ENSAYO

AGNOSTICISMO Y FE POÉTICA EN JORGE LUIS BORGES

LUCRECIA ROMERA

(Biblos – Buenos Aires)

A través de Agnosticismo y fe poética en Jorge Luis Borges –espléndido título- Lucrecia Romera acaba de poner en nuestras manos un ensayo condigno del tema que anuncia, así, de un modo evangélico, como una “buena nueva”. Recuerdo que Eduardo Galeano, excelente escritor pero tan diverso en cuanto a su valoración de estas cuestiones, me comentó un día que para él no se había escrito nada tan estético como la literatura cristiana y la de los principales autores católicos.

La obra de Romera arranca con un prefacio donde la autora cuenta cómo conoció a Borges: “lo descubrí durante la adolescencia, en Las Flores, mi solar natal, en la provincia de Buenos Aires. Corría, creo, el año 1967. Yo leía El Aleph, como lectora empedernida que era de la biblioteca familiar, sin comprenderlo”. En la introducción, Romera consigna el marco teórico que la encuadra: “En primer lugar, la conciencia del Verbo (la mayúscula lo categoriza) en su aspecto trascendente; es decir, el Verbo encarnado puesto en relación con los límites del lenguaje y la connotación poética que este referente teológico adquiere en la poesía de nuestro escritor”. En el “marco mítico / marco evangélico” indaga los problemas en su relación ética y estética con los evangelios titulados “Juan 1, 14” en su doble manifestación: “el monólogo dramático de libre versificación de ‘El elogio de la sombra’ (1969) y el soneto de ‘El otro, el mismo’ (1964), ‘Mateo XXV,30’, ‘Lucas XXIII’ (El hacedor, 1960) y ‘Fragmentos de un Evangelio Apócrifo’ (Elogio de la Sombra) dialogan entre sí sobre un fondo común que nos remite a episodios y escenas de los Evangelios, en los que subyacen las referencias y alusiones a la teología, a versículos bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, la poesía de quienes precedieron a Borges en este punto: Dante, Milton, Blake, Quevedo, sin olvidar al místico sueco Emmanuel Swedenborgh, que tanto lo inspiró, así como las referencias a filósofos y teóricos -como sus amigos San Agustín, Escoto Erígena, Baruch Spinoza, con los que nuestro escritor discute o conversa desde la estética, que es a su vez una ética”.

El ensayo de Lucrecia Romera viene a convalidar con extremo rigor intelectual y belleza literaria una declaración de Borges que a mí siempre me había cautivado y con la que, modestia máxima aparte, concordaba: para Borges Jesús había sido y era el poeta más grande de todos los tiempos. Sus bienaventuranzas, en efecto, sus parábolas, sus excelsas paradojas y esa misteriosa atmósfera poética; el rigor para con los réprobos y malvados y la ternura hacia los humildes me resultan de una inédita magia y maravilla. Del mismo modo que esa sabiduría bellamente oriental que ciñen tanto sus palabras como sus silencios.

En efecto, Romera, en “Borges y lo religioso” nos dice: “Por último y como núcleo de esta indagación he tratado de demostrar en diálogo con los textos de Borges y a pesar de su discutido agnosticismo, como lo presentan algunos estudiosos, la presencia de lo religioso en Borges en relación con la poesía pero bajo el peso de la inspiración espiritual que se apoya en la precedencia de las Sagradas Escrituras como un hecho literario que se excede a sí mismo, al punto de considerar los Evangelios la mejor historia narrada de Occidente…”.

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FERNANDO SÁNCHEZ SORONDO