El Centro Integral de Microscopía Electrónica (CIME) acaba de celebrar sus 40 años, toda una vida dedicada a ofrecer servicios a la más amplia gama de usuarios, tanto del sistema científico-académico como de los sectores sociales y productivos de la región. Nació en 1982 con el nombre de LameNoa (Laboratorio de Microscopía Electrónica del Noroeste) y bajo la dirección del doctor Ricardo Santolaya. Tiempos en los que funcionaba en dependencias del Instituto de Química Biológica de la UNT. Desde entonces su expansión fue notable, en equipamiento y en formación de recursos humanos.

“Había dos microscopios, uno de barrido y uno de transmisión. Con el pasar de los años el laboratorio fue creciendo y se compraron dos microscopios más, de última generación”, destaca Luciano Martínez, bioquímico y farmacéutico, responsable técnico de la institución. Fue en 2010 cuando LameNoa se convirtió en CIME. La actual directora y responsable científica, Virginia Albarracín -por estos días en Alemania- asumió el cargo en 2015. Y en 2018 se concretó la mudanza a las instalaciones de Finca El Manantial, sobre el Camino de Sirga. Nacido de la colaboración entre la UNT y el Conicet, cuya doble dependencia mantiene, el laboratorio siempre apuntó a colocar a Tucumán en el mapa de los centros pioneros en microscopía electrónica de Argentina y de Sudamérica.

GUÍA PRÁCTICA. Manuel Siñeriz explica cómo funciona el equipo.

Cuenta Martínez que la variable que provocó que LameNoa pasara a CIME es la formación de recursos humanos. “Cuando se comenzó a adquirir otros equipamientos empezamos a trabajar en la investigación. La formación de los recursos humanos es lo que hace del laboratorio una referencia a nivel nacional”, explicó. Destacó además que la característica principal es que se trata del único instituto del NOA que trabaja con microscopios de transmisión: “el microscopio de barrido se utiliza para observar las superficies de las muestras, el de transmisión se utiliza para ver el interior de ellas. El de barrido es el que más se emplea, mientras que el de transmisión no es tan común; en el NOA somos el único centro que lo tiene”.

Martínez apunta que el laboratorio recibe muestras de distintas provincias, principalmente Santiago del Estero, Catamarca, Salta y Jujuy. “Se trabaja principalmente en muestras de todo tipo de bacterias. Se analiza la morfología, la ultraestructura, cómo responden a un tratamiento, entre otras cuestiones”, detalló. Además, trabajan con laboratorios dependientes de Conicet, hospitales de la provincia y algunas clínicas del ámbito privado.

La metodología de trabajo es compleja y protocolizada. “Trabajamos en habitaciones tipo jaulas para que no nos lleguen radiaciones electromagnéticas que interfieran con el equipo. Si cerramos la puerta, ni siquiera hay señal de celular. También tiene un piso antivibratorio para evitar que se mueva la columna”, explicó el biólogo Manuel Siñeriz, personal de apoyo de Conicet.

En un recorrido, los investigadores mostraron a LA GACETA el funcionamiento de la maquinaria. En cuanto a microscopía de transmisión, Siñeriz es el más capacitado. “Se ve de todo; hasta átomos, en forma de pelotitas. Hay que saber de biología e histología, no es tan intuitivo como el otro (de barrido). Hay que conocer mucho, pero es realmente un mundo muy lindo y que solo con un equipo así se puede ver”, agregó.

Antes de iniciar cualquier análisis, la preparación de la muestra es fundamental. “La muestra debe ser delgada, 10.000 veces menos que un milímetro. Este proceso lleva tiempo y se hace para que los electrones atraviesen la muestra y se comparta una proyección en la pantalla, es como una diapositiva”, detalló Martínez. Asimismo, comentó que se requiere al menos un año de capacitación para trabajar en ese ámbito. (Producción periodística: Bárbara Nieva)