Aunque los protagonistas aparecen desenfocados, el video habla por si mismo. Dentro de un aula del Colegio Nacional (ubicado en calle Muñecas al 800), un adolescente sostiene a otro por el cuello hasta asfixiarlo. Cuando por fin lo libera, su compañero sufre un desmayo y alguien lo recuesta sobre el piso.

En los 29 segundos que dura la filmación (difundida en miles de celulares desde el fin de semana) se nota el desinterés del resto de los presentes y la vulnerabilidad a la que pueden quedar expuestos nuestros hijos. Lo peor es que no se trata de un caso aislado.

Desde inicio de año, los hechos de agresividad que involucran a estudiantes dentro o a la salida de las escuelas se volvieron una figura repetida en las noticias. ¿Qué hay detrás del “vale todo”?

“En el presente, existe un aumento marcado de este tipo de situaciones porque las paredes de las instituciones educativas ya no logran contener a los jóvenes. Ante los escasos recursos que poseen los directivos, docentes y tutores para hacerle frente a la violencia esta desborda irremediablemente en las calles”, comenta la licenciada en Psicopedagogía Silvia Bono.

En comparación a décadas atrás, la especialista recalca un cambio en el modus operandi de los involucrados. Ahora, lo que prima es el patoterismo.

“Generalmente, los estudiantes se manejan en banda y con un objetivo claro al atacar. La meta pasa por dañar a un tercero y las peleas son intencionales y premeditadas. No hablamos de riñas inofensivas porque los agresores apuntan directamente a lastimar o a lo grave”, explica.

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También resulta típico que las peleas arranquen con pocos participantes y acaben en un número muchísimo mayor. Llegado este punto, poco importa vestir el uniforme o cargar con una mochila a cuestas.

Mecanismos

¿Por qué lo hacen? ¿la juventud siempre linda con la rebeldía y el caos? Hace tiempo estas conductas eran “justificadas” en la necesidad que poseen los adolescentes de integrar grupos para diferenciarse o asemejarse a sus pares. Sin embargo, la teoría pasó a considerarse arcaica.

“En la actualidad ese sentido de pertenencia se distorsionó. Las patotas no contemplan gustos musicales o intereses afines que aglutinen a sus miembros. Al contrario, su lógica apunta a subir escalones y sentirse grosos en comparación al resto”, agrega Bono.

Repartir las culpas

Profundizar en las causas que conducen a la violencia escolar implica repensar las conductas que aprenden los chicos en sus casas.

“Dentro del seno familiar prima la falta de límites, la desatención y la ausencia de ejemplos positivos. Además, los roles de autoridad (en los colegios y en el hogar) perdieron fuerza. Bajo la visión de los jóvenes, los líderes de sus clases contemplan mayor poder o merecen más respeto que los docentes o directivos”, resalta la psicóloga Claudia Páez.

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Por otra parte, hay ocasiones en que los mismos padres se vuelven los agresores. Sobre este tema, el registro de videos en los cuales golpean o insultan a profesores abundan en la web.

En un segundo plano, Bono alude a la influencia que poseen los estudiantes mayores.

“Las instituciones educativas permiten que los alumnos que superan los 18 años o repitieron de curso continúen con el cursado regular. Acá, las diferencias de mentalidad pueden jugarnos en contra. En muchas peleas realizadas por chicos de 16, 17 o 18 años aparecen al lado alumnos de mayor edad que los incitan o lideran los enfrentamientos”, advierte.

En el ida y vuelta de culpas, ambas entrevistadas suman la actitud y posición desinteresada de algunas escuelas y colegios tucumanos.

“Las instituciones suelen quitarse responsabilidad porque los sucesos ocurren fuera de su jurisdicción (en la vía pública). No obstante, ellas no lograron identificar los idas y vueltas que si se gestaron en sus espacios. Al hacer oídos sordos a las amenazas de ‘te voy a hacer cagar’ o ‘te espero en la esquina’, son cómplices o seudocómplices de los resultados de las peleas”, acota Bono.

En Famaillá, una adolescente fue agredida en el curso

Enfrentamientos escolares que acabaron con graves heridos

Sólo en este mes, se registraron tres casos preocupantes:

- En Famaillá, una adolescente de cuarto año fue agredida por una de sus compañeras y una alumna de otra institución educativa. Antes de ser golpeada, la menor recibió una amenaza por celular que decía “te estamos esperando”.

- Dos grupos de jóvenes (todos los participantes de entre 16 y 18 años) tuvieron un pleito en la zona de la avenida Mate de Luna y Thames. La escena acabó con un adolescente hospitalizado debido a una fractura de mandíbula, politraumatismos y cortes por un arma blanca.

- Frente al Instituto General San Martín (25 de Mayo al 300), algunos de sus estudiantes y miembros de otros colegios se vieron envueltos en una gresca. Al día siguiente, la patrulla urbana de la Policía debió custodiar la salida de los alumnos al mediodía para evitar nuevas agresiones.

También el archivo acerca otros casos graves, como el de mayo de 2017, cuando dos estudiantes del Gymnasium fueron apuñalados a metros de la esquina de 25 de Mayo y Santiago del Estero. Uno de ellos -Matías Albornoz Piccinetti- falleció producto de un puntazo en el corazón. Y en septiembre de ese año, más de 20 alumnos de varios establecimientos se pelearon en la zona de la plaza Urquiza; volaron botellas, piedras, naranjazos y golpes de puño. Luego, siete menores y dos mayores fueron detenidos.