“El decreto-ley del 22 de agosto de 1966 dispuso el cierre de siete ingenios azucareros con el fin de desmantelarlos. Representa la fecha simbólica de una catástrofe social y económica, cuyo tiempo de gestación es más largo (1955-1972), con resultados impactantes: la clausura de 11 unidades fabriles, de las 27 que funcionaban en 1966. Pocos tucumanos saben cómo se cerró cada ingenio o cómo se salvaron otros”, comenta la doctora en Historia María Celia Bravo, coordinadora del libro “Los pueblos azucareros frente al colapso. Resistencias locales al cierre de ingenios en Tucumán”, que acaba de publicarse. Junto con ella participan de la obra por Ignacio Sánchez, Leandro Litchmajer, Florencia Gutiérrez y Lucía Santos Lepera.
En el trabajo se analiza desde una perspectiva local el devenir de tres fábricas y de sus respectivos pueblos azucareros. Según comenta Bravo, el primero es el ingenio Santa Ana, que se cerró por el mencionado decreto, a pesar de que los trabajadores venían luchando por salvar la fábrica desde 1958, en el marco de un clima tumultuoso, signado por la división del sindicalismo azucarero y las diferencias en torno del parcelamiento de las colonias, decidido por la intervención provincial en 1962.
“La contracara de este proceso fue la experiencia del pueblo de Bella Vista, liderada por la Comisión Prodefensa local, que impulsó formas originales de protesta (huelgas de hambre, procesiones, actos y movilizaciones) que alcanzaron amplia cobertura nacional. Lograron crear una cooperativa de trabajo que administró las zafras de 1969 y 1970 y posteriormente promovió la incorporación del ingenio a Conasa, empresa estatal creada en 1970” (en la foto, el ingenio Bella Vista).
El tercer pueblo es San Pablo, cuyo ingenio no estuvo amenazado por el cierre, pero “su sector laboral afrontó numerosos despidos, resistidos por la población guiada por sacerdotes del movimiento del tercer mundo y la dirigencia sindical de base”.
La doctora Bravo destaca que la obra reúne investigaciones fundadas en la perspectiva local, que permiten superar una visión generalizadora del cierre de los ingenios y avanza sobre los efectos de la política azucarera en cada unidad fabril, sobre la base de estudios de caso. “Este enfoque permite recuperar actores concretos operando en el territorio: trabajadores, dirigencias sindicales, comisiones prodefensa, cooperativa de trabajo, curas párrocos, vecinos, incluso industriales, que resistieron según sus particularidades la política azucarera de la dictadura”, explica.