Se canta para olvidar, para rendirle tributo a la belleza del mundo o por nuestras emociones, para apaciguar las injusticias que pesan en el pecho y -como ocurrió ayer- para unirnos a través de la música y preservar nuestro patrimonio inmaterial.

En la tarde, mientras empezaba a nublarse, se realizó la sexta edición del Paseo de la Zamba, el evento anual organizado por la Municipalidad capitalina. El objetivo se deja entrever en su propio nombre: crear un espacio en el cual la zamba (en danza, en canto y en espíritu) sea la máxima protagonista.

Media hora antes de las 16, la plaza Belgrano cambiaba -sin prisas- su imagen habitual. A los deportistas y los estudiantes ociosos los superaban en número las mujeres con cabellos ensortijados en trenzas chinas y rodetes y los hombres vestidos con trajes gauchos. Después de los últimos retoques, ellos serán quienes le darán vida a nuestras raíces.

Y esas tradiciones se expresan sin distingo de edad. Tomi Argañaraz tiene siete años y es la segunda ocasión en que participa de este “zambódromo urbano tucumano”. “Me gusta mucho bailar y siempre participo de los actos patrios de mi escuela o cuando me invitan a otras”, afirmaba.

Su historia con el género arrancó incluso previo a nacer. “En casa todos, menos yo, practican danzas folclóricas; hasta mi mamá de 62 años lo hace con una energía increíble. Disfrutar de las melodías autóctonas no conoce de edades o tipos de cuerpos, se trata de sentimientos”, comentaba Claudia Gonzalez, madre del pequeño entrevistado.

Para Tomi, la ocasión se disfrutaba el doble al estar con su tío Marcos Suarez. Él es profesor de El Bagualero, una de las tantas academias que participaron del homenaje.

“Este paseo representa una oportunidad muy linda para los más chicos. Este año nuestra cantidad de alumnos en el grupo infantil (de entre cinco y 13 años) aumentó. Entre los comentarios de sus padres sobre por qué los inscriben aparece constantemente el deseo de que sus hijos aprendan sobre las tradiciones y herencia local”, indicaba el profesional.

Listos para partir

Basta una orden desde un micrófono para que las 25 agrupaciones autoconvocadas e incontables vecinos inicien la peregrinación. En una hermosa primavera anticipada, por las calles no faltaron las polleras revueltas por los asaltos y el viento, las cintas albicelestes y el retumbar de los bombos. A la cabeza de la marcha, la imagen de Nuestra Señora de La Merced acompañó cada paso de los presentes, como en otra época lo hizo con nuestros próceres. Las honras a la Generala del Ejército Argentino y a José de San Martín (en la proximidad del aniversario de su muerte) también fueron parte de la jornada disfrutada por familias enteras, aprovechando el feriado.

“Uno de los motivos principales por los cuales la gente disfruta de esta clase de eventos es por su poder para revalorizar la tradición. Nos gusta mucho ver la cantidad de jóvenes que hay”, destacaba Graciela del Prado, integrante de Bombos del Pueblo. Entre la multitud, el grupo se distinguió por portar una wiphala en cada instrumento y un poncho sobre los hombros.

“Dejando de lado las celebraciones, nosotras solemos reunirnos y practicar en la plaza Belgrano. Muchos se sorprenden cuando nos ven o escuchan porque la mayoría de las que tocamos el bombo somos mujeres. Escuchar su sonido nos traslada y tiene un componente místico que se mezcla y le da mayor fuerza a los cantos o los bailes”, aportaron Alicia Rodríguez y Gladys Rivero, otras de sus miembros.

El trayecto elegido hasta la plaza San Martín (simbólicamente la caminata desde la plaza Belgrano recreaba el abrazo entre los dos próceres) constó de cuatro paradas en las esquinas, para entonar canciones características y simbólicas del folclore vernáculo. Así se sucedieron “Al jardín de la República”; “Zamba del grillo”, “Nostalgias tucumanas” y “Luna tucumana”, en sus expresiones a viva voz.

Apuesta completa

Aunque los árboles ya se divisan cerca, llegar al lugar de destino no acabó con la fiesta. En el centro de la plaza San Martín un escenario invita a seguir con los agasajos y convoca a una grilla aún más grande de cantores.

Sobre sus instalaciones, algunos artistas ya reconocidos en la provincia se hermanan con autores nuevos (muchos todas composiciones propias que circulan en CD y en las plataformas de música) y algunos tucumanos que servidos de la emoción deciden entonar algunas estrofas a cappella.

Previo a seguir con las presentaciones, para conmemorar la última ronda del Paseo de la Zamba, los conductores hacen un pedido especial al público: cerrar los ojos para dejarse llevar por el ritmo del último tema previsto para unir nuestra historia con el presente.

Es entonces que cientos de pañuelos blancos empiezan a agitarse por lo alto y los gritos (con mayor o menor timidez) repercuten en cada rincón de Barrio Sur.

- ¡Que viva la zamba!

- Viva.

- ¡Que viva Tucumán!

- Viva.

- ¡Que viva la Argentina! Que nuestra identidad perdure y logremos unirnos.

- Viva.