“Desde ahí fue la última de Mesón”, dice Juan Carlos López, señalando con total certeza el punto desde el que Santiago Mesón disparó el último de sus siete aciertos a la H. Así terminó de transformar lo que había comenzado como una noche de pesadilla en la hazaña más grande de la historia del rugby tucumano.
30 años después, varios de los protagonistas de aquella gesta se encuentran parados sobre el campo de batalla, el césped del Monumental “José Fierro”. No parece el mismo estadio. No solo por lo mucho que ha cambiado, sino porque hace tres décadas este gigante que hoy duerme silencioso y vacío en una siesta gris era una ensordecedora olla a presión teñida de naranja en sus cuatro costados. El eco de aquel rugido gutural comienza a reactivar recuerdos que llevaban años de latencia, y así se va reconstruyendo la crónica de una noche como no hubo ni habrá otra. Es irrepetible.
“30 años ya... qué increíble. Te digo la verdad: me emocioné cuando me llamaste para hacer esta foto”, confiesa José Gianotti, sosteniendo una impecable camiseta naranja con el número 13, el que lo acompañó siempre. Aunque este modelo de cuello y puños azules es anterior a la que usaron contra Francia (de cuello blanco y el dorsal sobre un cuadro negro). Sucede que al parecer nadie de los presentes conserva la del épico triunfo del 92. De hecho, la mayoría admite haber regalado todo o casi todo lo que tenía de sus años naranjas. “Yo a la mía la cambié con el capitán de ellos”, comenta José Santamarina, quien todavía conserva la pieza que obtuvo de Marc Cécillon.
Por cuestiones laborales, de salud u otra índole, hubo varios que no pudieron asistir. Entre los que sí, la química naranja surge al instante y empiezan las bromas, una atrás de otra, como si fuesen pibes de gira. Y eso que ya no está Julio Coria, el más bromista de todos. El inolvidable pilar izquierdo de la primera línea tucumana más recordada de todos los tiempos (junto a Luis Molina y Ricardo Le Fort) falleció el año pasado, a los 63 años. “Eso le decía recién a los muchachos: se nota que ya no está Julito, porque no hay nadie rompiendo las pelotas, ja ja. Se lo extraña mucho”, constata Roberto Zelarayán, que lo conocía como pocos por haber sido compañero en Natación y también en el trabajo. “Para laburar también era un monstruo, igual que para jugar. Recuerdo que llegaba al entrenamiento en su camioneta y ya venía cambiando, porque era un loco de la tocata y no le gustaba que empezáramos sin él”, lo describe “Beto”.
Ahora es todo risas, pero hace 30 años a nadie le habían hecho gracia los primeros minutos de la visita de “Les Bleus”: en media hora, Francia ya le ganaba 23-3 a los Naranjas. Los jugadores tucumanos se miraban sin entender qué había pasado. “El primer try llega cuando me tapan una pelota a mí”, recuerda Ricardo Sauze. “Ahí me preocupé yo, porque tenía miedo de que este se cayera de la cabeza. Por suerte eso no pasó”, agrega López, entrenador junto a Nicolás “Mono” Rizzo y el “Mocho” Gabriel Palou.
No, eso no pasó. Pero lo que sí pasó no lo esperaba nadie: que Tucumán, después de haber sido completamente superado en el primer tiempo, anulara a Francia al punto de no dejarle anotar siquiera un punto en todo el segundo tiempo y revertir esos 20 tantos de desventaja. “Cuando nos hicieron esos dos tries al principio todos pensamos: acá nos comemos 40. Pero salió la mística tucumana”, relata Zelarayán, al que le tocó suceder como medio scrum a un ícono como “Perico” Merlo. “No nos acostumbrábamos a las reglas nuevas, pero fuimos ajustando. Y en el segundo tiempo, lo de los forwards fue increíble”, elogia Gianotti.
Para Patricio Mesón, aquel fue su debut internacional como Naranja. “¡Y qué debut! Además, jugar con mi hermano era un plus, nos potenciábamos muchísimo. Veníamos de un Tucumán Rugby que en esa época era una máquina, casi invencible. Recuerdo que cuando terminó el partido nos abrazamos. Son recuerdos que quedan para siempre. Es un privilegio haber formado parte de eso”, asegura “Pato”.
En el otro extremo estaba Gabriel Terán, para quien la hazaña del 92 fue su último partido de rugby. “En realidad, yo ya me había retirado. El que tenía que jugar era mi primo, Martín Terán, pero se había lesionado. Y aunque lo esperaron hasta último momento, no llegó y me convocaron a mí. Tuve la suerte de haber entrado y formado parte del triunfo más importante, porque jugué solo 30 minutos hasta que me lesioné. Pero ya había jugado varias veces contra Francia hasta ese momento, con Tucumán, con Los Pumas y con Provincias Argentinas”, cuenta.
