientes. Así conseguimos ‘la empanada normal’. La gente se sorprende con el resultado, que les gusta a todos”, relata la cocinera. Dicen que en la Expo se dieron cuenta de la necesidad de que haya una oferta sin gluten para consumir en el lugar, aunque en un espacio del predio que garantice el control de la no contaminación de los alimentos. En Fucace advierten que esas pequeñas previsiones permiten ganar la batalla contra la discriminación de quienes están obligados a comer distinto y se entusiasman con un puesto de alimentación dedicado a la celiaquía para la próxima edición de la feria.
El emprendimiento en Instagram: @fundacioncasadelceliaco