El santoral católico celebra este lunes 11 de julio el día de San Benito, el Santo Patrono de Europa y fundador de la Orden Benedictina. Su medalla, símbolo de protección, es conocida en todo el mundo y además se le atribuyen siete milagros, entre ellos resucitar a un niño. Su nombre proviene del latín y significa "bondadoso". 

San Benito nació alrededor del año 480 en Nursia (Italia). Con el objetivo de entender el verdadero significado de la vida, estudió Filosofía y Literatura en Roma. Años después, decidió vivir alejado, con un estilo similar al de un ermitaño y se instaló en Enfide.

Tras una época de estudios, se fue a una cueva del monte Subiaco a vivir bajo la guía de un ermitaño y años más tarde se trasladó con los monjes de Vicovaro, donde no duró mucho. Allí trataron de envenenarlo. 

La experiencia acumulada durante todas aquellas vivencias, junto con su elevada exigencia personal para servir a Dios, le llevaron a fundar su primer monasterio en la montaña de Cassino en el año 529.

También se le otorga el título de escritor de la Regla, cuya difusión le valió el oficio de patriarca del monarquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos complicados. San Benito pronosticó el día de su propio fallecimiento, que tuvo lugar el 21 de marzo del 547, días después de la muerte de su hermana, Escolástica. Murió de causas naturales, no como mártir. 

Los siete milagros de San Benito

-Rompió un vaso lleno de veneno al bendecirlo con la Señal de la Cruz.
-Salvó a un hombre de ahogarse al convertirse brevemente en otra persona
-Leía de la mente de sus monjes.
-Resucitó a un niño.
-Movió una enorme piedra con su oración.

-Exorcizó a un demonio obstinado.
-No se inmutó por el engaño del diablo.

Qué significa la medalla de San Benito

En la página oficial de la Abadía de San Benito de la ciudad de Luján,  explican que "la medalla presenta, por un lado, la imagen del Santo Patriarca, y por el otro, una cruz, y en ella y a su alrededor, las letras iniciales de una oración o exorcismo". Él recomendaba a sus discípulos usarla para ahuyentar al demonio y hacer el bien.
Su oración encierra una invocación a la Santa Cruz, "con el deseo suplicante de tenerla como guía y apoyo", y la expresión del rechazo a Satanás. "Es una auténtica confesión de fe y de amor a Cristo, y una renuncia al diablo", remarca la Abadía.