Todos coinciden en que, amén de la arenga del “Cheto” en el entretiempo, el entorno tuvo mucho que ver en esa milagrosa resurrección naranja en la segunda mitad. “El público hizo la mitad de los puntos, por lo menos. Ese día no entraba un alfiler”, describe el “Pavo” López. “Era un infierno la cancha... Era tal el ruido que las jugadas las teníamos que cantar al oído porque no nos escuchábamos”, aporta Mesón.
“No recuerdo si fue en ese partido que el Banco Roberts repartió banderitas naranjas en la puerta. Cuando entramos a la cancha, fue tremendo ver todas las tribunas de color naranja. La cancha estaba explotada”, recuerda Sauze. “Veías todo teñido de naranja y querías salir a matar o morir. En cualquier partido te ponés nervioso, más cuando jugás de local, pero nunca sentí tanta adrenalina como esa noche”, completa Zelarayán, e ilustra el punto con una escena prepartido: “mientras estábamos concentrados, caminábamos de acá para allá, y cuando se cruzaban el ‘Cheto’ y Julio Coria, se agarraban y se gritaban: ¡estoy tranquilo, estoy tranquilo!”.
La Naranja tenía un efecto pacificador de las chispas que saltaban cada fin de semana en los partidos entre clubes: a partir de ese momento, no había diferencias. Todos tiraban para el mismo lado. Todos eran Tucumán. “Jugadores, entrenadores y dirigentes, todos tirábamos para el mismo lado”, certifica Terán.
En esa unidad, también tenía mucho que ver la figura aglutinante del “Mocho” Palou. El “Tumba” Molina, desde siempre hombre de pocas palabras pero de hechos muy concretos, lo recuerda como “un tipo muy querido y muy aceptado por el grupo”. Sauze completa: “si había problemas entre dos, él los acercaba. Nos enseñó muchísimo y nos transmitió el amor que sentía por la camiseta naranja”.
Ricardo Sauze
“En esa época nos conocía todo el mundo. Donde fuéramos nos reconocía la gente. El rugby tucumano de esa época era glorioso. Todo eso quedó tan lejos... Hoy es impensable: si Tucumán jugara con Francia, nos pasarían por arriba. Y pensar que hoy ni siquiera existe el Campeonato Argentino. No tiene sentido”.
Roberto Zelarayán
“¿Si me preguntan mucho por este partido? Sí, incluso gente que es ajena al rugby. Mi psicólogo, que es más joven que yo, me dice que yo soy su ídolo. Me preguntó muchas veces por el partido. También gente del trabajo, camioneros de otras provincias que jugaron al rugby. Porque fue épico, no se puede repetir nunca más”.
Gabriel Terán
“Hay que tener en cuenta que fue la culminación de un proceso deportivo, que venía desde hacía bastante tiempo. Yo tuve la suerte de estar en todo ese proceso, hasta su culminación. También hay que mencionar a otros que ya no estaban, pero que habían puesto ladrillos para llegar a eso, como el ‘Gallo’ Cabrera y el ‘Pescao’ Ricci, entre otros”.
Juan Carlos López
“El ‘Mono’ Rizzo dice que nos habíamos equivocado en el planteo. Yo pienso que no. Habíamos entrado a medir y a tratar de imponer nuestro juego, pero nos sorprendieron. Igual, ese era un equipo que ya estaba maduro, ya venía armado. Cualquiera podía jugar, pero era importante que estuviera Santiago Mesón, porque las metía a todas”.
Patricio Mesón
“Recuerdo un tackle de Lucas Herrera en el que tiró a un francés para atrás. Tremendo. Y me acuerdo del ‘Mocho’ Palou, estaba reloco. Un día cayó a un entrenamiento de traje, recién salía del trabajo en la Pepsi, y al ver que no nos salía una jugada, se enojó y se tiró él mismo al ruck en el barro, así como estaba. Ese traje no servía más”.
José Gianotti
“Los forwards lo manejaron con el maul, que fue impresionante. No los podían parar. Estaban relocos los forwards. Los que jugábamos por afuera hacíamos lo que teníamos que hacer nomás: no dejar que nos pasaran. La ‘perrada’ gritando, era una cosa de locos. Por ahí uno se pone a ver el video y no se puede creer”.
Luis Molina
“Siempre tuvimos buenos partidos contra Francia. Para mí, el más duro fue el que perdimos en cancha de Atlético Concepción. El primer tiempo lo ganamos 7-6 y terminamos perdiendo 24-7 creo. Al revés de lo que pasó en el 92. De ese Francia, 11 jugadores estuvieron en la final del Mundial del 87. Era un equipazo”.