Las lágrimas entrecortan unos segundos la conversación. Pide perdón. La emoción le ha hecho una zancadilla al hablar de René Favaloro. “Trabajé con él desde 1981 hasta que falleció. Era como mi padre en Buenos Aires; tenía una relación muy estrecha con él. La pérdida fue un dolor muy grande para todos. Él había hecho unos tres trasplantes y había fracasado; en el país se habían hecho seis. Un par que había hecho Bellizzi, uno, Federico Benetti y tres que hizo René, todos habían fracasado, tanto es así que se había abandonado el programa de trasplante en la Argentina. El único que había sobrevivido unos seis meses, lo había trasplantado Favaloro y falleció de una hemorragia digestiva”, cuenta el doctor Sergio Perrone, uno de los referentes en la Argentina y Latinoamérica en lo que a insuficiencia cardíaca, hipertensión pulmonar y trasplante intratorácico, se refiere. El especialista rosarino en trasplante fue distinguido el viernes por la Legislatura local como “visitante ilustre” por iniciativa del legislador Federico Masso. El sábado, participó como expositor en las XXXI Jornadas Calchaquíes de Cardiología, que tuvieron lugar en San Javier.
- Probablemente, los fracasos en los trasplantes se debieron a que era una etapa experimental en ese entonces.
- Le voy a contar la anécdota. Yo era residente, hacía la guardia en la Recuperación Cardiovascular. Me llama un día Favaloro y estaba interesado en que yo haga la parte clínica de los trasplantes. Le dije: “Doctor, usted me tira una papa quemada”. “¡Eh, cómo decís eso, en Estados Unidos los pacientes viven con un trasplante, están las cosas avanzadas, en Stanford andan bien!”, me respondió. Le dije que quería ver las historias clínicas de los tres pacientes que se trasplantaron y me las llevé a casa. Soy medio maniático obsesivo, no sé si se nota. Volví a los dos o tres días a hablar con René. Le puse las historias clínicas adelante, y le dije: “Así no se puede hacer. - Así que ahora sabés cómo se hace. - No, pero estoy seguro de que así, no. Hay que cambiar ciertas y determinadas normas, hay que hacer como protocolos de trabajo, normas de cómo se tiene que evaluar, cómo hay que seguirlo al paciente, cómo tiene que tomar la medicación. Todo tiene que estar como reglamentado, tiene que salir automáticamente. Y no podemos tardar para hacerlo porque esto es rápido, el paciente quema a veces. - Decime cómo hay que hacer”. Le llevé una cosa más o menos escrita. Entonces tomó el teléfono y empezó a hablar con Norman Shumway, uno de los que desarrolló el trasplante cardíaco en la Universidad de Stanford. Y me fui a formar allí. Estuve un tiempo largo; volví acá y protocolicé absolutamente todo. Empezaba todo con los números de teléfono, porque la comunicación, el orden y el seguimiento del protocolo, son fundamentales antes, durante y después.
- ¿Qué tema eligió para su disertación en las Jornadas Calchaquíes?
- Un tema bastante interesante. Nosotros hacemos básicamente insuficiencia cardíaca avanzada que conlleva un montón de cosas, además de los medicamentos porque a veces la gente cree que solo se tiene que dar medicamentos al paciente y así se le va a arreglar la vida y el problema no es ese. Es un error que se comete desde varios puntos de vista: del paciente, de muchos colegas, de las coberturas médicas y de la sociedad, en general. A usted le duele la cabeza, va al neurólogo, le duele el pecho, va al cardiólogo, tose y va al neumonólogo, le duele la panza va al gastroenterólogo, la cola, va al proctólogo, si se golpeó al traumatólogo, pero nadie atiende al paciente completamente. El que tiene problemas cardíacos, por ejemplo, va al traumatólogo y este le da un antiinflamatorio y me viene con la presión por las nubes, descompensado y todo lo demás. Y eso es porque muchas veces los colegas no se consultan entre sí, no solo que no hacen medicina y se ocupan nada más que una partecita, sino que no charlan entre sí. Yo tengo un cuestionario de que les doy a los pacientes de unas treinta y pico de hojas. Pregunto de todo porque muchas veces el paciente se olvida algunas cosas. Y las consultas duran una hora. Le voy a hacer los comentarios no del paciente, sino de los que rodean al paciente: “¿qué hiciste una hora con el cardiólogo? Me preguntó de todo. ¿Qué te preguntó? Y me preguntó qué le pasaba a toda mi familia. ¿Y qué tiene que ver tu familia si fuiste porque te dolía el pecho o tenías la presión alta? No, me preguntó en qué trabajaba. ¿Qué le interesa en qué trabajás?” Y a la mujer le pregunto cuántos chicos tuvo, si los amamantó, si tiene antecedentes de cáncer de mama en la familia, cuándo fue la última menstruación. A todos le pregunto si tienen una o dos parejas y si la pareja es o no estable. Todo influye en la salud general del paciente. La obra social le paga 15 minutos y yo en 15 minutos no sé ni el nombre del paciente. O sea, todo el sistema está armado para que sea -cómo le puedo decir- como Jack el Destripador, todo por pedacito.
