A lo largo de este mes, la relación entre la cantante colombiana Shakira y el futbolista Gerard Piqué fue puesta bajo el reflector mediático. Recapitulemos: luego de 12 años juntos, la pareja se separó con el rumor de un supuesto affaire por detrás.
La presencia de una “tercera en discordia” no fue confirmada por boca de los involucrados y también hay especulaciones sobre un vínculo abierto entre ambos famosos. Lo único seguro de este asunto es que el concepto de infidelidad volvió a convertirse en noticia.
Como las idealizaciones y los estereotipos resultan una moneda corriente, siempre viene bien aclarar algunas cuestiones.
La mayoría cree que ser infiel implica acostarnos con otra persona, ahí aparece el primer error. Cuando nos ponemos en pareja se establece un contrato tácito con las condiciones y los límites que tendrá tal relación.
“La infidelidad es la ruptura inadecuada o la traición a ese pacto. Usualmente, el punto central consiste en la exclusividad sexoafectiva, pero hay casos (según las reglas fijadas) en que podría considerarse infidelidad ver porno, mantener contacto con un ex, etcétera”, explica el terapeuta Osvaldo Espósito.
A partir de acá, una vez que ocurre el daño, existen dos caminos: continuar o romper. La decisión jamás resulta fácil por la cantidad de factores a cotejar en la balanza. “Este tema figura entre los principales motivos por los cuales las parejas visitan el consultorio. La infidelidad representa un ladrillo que desestabiliza nuestra casa (mental y emocional) por completo. Por eso, mucha gente busca la intervención de un profesional capacitado y neutral”, comenta.
Las palabras de Espósito dan pie para aclarar una segunda idea desatinada. “En terapia de pareja se trabaja a partir de una decisión (compartida o no entre los integrantes). Esta puede consistir en reconstruir el vínculo o apuntar a una separación 'limpia' en la medida de lo posible”, destaca el profesional gestáltico.
¿Vale la pena? Según las estadísticas, más de la mitad de los consultantes logran mejorar y continuar de a dos. Todo depende de la voluntad, la biografía personal y el compromiso de los involucrados.
“Lo que debe quedar claro es que, a veces, sanar la relación implica despedirnos. Además, se escucha mucho la frase 'vengo porque quiero recuperar lo que teníamos'. Imposible, nunca volvemos a ese momento cero. El trabajo consiste en cimentar una nueva vinculación, con obligaciones y resoluciones acordes”, indica el sexólogo Gabriel Callejas.
Solos en compañía
Al tomar una decisión sobre qué haremos post infidelidad, Callejas afirma que el miedo a la soledad y el cambio complican las maniobras.
“Ambos nos hacen negociar cosas que son hasta indefendibles. Entre las víctimas, tenemos a quienes prefieren suprimir su dolor y forzar la recuperación porque temen tirar por la borda décadas de compartir recuerdos o consideran muy difícil (por la edad o la personalidad, entre tantos elementos) hallar otro amor”, describe.
La situación se torna el doble de completa al haber hijos de por medio. “Según los tintes a los cuales escalan las consecuencias de la infidelidad, hay matrimonios o convivientes que los convierten en caballitos de batalla para atacarse mutuamente. También es frecuente que las parejas sigan juntas con la justificación de procurar su bienestar”, acota.
¿De qué sirve si nos la vamos a pasar infelices o discutiendo? “Hay que crear un ambiente de estabilidad y sentirnos íntegros a nivel individual para lograr gestionar una adecuada paternidad/maternidad. Las separaciones con niños pequeños son complejas, pero lo es aún más convivir en un clima de tensión permanente. Al final debemos pensar ¿qué clase de ejemplo afectivo vamos a darle a ellos?”, instruye Callejas.
Reflexiones
- La fidelidad no implica ausencia de deseo.
Ponernos en pareja no desactiva nuestro botón de sentir atracción hacia terceros (famosos, el vecino o un desconocido que pasa por la calle). De la misma manera, el amor tampoco nos vuelve inmunes al engaño.
“Al margen de sentirla, la fidelidad se decide y piensa. Ante alguna posibilidad, la mente coteja el costo beneficio, hay cuestionamientos racionales sobre los riesgos y sus resultados. Finalmente, decidimos no aceptar ese estímulo porque los cálculos no cuadran con nuestras aspiraciones y el contrato. Pese al deseo, lo que prima es la capacidad de autocontrol y de evitación a tiempo”, argumenta Espósito.
- El papel de detective es una estocada extra para las víctimas.
Cuando nuestra intuición se activa, queremos hallar evidencia que comprometa al infiel. Los motivos varían entre la mera confirmación de certezas a demostrar que no éramos los malos de la película o poseer un justificativo insoslayable para “soltar”.
“Hay sujetos que sienten incluso alivio porque la incertidumbre e inseguridad eran demasiado pesadas. Dos escenas recurrentes pasan por revisar los celulares o perseguir a la pareja en secreto. De encontrar pruebas, buenísimo que el velo se caiga. Ahora, después de actuar así lo que tendríamos que sentir es vergüenza o pena por llegar a esa instancia”, dice la terapeuta Maira Lencina.
Sin darnos cuenta, transgredimos nuestros márgenes de dignidad y autoestima. “A favor o en contra, sufrir una infidelidad deja huellas psicológicas. Estas son un espejo que en la mayoría de ocasiones afecta los vínculos futuros”, agrega.