La ampliación de jornada de cuatro a cinco horas reloj en escuelas primarias es el inicio del cumplimiento del artículo 28 de la Ley Nacional de Educación. Ampliar el tiempo de la enseñanza es vital para reparar y mejorar la calidad educativa. Sabemos que la fragmentación social va de la mano de la educativa y que en cuatro horas no hay tiempo para atender el servicio alimentario, cumplir con el horario de los espacios curriculares, ceremonias de bandera y recreos. Celebro la ampliación que llegará a un total de 516 escuelas públicas, pero llamo la atención a las autoridades respecto del horario. En algunas escuelas se ha fijado de 7 a 12, sin acordarse de que son niños, menores de 6 a 11 años, que tendrán que levantarse a más tardar a las 6 y es probable que se duerman a media mañana. ¿Los directivos podrán asegurar el cumplimiento del horario del turno de entrada de cuidados de 6.30 a 7, a cargo de los docentes? ¿Podrán disponer, de 6 a 7, que el personal auxiliar efectúe la limpieza? ¿Se imaginan a los alumnos llegando en la oscuridad de las 7, de abril a agosto? ¿Se imaginan el riesgo para los que concurren solos? Una vez que fijen un horario, las mayores disputas se darán en el seno del personal, donde privará el interés particular. Estoy seriamente preocupada porque en las escuelas del radio céntrico, o a metros de la avenida Sarmiento, parece que directivos y docentes se olvidan de que un número significativo de sus alumnos concurren en transporte, ya que los padres trabajan o porque en algunos barrios nuevos no hay escuela. Me parece bien que cada escuela organice sus horarios, pero tiene que haber márgenes aceptables para esos horarios y esos márgenes nunca pueden soslayar el principio del interés superior de niñas y niños. Espero que las autoridades de Educación hagan uso de la facultad otorgada por el artículo 2 de la norma citada y se cuide la niñez en su derecho a horarios aceptables.
Susana Cristina Díaz
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