Nació con la patria. Fue el punto de partida que motivó las ansias independentistas y acompañó luego la vida cotidiana de los argentinos hasta el presente. “Hoy no hay guita ni de asalto y el puchero está tan alto que hay que usar el trampolín. Si habrá crisis, bronca y hambre que el que compra diez de fiambre, hoy se morfa hasta el piolín. Hoy se vive de prepo y se duerme apurado, y la chiva hasta a Cristo se la han afeitao. Hoy se lleva a empeñar al amigo más fiel, nadie invita a morfar, todo el mundo en el riel...”, escribe en 1933 Enrique Cadícamo en “Al mundo le falta un tornillo”, tango con música de José María Aguilar, cuando la Década Infame democratizaba una vez más la mishiadura entre los argentinos. Inflación, dólar, mercado, remarcación de precios… una historia tan conocida como correr la liebre. La carestía de la vida enflaquece cada vez más los bolsillos. La realidad económica golpea a los trabajadores que apelan a ajustarse el cinturón para repechar esta nueva crisis. Unos creen que “nos vamos al tacho” y otros, que el agua no llegará al río porque siempre que llovió, paró.

“Estoy en este lugar hace dos meses. Hay que luchar para llegar al final del mes, vender el día a día, no da para ahorrar ahorita. La venta está muy pésima. Antes estaba en otra parte, vendía comida, ahora vendo ropa. En la comida, se ve la ganancia en el día, pero en la ropa no, va surgiendo de a poquito, como estoy empezando recién me está costando. Compro la ropa al contado y vendo. El panorama sinceramente está mal, cada vez la situación está peor y aparte está subiendo el dólar y no nos da para ahorrar. Apenas llego a fin de mes porque pago alquiler, pago los gastos de la escuela de la niña, es mucho gasto, ¿me entendés?”, dice Elba, madre soltera con una hija de siete años, oriunda de Bolivia, que tiene su puesto en la vereda de avenida Avellaneda primera cuadra.

Ni para la Ciudadana

“Lo que recauda hoy no te alcanza para la noche ni para mañana. La situación actual es impresionante, no se puede vivir, es imposible. Yo he aportado 38 años, para qué, para cobrar la mínima que significa 36.400 pesos hoy, no sé más tarde porque capaz que me descuentan. No te alcanza para nada, no me queda ni para la tarjeta Ciudadana porque hoy tenemos precio, mañana, otro y lamentablemente, no hay posibilidad”, expresa Ramón Lazarte, de 74 años, que atiende la fotocopiadora de su hijo en Chacabuco al 400.

El jubilado, ferviente hincha de los decanos, sostiene que el negocio de las fotocopias tiende a desaparecer. “La necesidad diaria es impresionante, todos los días veo dos o tres cirujas nuevos, que antes trabajaban por su cuenta o se las rebuscaban. Hoy en día, estamos condicionados por el Estado por todas partes. La presión impositiva en el negocio es impresionante, estábamos exentos en la época del comienzo de pandemia con el tema del monotributo; el que no tiene negocio, no sabe la situación del comerciante. Hoy vendemos para subsistir; acá subsistimos porque no pagamos alquiler, si no, nos tendríamos que fundir”, comenta. “Siempre hay un impuesto nuevo, son impuestos de emergencia que no pueden ser para toda la vida, la misma palabra lo dice, son de emergencia, pero pasa la emergencia y seguimos pagando el mismo impuesto de por vida, entonces no se puede subsistir. Es una pena tremenda la situación del país. Esto no se soluciona más, es una bola de nieve que no se la detiene con nada”, dice indignado.

Hace seis años que trabaja en la calle y nota la merma en la actividad desde la pandemia. “Son pocos los clientes que han regresado desde entonces. Está difícil llegar a fin de mes. Trabajo con mi hermana; tengo un hijo y ella dos, vivimos juntas y compartimos los gastos. Solo trabajamos durante el día, a la noche se trabaja bien, pero es muy peligroso. Claro que me gustaría dejar esto, pero no consigo otro trabajo que me permita criar a mi hija y vivir. Hace tres días, se nos rompió la heladera que es casi nueva porque la compramos hace unos cuatro años, el arreglo nos cuesta $ 50.000, no sé qué vamos a hacer. Hace un tiempo, un cliente me robó la plata del bolso que lo había dejado abierto. Son cosas que ocurren pero, por suerte, hasta ahora nunca me golpearon o me hicieron daño. Hace unos días, dos motoarrebatadores le arrancaron el bolso a mi hermana, si no lo soltaba la arrastraban por el pavimento”, cuenta Nina, de 35 años.

