Kirsty Hayes es el nuevo rostro oficial del Reino Unido en la Argentina. En ese rol, la embajadora británica de 45 años dice que está decidida a profundizar la huella disruptiva que dejó su colega, amigo y ex diplomático, Mark Kent. Esa determinación de “salirse de la caja” que encorseta a sus compatriotas como flemáticos tomadores de té se le nota hasta en las uñas. En esta ocasión, Hayes se las pintó con los colores de la Cruz de San Andrés, la bandera escocesa. Ocurre que viajó al Norte para asistir al partido entre Los Pumas y Escocia jugado en Santiago del Estero. Pero ya en Tucumán uno de los esmaltes se había salido: Hayes exhibe la uña averiada y se ríe. Después, al momento de dejarse tomar una foto, precisa que la corrección estética no es lo suyo. La embajadora se contenta con salir con los ojos abiertos.
Son tiempos de otra diplomacia, y Hayes lo sabe y así lo explicita en un español pausado, pero decente. Le tocó cumplir el sueño de prestar servicios en la Argentina en coincidencia con el aniversario número 40 de la Guerra de Malvinas. Ella las llama “las islas” sin más alusiones, y, aunque reconoce que la herida está viva, destaca el trabajo humanitario emprendido para recuperar y pacificar la memoria del conflicto. Esto sucede en un momento en el que su país se erige en uno de los principales socios de Ucrania en la batalla contra las tropas del autócrata ruso Vladimir Putin. Al respecto, la embajadora cuenta que allá lejos, en el Atlántico Sur, siguen la guerra de Europa del Este con un sentimiento particular. “Los isleños empatizan con los ucranianos porque en 1982 ellos también fueron atacados por una dictadura brutal”, refiere durante la conversación con LA GACETA.
- Llegó a Buenos Aires para la conmemoración de Malvinas. ¿Cómo enfrenta esta cuestión tan sensible para la relación bilateral?
- Asumí en septiembre del año pasado. Y casi inmediatamente me tocó hacer frente a este período muy doloroso de nuestra historia. Debo mencionar que tenemos un pasado amplio y largo, con muchos momentos positivos en términos de comercio y de los ferrocarriles, por ejemplo, pero obviamente el conflicto del Atlántico Sur es como una cicatriz en la población y ambos países perdimos vidas allí: es algo que duele tanto en la Argentina como en Reino Unido.
- ¿Qué pudo hacer al respecto?
- Lo que intenté hacer con mis colegas en la Embajada fue aprovechar este momento para reflejar los sacrificios que los soldados de ambos lados hicieron, y homenajear a los caídos, y a las familias que perdieron a sus hijos, hermanos, maridos… Entonces, organizamos una serie de actividades. Apoyamos al grupo católico “La Fe del Centurión” e invitamos a Buenos Aires a alrededor de 20 veteranos británicos que tuvieron encuentros con ex combatientes argentinos y sus familiares. Fue un momento muy poderoso porque la mayoría de los veteranos no compartieron un idioma entre ellos, y lucharon unos contra otros, pero consiguieron crear vínculos de amistad. Al final de estos días hubo dos ceremonias religiosas: una en la Iglesia Anglicana en Buenos Aires y otra en la Basílica de Luján. Mi idea es que, a partir de mirar estos sacrificios, podemos tratar de crear una nueva relación entre nosotros.
- ¿Cuál es su mensaje respecto del reclamo de soberanía sobre las Malvinas? Recordemos que hace poco el presidente Alberto Fernández hizo el planteo al primer ministro británico Boris Johnson y este le respondió que era un tema cerrado.
- Yo sé que este es un asunto de enorme importancia para muchos argentinos. Y es una cuestión que llevan en el corazón: lo percibí de una manera clara desde que llegué. Las posiciones de ambas naciones son bien conocidas, pero creo que hay una diferencia en nuestro abordaje. Me parece que para los argentinos es un tema básicamente territorial: hay un interés sobre el territorio de las islas. Pero para nosotros esto tiene más que ver con la población, con las personas de las islas, porque no son solamente territorios, sino que en ellos hay gente. Se trata de nueve generaciones, es decir, más que muchas familias argentinas, ¿no? Y ellos tienen el derecho a elegir su futuro. Votaron un referendo y más del 90% eligió permanecer como territorio de ultramar del Reino Unido. Este referendo ofreció, por ejemplo, la posibilidad de la independencia, pero la población de las islas se siente muy británica. Entonces, no va a haber un cambio en una posición del Gobierno británico salvo que haya un cambio en las opiniones de los isleños. No tenemos dudas sobre nuestra soberanía, pero las voluntades de los isleños son fundamentales para nosotros, y el principio de autodeterminación está bien establecido y reconocido en los documentos fundacionales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
- Cuando Rusia invadió a Ucrania hubo dirigentes políticos argentinos que consideraron contradictorio que el Reino Unido se pusiera del lado del pueblo invadido en atención a los inicios de la disputa por las Malvinas.
