Evitaremos horribles y trilladas metáforas alusivas al autor más celebrado de la literatura latinoamericana, del tipo “un pedazo de Macondo en Barcelona”, porque no tiene nada que ver con eso. Neus Castellano, la directora de la Biblioteca Gabriel García Márquez, dice que el espacio ha sido concebido más como un servicio para los 55.000 habitantes de San Martí, Verneda y La Pau, los distritos más próximos a esta maravilla arquitectónica, una caja de formas irregulares recubierta de madera y cristal, donde la luz natural traspasa e interactúa con los diferentes habitáculos que parecen moverse, como extremidades de un organismo vivo. “Desde este punto -dice en un alto sobre las escaleras que conforman los niveles internos- ves a la gente caminar sobre dos calles distintas; en definitiva, es muy transparente”, sostiene, un poco más aliviada tras la inauguración, acerca de un proyecto que demandó más de veinte años en concretarse.

Para eso lanzaron el programa “kilómetro América”, uno de los pilares de esta biblioteca de exclusiva divulgación de literatura latinoamericana -eso es lo que la distingue de otras- a fin de que los lectores lleguen a los nuevos autores de la mano de los nombres consagrados. Sí, el boom, por supuesto, pero sobre todo una nueva generación de narradores que hoy surfean una ola que no ha parado de crecer. “Es un mini boom”, dice Neus, en alusión al guiño editorial con los nombres que pueblan las estanterías y las reseñas de prestigiosas publicaciones literarias. A diferencia de aquel boom, integrado exclusivamente por señores (capitaneados por Gabo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortázar) este movimiento tiene cara de mujeres de voces originales y potentes. Las argentinas Samanta Schweblin y Mariana Enríquez o la mexicana Valeria Luiselli, por citar algunas. “No sólo pasa con las latinoamericanas, está la italiana Elena Ferrante o la catalana Irene Solá, Eva Baltazar o Milena Busquets, entre otras. La literatura, debería ser más sensible respecto a la visualización de las mujeres como autoras”, afirma Neus.

Pero ¿Existe verdadero interés de los lectores europeos? “Siempre hemos tenido un referente, más allá del boom. Ya fuera Laura Restrepo, Isabel Allende, Laura Esquivel, Pedro Mairal o Martín Caparrós. Ahora mismo Patricio Pron o Enríquez. Todos se han ido incorporando. Hace dos años, La uruguaya de Mairal fue un suceso en las librerías de Barcelona, lo pedían en lugares donde no había autores latinoamericanos”, cuenta Neus.

¿Que buscan los españoles en nuestra narrativa? “Los lectores siguen llegando por referencias y muchas veces por publicidad. Siempre hubo mucho marketing editorial pero el boca-oreja continúa funcionando, por eso los premios que se dan por lectores terminan siendo grandes sorpresas. Con los autores latinoamericanos no hay todavía una continuidad en el lector sino que existen estos mini boom, o sea no se ha hecho una verdadera pedagogía respecto a los latinoamericanos”.

Un ciclo de estudio de Gabo

“Después del verano empezaremos por explicar de nuevo García Márquez -porque el público se renueva después de todo-, el realismo mágico, y seguiremos con otros autores imprescindibles”, adelanta la directora.

La primera edición española de Cien años de Soledad con la cubierta en rojo y azul de Vicente Rojo (la legendaria edición argentina de Sudamericana ilustrada con el galeón) está preservada en una vitrina junto a los pescaditos del Coronel Buendía; las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia aparecen con la edición en catalán y japonés y, en otro estante, están las traducciones en inglés y griego cubiertas por las hormigas que se llevan al último de la estirpe Buendía nacido con cola de puerco, la profecía del gitano Melquíades. También hay ediciones en árabe, hebreo y coreano, entre las 51 traducciones que tuvo la novela.

Nos reservamos para el final, la génesis de la biblioteca que, lejos del realismo mágico, es derivación de una sostenida planificación. Aquí en Barcelona, el colombiano vivió desde el 67 al 75 con el éxito y la gloria sobre sus hombros, después de ejercer un periodismo muy peculiar en Bogotá y Cartagena y más tarde, morirse casi de hambre en un piso de Paris donde escribió El Coronel no tiene quien le escriba -para él, su novela más perfecta- como catarsis, compartiendo la ilusión del protagonista por una carta que no llega nunca. El éxito llegaría en Argentina, un país a donde Gabo no volvería más tras la presentación de Cien años de soledad, según él mismo explicó –y eso sí que es realismo mágico-para no romper el sortilegio del éxito. “Allí empezó y allí también podría abandonarme”.

El nombre del autor estaba propuesto desde 1998, dentro de la red de bibliotecas públicas de Barcelona, cuando se diagnosticó que la ciudad tenía un déficit de espacios de lectura. Se realizó por ese motivo una planificación que se extendió hasta el año 2010. El proyecto, sin embargo, se prorrogó, pese a ser en los papeles, según una encuesta, el servicio más valorado por los ciudadanos, después del de los bomberos.

“La idea original era que un vecino de la ciudad tuviera una biblioteca a 20 minutos a pie de su casa como máximo, por lo que se desplegó una red que hoy llega a 40 bibliotecas y también de 40 mercados. La otra vez decía, alimentamos igual el cuerpo y el alma”, dice sonriente Neus.

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Sergio Silva Velázquez – Periodista y escritor.