El ingeniero electrónico tucumano Ismael Chaile sostiene que la voz se impondrá al tacto y a los teclados que hoy se usan predominantemente para dar órdenes a las computadoras. El fundador de la startup Aineth identifica un gran problema, y un subconjunto de pequeños problemas en la interacción entre los seres humanos y la tecnología. “Con Aineth buscamos facilitar ese contacto. Y es una de las herramientas que utilizamos porque pensamos que la tecnología del futuro es la inteligencia artificial (IA por sus siglas en inglés) conversacional”, explica durante una entrevista remota que brinda desde Barcelona (Cataluña), donde se instaló hace más de 13 años.

Según este doctor en Microelectrónica y Sistemas Electrónicos, lo que sucedió en las últimas décadas es que los usuarios se adaptaron a los avances porque el contexto llevaba a eso. “Pero el hecho de que la única manera de interactuar con el teléfono celular sea estar tocándolo no es natural para nosotros. Lo natural es lo que estamos haciendo ahora: conversar, dialogar y hablar. Este es uno de los grandes problemas que intentamos solucionar”, refiere.

El académico graduado en la Universidad Nacional de Tucumán y en la Universidad Autónoma de Barcelona define la inteligencia artificial conversacional como el subcampo de la inteligencia artificial que utiliza un conjunto de recursos tecnológicos y no tecnológicos (como la experiencia de usuario, las reglas comunicacionales, etcétera) para permitir la interacción persona-máquina mediante la utilización del lenguaje verbal, que es el primero que los seres humanos adquieren.

A Chaile lo moviliza la posibilidad de que las máquinas puedan responder a la voz como un niño lo hace con su madre. El subconjunto de problemas que aborda está vinculado con la aplicación concreta de la solución que ofrece Aineth a negocios con necesidades y demandas específicas: “no es lo mismo la inteligencia artificial conversacional aplicada a la salud que al sector fintech (tecnología financiera). Cada vertical tiene su propia casuística, su propias problemáticas, sus propios tipos de usuarios y maneras de interactuar”.

¿Hasta dónde se puede llegar en este ámbito? El emprendedor sostiene que en los últimos años hubo esfuerzos tendientes a recrear el concepto de la empatía: “es algo típico de los seres humanos, pero no en la inteligencia artificial. Lo que venimos trabajando desde Aineth y otras empresas es lo que se llama la experiencia del usuario en la IA conversacional. El usuario quiere preguntar y que los dispositivos no le contesten ‘no te entiendo’ o ‘dilo de otra manera’, como sucede actualmente”.

VENTAJAS. “Emprender en Barcelona es emprender en Europa. Está todo muy conectado y el capital se mueve con facilidad”, explica Chaile.

Chaile imagina una inteligencia artificial capaz de entender cosas genéricas, por ejemplo, responder cuántos habitantes hay en la Argentina, pero, también desarrollar tareas más sofisticadas. Explica: “me refiero a una máquina capaz de resolver cuestiones por los usuarios. Las personas hoy pueden decir al asistente virtual de un dispositivo inteligente ‘por favor, enciende la luz’; ‘cambia el color a esta luz’; ‘pon un temporizador a esta hora’ o ‘recuerda que a tal hora tengo que entrevistarme con Irene’. Cuando el usuario pide un dato demográfico está en una interacción de tipo informativa, pero, cuando solicita el encendido de la luz, quiere una acción. Hay diferencias”.

El límite en la relación con las máquinas aparece por el lado del temor hacia lo que depare ese mundo desconocido. El ingeniero admite que los usuarios a veces tienen la sensación de una invasión en su esfera íntima y de estar siendo escuchados permanentemente. “Es una realidad que la tecnología irá avanzando en ese sentido, porque es lo más cómodo. Lo que tienen que definir las empresas y los gobiernos son las cuestiones relativas a la privacidad de los datos y de las voces. Esta información es usada por la inteligencia artificial para aprender y conocer mejor a los usuarios para, de esta manera, poder proveerles los servicios que necesitan”, opina Chaile. Según su criterio, los asistentes ya pueden llegar a aprender y a saber qué es lo que le gusta a cada integrante de una casa. “Si yo soy un poco friolento y mi pareja es calurosa, cuando el sistema detecta que estoy en casa y ella no, puede subir automáticamente la temperatura de la calefacción. ¿Por qué? Por haberlo aprendido a partir de la práctica cotidiana. No me da miedo que esto pase si se hace bien, es decir, con respeto y privacidad”, dice.

Tesis y reacción

Chaile terminó su doctorado a comienzos de 2016. Cuenta que no pudo con la sensación de que a su tesis sobre la inteligencia artificial distribuida sólo la entendían él, su tutor y los evaluadores. “En ese punto me dije a mí mismo que no quería seguir haciendo cosas que la sociedad no comprendiera. Por otro lado, soy extremadamente crítico de la experiencia del usuario que proveen las tecnologías actuales, como la web y los smartphones. En cierta manera no me siento unido con la tecnología: siento que no fluye la interacción con los dispositivos. De ahí nace el lema ‘unir personas y tecnologías’ que tiene Aineth”, apunta. Él quería que esa relación fuera más rica y para eso creó su startup.