- Creo que a veces no es tan útil hacer comparaciones con situaciones diferentes, pero, por ejemplo, yo sé que los isleños sienten una gran empatía con los ucranianos porque en 1982 ellos fueron atacados por una dictadura brutal. Ellos han dado mucho apoyo a Ucrania, pero también creo que las circunstancias son distintas, y quisiera destacar mi agradecimiento hacia el Gobierno argentino por su posición de condena firme hacia la agresión rusa en las reuniones de la ONU en Ginebra y en Nueva York. Es muy importante que la Argentina haya adoptado esta posición por su liderazgo en el Consejo de Derechos Humanos (nota de la Redacción: el embajador argentino Federico Villegas preside este organismo de la ONU).
- ¿Esas coincidencias diplomáticas permiten imaginar avances como el restablecimiento de las frecuencias aéreas directas entre la Argentina y las Malvinas?
- Después de mucho meses sin conexiones entre América Latina y las islas, acabamos de ver un primer vuelo de Latam entre Santiago de Chile, Río Gallegos y las islas. Creo que es muy importante que los argentinos, especialmente los familiares de los caídos y los veteranos, tengan la oportunidad de visitar el lugar, de ir al cementerio y, también, de conocer a los isleños. Es muy positiva esta ruta. Sí nos gustaría recuperar el segundo vuelo que, antes de la pandemia, unía a San Pablo (Brasil) con las islas vía Córdoba, porque creo que es una conexión más fácil que la de Río Gallegos, pero todavía estamos esperando el reinicio de este vuelo.
- ¿Visitó las islas?
- Sí, antes de llegar aquí. Fue una experiencia muy poderosa para mí por varias razones. En primer lugar porque hice la visita durante el invierno, pero el clima no estaba tan mal, no había nieve, pero los paisajes me recordaron a los de la zona donde nací, Escocia. Fue un hallazgo interesante. También recorrí varios campos de batalla y me impresionaron las condiciones tan feas en las que pelearon estos jóvenes. Fui al cementerio argentino para homenajear a los caídos y lo encontré muy digno. Pero me entristeció leer los nombres y las edades de los soldados fallecidos. Yo soy madre de un hijo de 16 y de una hija de 17 años, y me dolió especialmente. Además, conocí la experiencia de los isleños. La mayoría de los representantes parlamentarios eran niños durante la invasión y la recuerdan como un acontecimiento traumático. Algunos estuvieron presos durante un mes con parte de su comunidad en una sala pequeña. Estas memorias son como cicatrices mentales.
- ¿Usted habla de las Falklands o también usa Malvinas?
- Para nosotros y los habitantes del archipiélago son Falklands.
- Usted representa a una de las democracias más antiguas del mundo, pero pareciera que este modelo tan admirado atraviesa por una fase extremadamente desafiante, incluso en países donde parecía que jamás iba a ser puesta en duda. Algunos días atrás, su primer ministro debió renunciar acorralado por las impugnaciones. ¿Cuál es su mirada sobre los riesgos que acechan a la democracia?
- Creo que tenés razón en preguntar sobre el futuro de la democracia, y de los valores que son tan importantes para el Reino Unido y la Argentina, como los derechos humanos y la libertad de expresión. El símbolo más potente (del peligro) es exactamente la invasión injustificada de Rusia a Ucrania. Estamos todos muy impresionados por el coraje del pueblo ucraniano y su decisión de enfrentar estas amenazas. Pero no creo que la renuncia de Boris Johnson ponga en peligro nuestra democracia parlamentaria, que está entre las más consolidadas del planeta. Sólo enfrentamos el cambio de liderazgo del Partido Conservador. La renuncia de Johnson no implicará elecciones generales ni por este motivo yo dejaré de ser embajadora. La enorme mayoría de nuestros embajadores son funcionarios de carrera como yo. Entonces, no se renuevan las embajadas y, hasta que concluya la elección del Partido Conservador, Johnson continúa en sus funciones. Tampoco hay grandes diferencias entre los candidatos ni entre los partidos principales respecto de la política exterior. Por ejemplo, vamos a seguir creando vínculos comerciales y culturales con la Argentina, y la posición sobre las islas no va a cambiar sea quien sea el próximo primer ministro. Estamos ante un cambio en un momento desafiante, pero no es igual a la renuncia de otro líder democrático.
