Por Ramón Teves
La Casa Histórica ha sido reproducida en dibujos y réplicas a lo largo de muchas generaciones. Sin embargo, nos llena de una emoción íntima y especial ver la réplica de su fachada en El Infiernillo, a 3.042 metros sobre el nivel del mar. La copia, de una finísima fragilidad, se sustenta en materiales milenarios como el adobe, que era usado por los pueblos originarios en sus construcciones. Por eso en ella confluyen elementos propios de la idiosincrasia del lugar, por ejemplo la llamada bandera Wiphala, que en realidad representa a la Pachamama, el cosmos, los animales, las plantas, las piedras, los runas (hombres) y la vida en armonía. Este emblema ondea sobre un palo de escoba y resiste el viento que golpea fuerte en esas cumbres, donde la niebla se asienta formando el alpapuyo. Otro elemento, es un duende negro, que se ubica en uno de los extremos de la construcción.
Dentro de esta réplica, sin embargo, no hallamos la perdida Acta de Declaración de la Independencia, ni los retratos de los próceres que la hicieron realidad, sino cerámicas características de la zona, tanto rojas como negras; vinos regionales, miel de caña, cestos de mimbre, nueces y souvenires para todos los gustos, como un oso panda celeste. También en el reflejo de la vitrina del negocio se puede ver una camioneta 4x4, vehículo que da status a la clase alta de nuestra sociedad.
Allí se venden artesanías locales y los turistas extranjeros se pueden tomar una foto con unas llamas, cerca de unas visibles alcancías en las que carteles indican que el dinero se destina a la manutención de los animales. Todo forma parte de una configuración imaginaria, al estilo postal, con la que nos mal caracterizan en el norte argentino, como si estuviéramos sumidos en un letargo eterno.
Paradójicamente, esta altura de 3.042 metros es el promedio de aquella en que se produjo el estoico Cruce de los Andes al mando del General José de San Martín, gesta incomparable con cualquier acción que haya intentado algún político argentino o latinoamericano en beneficio de su pueblo. Por ello me imagino que, desde una altura similar a la réplica de la Casa Histórica en El Infiernillo, San Martín bifurcó una “independencia” para nuestro país y toda Latinoamérica, con un gran grito de libertad, libertad, libertad.