El brote de legionella que sorprendió a Tucumán ya tenía antecedentes en el marco internacional. Un ejemplo de ello es Francia, donde la bacteria apareció de manera temprana en el año 2000 en un centro médico, provocando 12 contagios y tres muertes. Además, hubo 1.816 casos en 2019 y 1.328 en 2020. El detalle fue detectado por el arquitecto Marcos Stambole Dasilva, un tucumano de 31 años que vive en París y se dedica a la construcción de hospitales, sanatorios y laboratorios. En conversación telefónica con LA GACETA, se refirió al brote que hubo hace más de 20 años en París y contó cómo se resolvió. Aclaró que la demolición del edificio no debería ser una opción para el Luz Médica.
El Hospital Europeo Georges-Pompidou de París había sido recientemente inaugurado cuando surgió el brote. Se concluyó que “la bacteria se habría desarrollado en tramos de tubería poco utilizados, no estando el establecimiento funcionando a pleno rendimiento”, explicaba el diario Le Nouvel Observateur. “El estancamiento del agua caliente podría explicar la epidemia. El hecho de que el hospital no esté completamente ocupado, con circulación permanente de agua, puede ser uno de los factores”, había dicho el director del centro de salud parisino.
En cuanto a los orígenes, Stambole aseguró: “la legionella puede desarrollarse sólo a cierta temperatura. El agua que viene de la calle está bastante fría, pero el problema fue que los caños estaban muy cerca y el agua caliente terminó calentando el agua fría. Así se formó un espacio propicio para generar bacterias”. Las condiciones para la proliferación de este germen se dan entre 25 y 45°C.
Así como en Tucumán, los contagios se produjeron por vía inhalatoria. En un primer momento, incluso, les prohibieron a los pacientes del hospital ducharse en las instalaciones por al menos 15 días, por el peligro de contagio a través del vapor del agua. En paralelo, se empezaron a realizar tareas de desinfección sin clausurar el edificio. “A partir de ese momento hubo grandes cambios en las políticas de salubridad de París”, contó Stambole.
La gerencia emprendió la desinfección de los 100 kilómetros de tubería mediante un “choque térmico” en el que se hizo circular agua a 70°C cada 30 minutos. En un segundo paso, se introdujo cloro en altas dosis en el agua. Este procedimiento tomó alrededor de 12 días porque debía realizarse por tramos y con un posterior análisis bacteriológico. “La mayoría de los casos se diagnostican en los hospitales y la normativa prevé la desinfección de las tuberías al menos una vez al año. Además, los nuevos sistemas de climatización están diseñados para evitar cualquier contacto entre el agua caliente y el aire, lo que excluye la contaminación por esta vía”, detalla el diario francés.
En relación al brote en Tucumán, Stambole propone una solución similar. “Habría que ver cómo es la normativa en Argentina y ver hasta qué punto se toma en cuenta este tipo de problemáticas. En particular se trata de cosas que son mucho más exigentes, pero lo máximo que se podría hacer es cambiar todo el sistema de plomería. De ninguna manera hace falta destruir todo el edificio”, enfatizó.
“Si la temperatura del agua caliente es muy alta, la bacteria no proliferará. Por eso hay que calentarla a más de 70°C”, agregó.
Reiteró que la infección por legionella no es tan peligrosa para el ser humano y que, en general, convive con múltiples bacterias. “No es tan grave, el tema es que en el sanatorio hay muchos inmunodeprimidos juntos. Además, al limpiar un tanque de agua no estás limpiando las cañerías; estas tienen una mucosa en la que viven bacterias, pero hay unas más peligrosas que otras”, comentó.
En este sentido, Stambole concluyó: “es cuestión de tener un sistema de clorificación que sea propio del edificio, revisar si las cañerías son de calidad u otras medidas, pero todo está en la parte de plomería, no en la edificación”. (Producción periodística: Bárbara Nieva)