- ¿Cuál es la sobrevivida de un trasplantado?
- Mire, ayer me escribió un sacerdote que lleva 23 años de trasplantado, y hace unos 20 días se comunicó un paciente que lleva 30 años de trasplante.
- ¿Esas son excepciones o ese es el promedio de sobrevida?
- Si no hay intercurrencia, es decir otra patología, como son las infecciones no detectadas a tiempo y no tratadas adecuadamente… al paciente trasplantado, para tolerar el órgano, uno tiene que bajarle las defensas y se vuelven más propensos a las infecciones. Hay que tratar de prevenir infecciones. En primer lugar, con cuidado higiénico dietético, con vacunas, con educación del paciente. Se le dan instrucciones al paciente y a su entorno. A veces se infectan igualmente porque están con las defensas bajas. ¿Qué hacemos cuando hay una infección? Modificar el balance entre inmunodepresión e infección, entonces cuando se infectó, lo que hago es bajar la inmunosupresión para que entre la medicación que le doy para la combatir la infección y las defensas, salga de la infección, corro el riesgo del rechazo. Cuando uno ve que la infección ya está controlada, tiene que ir aumentando la inmunosupresión tampoco la puedo aumentar de golpe, es una balancita. En esa balancita uno se tiene que mover, es una cuestión muy delicada, tiene que controlar uno de cerca el paciente e ir viendo para qué lado está: si va ganando la infección vas con la inmunosupresión para que se pueda defender y si va ganando o que pueda rechazar voy a aumentar la inmunosupresión.
- ¿Qué pasa con el corazón artificial? ¿Es una buena opción a falta del corazón de un donante?
- No solo en el corazón de artificial, la medicina ha progresado muchísimo, si la aviación hubiera progresado lo que progresó la cardiología en los últimos años, estaríamos llegando a Europa una hora, más o menos, sería algo fabuloso. Hoy en día, uno trata de no llegar al fin, de no llegar al trasplante, el esfuerzo que uno hace es para no llegar al trasplante, al corazón artificial. Lo primero que hay que hacer es prevención: tabaquismo, hipertensión, diabetes, antecedentes familiares positivos, la obesidad, la drogadicción, el alcoholismo, todas esas cosas influyen en la salud y uno lo que tiene que tratar de hacer es prevenir. Prevención porque el final no es fácil; el trasplante, si bien le salva la vida, es una enfermedad que tiene menos mortalidad, podemos decir la enfermedad es un procedimiento que tiene menos mortalidad que lo que tenía el paciente con la patología cardiovascular.
- ¿Y el artificial es una solución?
- El artificial, hoy en día… hay muchos dispositivos para tratar que el paciente sobreviva. ¿Qué es lo que pasa? El corazón sano está arriba, cuando se enfermó tuvo un infarto, por ejemplo, cae hasta abajo; uno lo trata y mejora, pero nunca llegará hasta arriba, nunca vuelve al punto anterior, siempre queda un punto más abajo. Entonces, además de la medicación, hay diversos dispositivos que tratan en lo posible de detectar precozmente cuándo se va a descompensar mi paciente y al detectar tempranamente, trato la descompensación, prevengo que el paciente se descompense y no ocurre ese deterioro. Hay varios aparatitos; si a pesar de todo esto, se llega al final, cuando no hay ningún tipo de tratamiento, las opciones son dos: el trasplante y lo que hoy en día, llamamos sistema de asistencia ventricular izquierda. Lo que hacemos con unos dispositivos es tomar la sangre del ventrículo izquierdo y con una bombita la eyectamos en la aorta; hay gente que vive 10 años con esos aparatitos, que ahora son muy chiquitos. El paciente puede “vivir” normalmente, tiene que tener su cuidado: tomar la medicación anticoagulante, cuidarse de las infecciones que pueden ocurrir porque necesitan energía esos aparatitos y la energía se transmite a través de un cablecito que sale de controles compactos y de ahí a unas baterías que el paciente lleva en un chaleco y si no, en la casa, se enchufa para mantener esa bomba funcionando todo el tiempo. Se está estudiando lo que se llama transmisión transdérmica de energía, o sea, alimentar a la bomba a través de la piel, o sea, usted llevaría las baterías, pero no habría nada que salga del organismo y se conecte la batería, sino que a través de la piel se cargarían con la batería interna, por ahora son de litio.
- Por el elevado costo, el ciudadano común está aún lejos de acceder a los trasplantes. ¿Cuál es su mirada sobre este asunto?
- Me va a tener que brindar protección después de lo que voy a decir. El día que las obras sociales -y en las obras sociales incluyo a las prepagas y todo lo que es el sistema de salud-, dejen de hacer negocios sociales, todo el mundo va a tener acceso a estas cosas. Le voy a decir algo que tiene que saber; hay una obra social que es de los laboratorios, de la industria farmacéutica, económicamente está muy mal. Pregunté quién dirige esto: los dueños de los laboratorios son los que ponen los precios de los remedios por las nubes. No quiero terminar una alcantarilla, pero es la realidad.
- Hay una mitología antigua que dice que el corazón es el centro de la afectividad, del amor…
- Mire, eso dicen las chicas, yo creo que el amor está un poco más en el cerebro.