Más fideos y arroz, menos leche, casi nada de carne, muy pocas verduras y frutas. Eso es lo que ponen en sus mesas muchas familias afectadas por el impacto de la inflación y la crisis económica. Entre quienes pueden variar un poco más sus platos, la realidad no es menos preocupante: las harinas y las grasas aparecen mucho más de lo que deberían en los menúes.
Una gran parte de la población tucumana no tiene una alimentación de calidad, coinciden los nutricionistas, que hoy celebran su día. Y aprovechan esta jornada para mostrar su preocupación ante el aumento de las tasas de obesidad y sobrepeso en la población.
Las dietas (si entendemos este término como el régimen alimenticio de una persona, sea cual sea, no necesariamente para bajar de peso) son monótonas e incluyen muchos productos de alto contenido graso. El principal consumo está conformado por harinas, panificados, papas y cortes de carne con alto contenido graso. En contraposición, el consumo de alimentos saludables y esenciales, como las frutas, las verduras, las legumbres y el yogur, sigue siendo muy bajo en relación con las principales recomendaciones de entidades y organismos internacionales, sostienen los expertos consultados.
El top 10 de los alimentos
Dentro del “top 10” de alimentos más consumidos están la papa, el pan, el pollo, la leche, la cebolla, el azúcar, la banana, el arroz, los fideos y la carne. Además, es alto el porcentaje de snacks, harina y golosinas.
“La alimentación no es equilibrada, es poco variada y en ella predominan alimentos con alto aporte calórico. Los que más se consumen son los alimentos ricos en grasas saturadas, sodio y azúcares. Esto explica por qué seis de cada 10 argentinos tiene sobrepeso u obesidad”, explica la licenciada en Nutrición Lucía Vallejo Trejo, coordinadora académica de la diplomatura en obesidad de la UNSTA.
Las cifras corresponden a la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, elaborada por el Ministerio de Salud en 2019. Si sumamos a las personas con sobrepeso y obesidad, el total involucra a más del 60% de la población. Estas cifras, se cree, aumentaron durante los dos últimos años, en contexto de pandemia. En Tucumán, ya estaría alcanzando al 70% de los mayores de 18 años.
“Hay un alto consumo de hidratos de carbono, que se expresa por el consumo de productos panificados bajo en fibras, bebidas y alimentos azucarados con un inadecuado aporte de proteínas de alto valor biológico y bajo el consumo de grasas saludables. Los argentinos comemos de una manera monótona, que se repite mes a mes: arroz y fideos, papa, pan blanco, pollo, leche, azúcar y una fruta ( banana)”, describe Francisco Donofrio, médico nutricionista y referente del programa de atención integral de obesidad de la provincia.
Señala que más del 70 % de la de población tiene bajo consumo de frutas , verduras, legumbres, pescado y probióticos (yogur). “Esto genera malnutrición por exceso de calorías, obesidad y deficiencias de nutrientes”, apunta.
Qué cambiar
“Los que deberíamos aumentar -sostiene Vallejo Trejo- es la frecuencia de consumo de las frutas y las verduras, ya que la encuesta refleja que solo el 6% de la población cumple con las recomendaciones”.
El reciente estudio “¿Cómo comen los argentinos?”, elaborado por CEPEA, señala que el 85% de la población argentina no tiene una alimentación de calidad. La inflación que se incrementa cada mes y la escasa concientización al respecto tienen mucho que ver con esto, admite Vallejo Trejo.
Coincide con ella Donofrio. “La situación de alimentación monótona y poco saludable se agrava por el proceso inflacionario que sufre la Argentina, por lo que es imperioso que haya políticas públicas de educación alimentaria y nutricional. Lo que más aumenta de precio es lo que mejor nutre. Los alimentos saludables tienen un crecimiento del costo promedio anual del 60% mayor que panificados y harina; es mayor aún la brecha con los productos azucarados (informe del CEPEA 2022). Por ello, los alimentos saludables deberían tener subsidios por parte del Estado y una disminución de la carga de impuestos”, propone.
Claramente el acceso a ciertos alimentos nutritivos se ve afectado por el costo, señala la licenciada Eliana Rodríguez, que ha notado un gran incremento en las consultas durante la pandemia. En este contexto inflacionario, según la especialista uno de los principales desafíos que tienen la mayoría de los profesionales es hacer una educación alimentaria nutricional teniendo muy en cuenta los recursos del paciente.
“Si bien sabemos cuales son los alimentos más saludables, tenemos que tener en cuenta la economía familiar y el dinero que disponen a la hora de hacer un plan. Si me baso solo en recomendar lo que debería consumir alguien sin considerar su situación económica, será muy difícil de llevar adelante”, opina. En estas circunstancias, plantear pequeños cambios, de a poco, es la clave para mejorar la alimentación de un paciente, para que sea más variada, equilibrada y sostenible en el tiempo, remarca.
Entre las recomendaciones que da, figuran estos cuatro consejos básicos:
1- Incorporar más verduras y frutas, aprovechar “economía mediante”, la estacionalidad de vegetales y hortalizas.
2- Reemplazar cereales refinados por legumbres o cereales integrales.
3- Sumar a la dieta yogures para diversificar el consumo de lácteos
4- Sumar el aporte proteico de las carnes y huevos.
Desafío
Vallejo Trejo insiste en señalar que hay serios problemas en la calidad de la alimentación y que esto es transversal a toda la sociedad. Probablemente la solución pase por una política definida en materia de alimentación. “Cambiar los hábitos alimentarios de una comunidad requiere de muchas estrategias. El desafío es incluir la mirada técnica del licenciado en nutrición en todos los equipos interdisciplinarios de salud y en todas las áreas y mesas de trabajo multisectoriales de abordaje”, propone.
Otro desafío, según Rodríguez, es cambiar la percepción que tiene la población sobre las dietas. “La gente cree que estar a dieta es comer feo; debemos crear conciencia sobre adoptar un modo de alimentación saludable como una forma de vida para estar bien”, sostiene.
Entonces, ¿debemos cambiar la representación social de lo delicioso? “La clave es ampliar esa representación a otros alimentos nutritivos y fomentar su consumo con preparaciones atractivas. La alimentación no es un campo de batalla donde están los alimentos buenos y malos. Es la combinación de todas las posibilidades que tenemos para alimentarnos y que nos permitan mantener un buen estado de salud”, añade Vallejo Trejo.
Hoy la población tiene demasiado acceso a información. Y la gran mayoría sabe qué es comida saludable y qué no lo es. “Pero no es suficiente con estar informado. El primer paso es que la persona tome la decisión y el compromiso de cuidarse. El nutricionista guía y acompaña en el proceso”, apunta, preocupada también por el incremento de consultas relacionadas con la obesidad y el sobrepeso.
Por otro lado, está aumentando la cantidad de veganos, vegetarianos o “flexitarianos”, muchas veces impulsados por las redes sociales. ¿Cómo se analiza este fenómeno? “Es una tendencia mundial con buenos resultados para la salud y el medio ambiente. Hay que aumentar más el consumo de proteínas de origen vegetal provenientes de legumbres. Con respecto a las carnes, hay que limitar su consumo y elegir preferentemente pescado y cerdo”, propone.