- Johnson violó el confinamiento obligatorio durante la etapa más cruenta de la pandemia al igual que nuestro Presidente, pero en Reino Unido el “partygate” tuvo un impacto político muy distinto al que vimos aquí.
- Creo que el aislamiento ha sido muy difícil para los pueblos en todas partes incluyendo la Argentina y el Reino Unido. Allá tuvimos, por ejemplo, el funeral del príncipe Felipe y vimos que la Reina estaba totalmente sola en la iglesia después de un casamiento de muchos años. La situación con el primer ministro era un poco complicada porque (sus reuniones) no tenían nada que ver con eventos privados, sino más con la cultura de trabajo (de la residencia oficial de Downing Street). Creo que como funcionarios públicos tenemos siempre que pensar en nuestro comportamiento, pero era un momento bastante difícil para todos. Las reglas a veces no estaban tan claras porque eran introducidas de una manera muy poco usual debido a las circunstancias.
- Usted representa al Gobierno británico, y a la Reina que batió las marcas de sus antecesores y sigue en el trono. ¿Cómo caracteriza a Isabel II?
- Ella es la mejor embajadora que tenemos. Es muy querida en todo el mundo a pesar de cualquier otra prevención. Su dedicación al servicio público es increíble. Tuve la suerte de estar recientemente en Londres durante el Jubileo de Platino de la Reina con el que celebramos los 70 años de su reinado. Me impresionó el ambiente: en Reino Unido hemos sufrido la pandemia, la guerra y la inflación (Nota de la Redacción: 9,1% anual en junio, el mayor incremento de precios en 40 años), que no es tan alta como la de Argentina, pero para nosotros es preocupante. Entonces, en este contexto difícil, fue fantástico ver tanta gente en la calle: hubo fiestas populares en el Palacio de Buckingham, pero, también, en cada barrio londinense y en cada localidad británica. ¡Nunca he visto nada así en toda mi vida!
- ¿Cómo ve el futuro de la Monarquía? Los descendientes de la Reina no parecen dotados de sus mismas cualidades…
- Ella es una persona muy especial, pero también otros miembros de la Familia Real tienen mucha popularidad. Así que un día vamos a ver un cambio, pero esta es una institución que ha permanecido mucho tiempo, entonces, soy bastante optimista sobre los perspectivas para el futuro.
- Su predecesor en la Embajada, Mark Kent, se metió en el bolsillo a los argentinos con una personalidad muy entradora; una presencia influyente en las redes sociales y, hay que decirlo también, su pasión por el whisky. ¿Usted está dispuesta a seguir ese estilo diplomático?
- Mark es un gran amigo: trabajé con él durante 15 años. Tiene el don de la simpatía y de la humildad, y una habilidad natural con las redes. Él hizo algo muy importante: cambió la idea de lo que es un británico, y, muy especialmente, de lo que es un embajador británico, porque creo que en el pasado dábamos la impresión de ser personas frías, cerradas y distantes. Pero esto no era cierto. También creo que los diplomáticos estamos cambiando: somos cada vez más diversos e informales. Mark fue muy positivo para revelar esta transformación. Yo no tengo su talento para las redes, aunque estoy animándome con Twitter, pero mi llegada coincidió con el final de la cuarentena, entonces estoy aprovechando la oportunidad para incrementar las interacciones presenciales, que son las que prefiero. Estoy haciendo un gran esfuerzo para viajar porque creo que siempre es un peligro para los diplomáticos pensar en la ciudad capital como si fuera el país completo. Llegué hace 10 meses y este es mi viaje número 12 a las provincias: me impresiona la diversidad argentina y, en la medida de lo posible, trataré de visitarlas a todas.
- Tal vez usted no sea una fanática del whisky, pero ya reveló su amor por los caballos y el polo, y ahora está por asistir al partido de Los Pumas contra Escocia en Santiago del Estero.
- Mark y yo tenemos intereses diferentes, aunque debo hacer más con el whisky porque soy escocesa. No estoy acostumbrada a tomar tanto. Tampoco me atrae el fútbol, que aquí es como un sacrilegio, pero me encantan los caballos. Estoy intentando aprender a jugar al polo y veo todos los partidos que puedo. También estoy interesada en la historia porque estudié arqueología de América Latina en la universidad, así que, de hecho, entré en la Cancillería hace más de 20 años con la intención y la ambición de trabajar en la región. Pero este es mi primer destino latinoamericano. Cuando ingresé al Servicio Exterior, me preguntaron cuál sería mi cargo ideal y yo respondí “embajadora en la Argentina”. Entonces, ¡llegué!