No nos une el amor, sino el espanto, será por eso que lo quiero tanto, habría dicho tal vez el ilustre vate ciego. El miedo a la muerte logró que el empleo del barbijo, como principal arma para mantener contra las cuerdas la covid, tuviera un acatamiento masivo, aunque los díscolos no estuvieron ausentes. Algunos nunca imaginaron que entrarían a un banco embarbijados. Otros creyeron que el tapabocas iba hacer realidad la sentencia filosófica: “si tenemos dos orejas y una sola boca, es justamente para oír más y hablar menos”. Lo cierto es que desde marzo de 2020, la mascarilla fue una aliada eficaz para evitar el contagio de un virus, que ocasionó mucho dolor en miles de personas que perdieron a sus seres queridos. El anuncio del Gobierno nacional de eliminar la obligatoriedad del empleo del barbijo suscitó diversas reflexiones en los hacedores de la cultura consultados.
Coronavirus: un hecho traumático para toda la humanidad“No me generó rechazo su uso, al contrario, ha prevenido otro tipo de enfermedades como los resfríos, como la contaminación del ambiente que te hace pelota. Creo que no es una medida adecuada, aunque eso depende de cada uno. En la Casa de Gobierno lo uso mucho (se ríe), en la 25 de Mayo y San Martín, hay que usar mucho el barbijo”, dice el actor Hugo Gramajo. Consideró que la mascarilla debería usarse siempre. “El virus anda lo mismo dando vueltas y aunque estés vacunado lo mismo te agarra”, afirma.
La cantante Noralía Villafañe, que trabaja en Aerolíneas Argentinas, vivió con mucha incertidumbre y miedo el comienzo de la pandemia y con incomodidad en principio el uso del tapabocas. “No sé si se va a ir en un 100% el barbijo, en lo que me concierne a mí, adentro del avión. Sí, debería ser en ciertos lugares, por lo menos, un requisito obligatorio, cuando hay un amontonamiento de gente. Me parece como prematura la medida más con todo lo que hay ahora con las alergias. Con la deficiencia del transporte público debería seguir siendo obligatorio, porque no te vas a contagiar covid y tampoco te va a entrar la tierra. Es una vergüenza el transporte público: un asco, sucio, roto, amontonados, sin frecuencia horaria”, señaló.
Escándalos y falta de higiene en el colectivoActriz y docente en una escuela rural en San Vicente, Trancas, Marcela Conticello vivió con un poco de resignación el uso de la mascarilla por miedo a contagiarse. “En el campo hay una realidad distinta, no hay tantas posibilidades de contagio; había libertad para sacarse el barbijo, porque me era imposible cantar, trabajo mucho con canciones y me lo sacaba además por una cuestión de que no podía respirar, pero es distinto al estar en un ámbito rural al ámbito urbano. En el colectivo soy la única que lo usa correctamente. La mayoría va con el celular, habla por teléfono, come, yo, por los asaltos, soy la única que va con un libro en la línea N° 5 que uso para venir a casa. En el colectivo de San Pedro de Colalao, la gente sí lo tiene puesto al barbijo, hay una conciencia mayor”, asevera. Como han bajado los casos, el contagio ha disminuido notablemente, a la artista le parece correcta la decisión del Gobierno. “Creo que lo voy a seguir usando en algunos lugares cerrados porque la gente estornuda, tose, por supuesto que en el teatro, no, porque una hora actuando es incómodo, y me parece bien que el público de teatro lo use si son salas muy pequeñas”, dice.
Natural y lógico
A la escritora y docente Mónica Cazón, el empleo de la mascarilla le pareció muy natural y lógico. “Nunca tomé la medida como algo obligatorio, era un modo de cuidarme, por supuesto, es molesto sobre todo cuando hace calor, pero hasta la fecha cargo barbijo y me parece que no solo evitamos el covid y sino otras enfermedades: una bronquitis, una neumonía, alguna patología que anda por ahí volando y cosas así, nos protege. Como yo soy alérgica, me evitó el resfrío y esas cosas por el tema de la tierra; a mí no me jodió el barbijo, al contrario”, explica. La poeta brega por la libertad en ese sentido. “Como librepensadora, no importa el gobierno que sea, creo que todo lo que signifique exigencia o prohibición, no me parece bien, entiendo que a otra gente si no le prohibís, no acata la norma. Cada uno es responsable; la desaprensión de los ciudadanos también cuenta mucho. Siempre que hay una prohibición, hay una rebeldía, pero cada uno sabrá dónde le ajusta el zapato”, acota.
El publicista y artista visual Mario Albarracín que está exponiendo sus trabajos sobre la zafra en el Virla, sintió miedo cuando llegó la pandemia. “El barbijo era como una resignación, una necesidad por un poco de ignorancia de no saber qué es lo que nos esperaba. Pasó a ser como algo común para todos, lo asimilé rápido, mi mujer que cose, empezó a hacerles para todos los chicos y después ya pasó a ser como un elemento de moda porque ya tenían de todos colores, con otros diseños. Era un elemento que te traía esa sensación de salir a la calle con un elemento que vos veías solamente en el hospital, era un cambio de vida. Espero que la decisión del Gobierno estará dentro de los estudios, de las normativas de salud. He visto que ya mucha gente no lo usa, yo que pasé por el contagio, creo que usarlo es un acto responsable, pero que ya depende de cada uno”, sostiene.
En opinión de Albarracín, hay lugares donde la mascarilla debería ser usada y más si se tienen síntomas. “Aparte de que ya no sea obligatorio, cada uno toma la decisión según le parezca, pero seamos responsables, aunque la responsabilidad es relativa. Espero que sea una decisión basada en estadísticas y conocimiento. Acordate que cerraron barrios enteros, como el de la Banda del Río Salí, donde encarcelaron prácticamente a la gente cuando casi no sabíamos nada del covid”, dice.