Las reuniones ya no son las mismas desde que regresaron a las oficinas en el estudio contable donde trabaja Camila Cisterna. Antes, según cuenta, arrancaban media hora después de lo pactado. Y se extendían hasta una hora después de lo previsto. Hasta había tiempo para hacer bromas y hablar mucho más de lo que cada uno tenía anotado en la agenda. Ahora, a pedido de todos, se valora más la puntualidad, tanto para arrancar con el encuentro como para finalizarlo.

Llegar a horario es algo que hoy se valora mucho más en las oficinas, apunta la psicóloga Graciela Chamut, especialista en Recursos Humanos. ¿Somos más puntuales que antes de 2020? ¿Qué tiene que ver la pandemia en todo esto?

Hay varios puntos a tener en cuenta, dicen los expertos. Por un lado, ser expeditivos y aprovechar el tiempo en lo que nos importa parece ser uno de los grandes aprendizajes que nos dejó la crisis sanitaria por coronavirus, la cual alteró todas nuestras rutinas.

Por otro lado, cuando las reuniones por meet o zoom se volvieron cotidianas para muchos, las personas a las que antes les costaba estar a tiempo descubrieron que ya no se retrasaban porque ya no tenían que trasladarse hasta la oficina o porque ya no se distraían en conversaciones de pasillo.

“Además, hoy con mayor rapidez las cosas que tenemos que hacer, para que nos quede más tiempo libre y en esos ratos disfrutar de lo que nos gusta”, analiza Cisterna.

Según Chamut, en ese sentido, la puntualidad se convirtió en un aspecto importante cuando reevaluamos nuestra relación con el tiempo.

“Creo que la pandemia nos ayudó a conectarnos mejor con el tiempo. Por supuesto, todo depende de cada persona, y sus diferencias. Todo problema lleva en sí una oportunidad. De hecho, se dice que un problema es un objetivo mal definido”, remarca la especista.

Para la psicóloga, los que vieron la oportunidad, las personas favorecidas, descubrieron -al menos- estas diez cosas:

1- Lo bueno que hizo la pandemia es que desapareció la figura del jefe como “el control” y ese rol pasó a desempeñar cada uno.

2- Al eliminar el tiempo utilizado para el traslado al lugar de trabajo, quedaba más tiempo para ser productivo.

3- Vieron la necesidad de administrar el tiempo, de tal manera que pudiera cumplir con las tareas requeridas, o necesarias, y deseaba hacerlo en el menor tiempo posible, esto es, descartaba las distracciones (las charlas vacías, el tiempo muerto, el café tomado más por la fatiga que por el deseo de café, la necesidad de “descansar” porque nos sentimos agotados), y así el tiempo en que trabajaba era verdaderamente productivo.

4- Esto llevó a mejorar la planificación, determinar qué tareas hacer primero, reconocer lo importante.

5- Así se va desarrollando la responsabilidad personal, y aumenta la autoestima.

6- Como resultado, se comienzan a hacer “voluntariamente” las tareas “desagradables” que antes evitaba o posponía.

7- El tiempo restante, podía utilizarlo como quisiera. Era tiempo propio, y podía decidir sobre él, (gimnasia o familia, por ejemplo) lo cual proporciona satisfacciones.

8- Aumenta la motivación, al darse cuenta que puede hacer cosas solo, y cumplirlas, sin control externo.

9- Con el tiempo, se van ajustando las habilidades y planificando mejor cada vez. Y esto mejora el círculo virtuoso: (capacidad – realización – logros - motivación).

10- La buena planificación y la rápida realización eliminan la fatiga mental, el estrés y el bloqueo. Y uno se amiga con el trabajo, porque se siente inteligente y capaz. Y se amiga con la puntualidad.

Otros motivos

Elena Gordillo, técnica superior en Ceremonial, Protocolo y Organización de Eventos, e integrante del equipo de Ceremonial y Protocolo del Rectorado de la UNT, considera que la pandemia nos hizo valorar más el tiempo, así como también un montón de cosas que antes hacíamos más relajados.

“Todos hemos perdido un amigo, un conocido o un familiar, y de alguna forma se puso en valor hasta el mismo sentido de la vida”, señaló la experta.

Aprendimos que el tiempo es demasiado importante y eso le viene bien a la puntualidad, que es más que nada un signo de buena educación, de respeto y de empatía, remarca la especialista en protocolo.

Según Gordillo, la impuntualidad es principalmente una cuestión de cultura. Así como en otros países es esencial llegar a tiempo, en Argentina históricamente hemos sido más relajados. Ni hablar de los tucumanos. Siempre llegamos 15 o 20 minutos después del horario pactado, resalta.

Pero los cambios que trajo aparejado la crisis sanitaria deberían ser una esperanza para los puntuales, que suelen sufrir por los que nunca llegan a tiempo.

Como la pandemia le permitió a la gente funcionar durante un largo periodo en su propio horario. Esa capacidad de administrar el tiempo de uno no es algo a lo que las personas quieran renunciar. Para ello, tendrán que cumplir con sus objetivos sin perder el tiempo y hacerse fanáticos de la puntualidad. “Esto nos permite recuperar el valor del tiempo y de la palabra, realizar trabajos y actividades en condiciones adecuadas, y mostrar educación en la propia vida y respeto por el otro”, concluye.