Dejando atrás Famaillá, por Ruta Provincial N° 324 - Ruta Interpueblos-, las verdes serranías al oeste se vuelven cada vez más pronunciadas y van ganando altura detrás de extensas hectáreas de sembradíos: a un lado del camino, el campo cetrino, prolijo y domesticado; tras ese campo, en el horizonte montañoso, la verde yunga salvaje.
Al inicio de la expedición camino a Ampimpa, el grupo se desvía hacia el Parque Provincial La Florida: primera reserva provincial del país, último reducto de la selva en terrenos planos de Tucumán. En 1936 acudieron a su socorro y sobrevivió a la embestida de las ciudades. Hoy se conserva como el umbral de las yungas.
Las yungas tucumanas no son solo selva. Abarcan toda la variación altitudinal de vegetación que cubre el oeste de nuestra provincia. Están integradas por la selva pedemontana, al pie del cerro; la selva montana, durante el ascenso; bosque de alisos, luego de los 1500 metros y finalmente los prados de altura, a más de 2 mil metros sobre el nivel del mar.
“Es por eso que en nuestra provincia las montañas no son marrones como las pintábamos en la escuela primaria, sino verdes”, explica Mansilla durante el recorrido. “Nuestra ley provincial de bosques -Ley Nº 8.304- establece pautas para cuidado y preservación pero la zona aún es muy agredida, sobre todo el sector que linda con la frontera agrícola”.
Alberto añade que, por disposición de la misma ley, toda zona por encima de los mil metros de altura se considera área protegida.
Ese mismo verde de las yungas tucumanas, esa misma estructura forestal, se extiende al pie de la Cordillera de los Andes hasta la mitad de América del Sur bajando por Cuzco al Amazonas, en Perú. “Representa la condensación de los aires húmedos del Pacífico que descienden por esas laderas”, dice Iván Petrinovic, geólogo e investigador del Conicet. “Lo interesante, desde el punto de vista geológico, es que esto es así desde hace 42 millones de años. Los paisajes de las Yungas, los Valles Calchaquíes y luego la Puna, ya eran así desde el Eoceno”, detalla refiriéndose a una época geológica que comenzó hace unos 56 millones de años y terminó hace unos 34 millones de años atrás.
La última selva
Finalmente, luego de 60 kilómetros desde San Miguel de Tucumán, el grupo llega a la Reserva Provincial La Florida. Diez mil hectáreas que son una representación viva de la selva que alguna vez fueron muchas de nuestras principales ciudades.
Cruzando el río de Pueblo Viejo se ingresa al área protegida. Una enmarañada y verde estridencia se despliega entre musgos, helechos, bromelias y grandes árboles de la familia de las mirtáceas - horco molles y arrayanes-, entre otros miembros de una densa e intrincada asociación vegetal.
“Cuando llegaron los españoles en la época de la conquista iniciaron la deforestación y el desarrollo de la agricultura”, cuenta Alberto. “Comenzó a desaparecer esta selva de llanura que cubría gran parte de Tucumán, desde el centro hacia el oeste, donde hoy hay ciudades como Lules, Monteros, Famaillá o Concepción”, detalla.
El vivero de las ciudades
Miguel Lillo, prestigioso naturalista tucumano de principio del siglo veinte, sugirió la importancia de conservar este ecosistema en un intercambio de correspondencia con autoridades del momento y, en base a sus sugerencias, posteriormente se decidió la conservación.
Cuenta con 58 especies de aves y 39 de mamíferos entre los que se encuentran el ocelote, pecarí y el hurón.
En la reserva hay un vivero que posee más de 500 especies arbóreas y es el proveedor de árboles de municipalidades, comunas y entidades de bien público. Cuando se crea o se re diseña una plaza en alguna municipalidad o cuando se decide repoblar de árboles una escuela, es probable que las especies necesarias se soliciten a este vivero.
De esa forma, al menos simbólicamente, la selva regresa a algunas de las llanuras de las que fue desterrada.
Camino a la Puna
Luego de la visita, el grupo retoma la ruta 307 e inicia un camino de ascenso atravesando las variaciones de las yungas: los bosques de alisos, los prados de altura de Tafí del Valle, llegan a los 3.000 metros en el Infiernillo y descienden a los 2.500 llegando a Ampimpa, donde harán noche contemplando el cielo e indagando sobre el origen del universo.
Al día siguiente, aclimatados ya a las alturas, partirán hacia la Puna donde harán base en la localidad de El Peñon, en Catamarca y Tolar Grande, en Salta; para regresar por la ciudad de Salta luego de diez días de viaje a través de paisajes y conocimientos emocionantes.