Al comienzo, Aineth también abordaba proyectos de robótica conversacional y no sólo de software. Pero luego Chaile resolvió concentrarse en la programación. Trabajó en soledad durante un tiempo hasta que formó un equipo de cinco miembros. La compañía desarrolló juegos de voz; servicios de transporte inteligente para colectivos de Barcelona y un asistente virtual para hospedajes, entre otros productos. Y hoy trabaja en el desarrollo de una plataforma para agilizar la gestión del contenido conversacional.

Son todas propuestas que parecen futuristas o de la ciencia ficción, pero para este especialista ya hay, más allá de los mecanismos predictivos, atisbos de conductas proactivas -y no tan solo reactivas- en las máquinas que podrían llevarlas a anticiparse a un pedido del usuario, como si estuvieran adivinando su pensamiento. “Sin embargo, yo creo que aún estamos lejos de eso porque hace falta más tiempo de entrenamiento y una mayor incorporación tecnológica en los hogares”, opina.

¿Cómo es el futuro de Aineth? Su fundador responde que avizora la creación de más productos basados en inteligencia artificial conversacional que contribuyan al bienestar de las personas, y a la cercanía entre estas y las máquinas. Chaile no descarta retomar la idea original de la robótica. Aineth, por cierto, es un acrónimo que no está explicado en ninguna parte y que fue construido a partir de la “ai” de “artificial intelligence”, la “net” de “red” y la “h” de “humans”. El inventor lo explica de este modo: “Aineth significa inteligencia artificial en una red que interactúa con personas”.

Tomar el “smart money”

Se mudó a Barcelona en enero de 2009 para vivir cosas distintas y progresar, y con la esperanza de perfeccionarse. Al final, terminó dos másters, además del doctorado. Hoy trabaja en Aineth y en la casa de altos estudios de la que egresó con sus posgrados, la Autónoma de Barcelona. Regresa una vez al año a Tucumán para visitar a sus afectos, y llenarse la panza de la comida y la cocina argentinas. No dice que no volvería nunca a radicarse en el país, pero sí que a él le atraen las propuestas interesantes y con un impacto positivo para las comunidades. Esa fue la oportunidad que encontró en Barcelona.

“Esta ciudad tiene un sistema emprendedor bastante amplio. Hay muchas posibilidades de hacer procesos de incubación y de preaceleración de proyectos. Su ecosistema inversor es ágil. Emprender en Barcelona es emprender en Europa. Está todo muy conectado y el capital se mueve con facilidad. Vas a una reunión y te encontrás con personas de todo el mundo: es un lugar muy cosmopolita, lo que aporta una mayor riqueza tanto cultural como vivencial”, relata Chaile.

El fundador de Aineth asegura que podría hablar horas y horas sobre lo que aprendió en su calidad de emprendedor. Dice que si uno va a emprender algo, primero debe pasar por una introspección; componer un estado de situación personal y considerar que emprender “full time”, que es el modelo del que se las juega todas, supone carecer de un salario inicial y que quizá convenga trabajar en una empresa. “Al final, el emprendedor es el primer inversor del proyecto y el que corre la mayor cantidad de riesgos. Tiene que ser consciente de que, por hacer lo que hace, está dejando de ganar cierta cantidad de dinero, que en cada caso será diferente”, subraya.

Otra lección es que hay que aplicar la máxima apertura cuando se trata de inversión. “Es importante conversar con todos, porque algunos inversores entienden un sector y desconocen otros. A mí me pasó con lo de los juegos de voz: hablé con financistas que no lo comprendían. Pero, después, me enteré de que existía un grupo israelí de capitales de riesgo que sí entendía acerca de esta clase de cosas. Entonces, hay que hablar con todo el mundo, no quedarse con una opinión, sino escuchar y tomar las propias decisiones”, aconseja.

Para Chaile está claro que un emprendimiento debe tratar de obtener una inversión externa de la forma más rápida posible, aunque eso signifique diluir un gran porcentaje de la propiedad de la empresa: “haz que otros ingresen al proyecto, corran riesgos contigo de tal manera que tú no estés corriendo todos los riesgos solo. No importa que te diluyas porque de qué te sirve tener el 80% de algo que vale muy poco. Tal vez sea mejor tener el 10% de algo que vale muchísimo”. Para el fundador de Aineth es importante ser “menos idealista” y tomar el “smart money” disponible, que es el que, además de fondos, ofrece contactos, alianzas e integración. Sugiere: “es dinero con un plus. Cuando recién empezás a emprender, nadie te dice cómo hacer esto y equivocarse sale muy caro. Es mejor aprender con las historias de otros”.

La receta de AINETH

- Hacer con tecnología cosas significativas para la sociedad.

- Pensar al emprendedor como el primer inversor del proyecto.

- Diluir la propiedad de la empresa para compartir riesgos y darle valor.

- Conversar con todos los inversores hasta dar con los indicados.

- Aprender lo máximo posible de la experiencia ajena para pagar menos por los errores propios.

El emprendimiento en la web: aineth.com