Condenado a trabajar

Cantor, bombisto, docente y constructor de bombos de conocida trayectoria, Carlos Valdez Toledo le pone el pecho como puede a la carestía. “Muy difícil llegar a fin de mes. Tengo que seguir trabajando, haciendo cosas para que la plata me alcance. He cobrado los 36.000 pesos de la jubilación, con esa plata no hacés nada, entonces estoy condenado a trabajar, a seguir trabajando en lo que yo hago, mientras Dios me lo permita. Cumplo 75 años ahora en agosto y qué querés que te diga, ya estoy cansado. Ya no quiero ni entrar al taller, ya no quiero enseñar, pero me veo obligado. Para colmo se me han reducido la cantidad de alumnos, solía tener 12, ahora solo cinco y se nota la diferencia, que es muy marcada. O sea que aparte de la jubilación, hay que trabajar en otra cosa porque si no uno no llega. Yo tengo la suerte de que, por lo menos, estoy sano. Me imagino las vicisitudes que deben pasar los jubilados que no tienen otra actividad, lo tremendo que debe ser para ellos vivir en un país como este, donde el jubilado está totalmente olvidado”, comenta.

Hace pocos días, “El Pelao” que brindó un amable recital en familia con sus hijos músicos en el Julio Cultural de la UNT, estima que va a ser difícil salir de esta situación. “Me duele horrorosamente cada cola que veo en el correo, en los bancos, gente muy joven cobrando planes y esa es plata improductiva, plata que se va y son millones de personas en todo el país que están cobrando, sin producir absolutamente nada. ¿Qué país puede salir de una crisis económica cuando tiene una altísima proporción de población subvencionada? A los jóvenes les han quitado la dignidad de poder ganar su plata, con la que ellos puedan vivir, comer y sentirse dignos de su trabajo, de su producción”, dice.

Diseñador gráfico, artista visual, la realidad tampoco es muy cordial con Mario Albarracín. “El tema está muy complicado. Ya desde de la pandemia, uno se ha ido acomodando porque yo como diseñador gráfico y que trabajo con la creatividad, ha mutado mucho el diseño. Hoy en día, todo es marketing digital, la creatividad, por ejemplo en los diarios, ha cambiado porque hoy es mucho más rápido hacer un flyer que va por WhatsApp, que algo que tenés que mandar a la imprenta y esperar que lo impriman. Se ha llenado el mercado de gente que trabaja en marketing digital desde sus celulares. Hay mucha cantidad de trabajo freelance, entonces nos hemos visto todos en una nueva repartida de cartas”, señala.

La felicidad

El artista se ha adaptado a las situaciones nuevas. “Voy aprendiendo y es muy difícil porque, al haber tanta oferta, se reduce mucho el laburo y con la pandemia las empresas han generado departamentos internos de marketing, entonces los que trabajamos haciendo eso en forma profesional hemos perdido mucho trabajo. Yo creo mucho en la fórmula de la felicidad de Albert Einstein: una vida sencilla y tranquila aporta más alegría que la búsqueda del éxito en un desasosiego constante. Yo siempre he sido una persona muy simple y también mis hijos se han criado así y hoy en día, ya aportan a los gastos de la casa, siempre han sido conscientes de la realidad. Mi hija mayor ya participa de la ayuda a la casa. Si no, no podríamos llegar a fin de mes”, cuenta. Albarracín manifiesta que en este momento crítico, le tocó afrontar una mudanza. “Conseguir un inmueble me llevó varios meses de estrés, pero me ayudaron los amigos a conseguirlo y también en la mudanza. Creo que es un buen momento para poner los pies sobre la tierra y ayudarnos entre todos. Ser más solidarios, tratar de ayudar al que se pueda y tener esperanza de que salgamos adelante todos”, expresa.

Dicen que no hay mal que dure cien años, ¿será?