BOGOTÁ, Colombia - Despertó a la vida política al ver llorar a su padre con la muerte del argentino “Che” Guevara y militó en el grupo guerrillero M-19, pero ahora Gustavo Petro busca dar el mayor salto en su carrera: convertirse en el primer presidente de izquierda en Colombia.

Petro, que propone profundos cambios económicos y sociales para acabar con la pobreza, ganó la primera vuelta de la elección presidencial en Colombia con el 40,3% de los votos, sin mayoría absoluta, por lo que enfrentará al empresario Rodolfo Hernández, que sorprendió al llegar al balotaje con un 28,1% de los sufragios.

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El ex alcalde y senador de 62 años convirtió sus humildes comienzos y su pasado revolucionario en un movimiento que atrajo a jóvenes y pobres.

Aunque nunca combatió, lo persiguen sus años de militancia en el desaparecido grupo guerrillero M-19, que asaltó en 1985 el Palacio de Justicia en el centro de Bogotá, en un ataque que dejó casi un centenar de muertos.

El candidato del Pacto Histórico era el favorito en todas las encuestas para la primera vuelta y la fuerte posibilidad de que gane el balotaje preocupa a muchos, en un país conservador e históricamente gobernado por líderes de derecha o centroderecha.

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Conocido por sus discursos en el Congreso contra la corrupción y los grupos paramilitares, Petro -economista de profesión- tambén recuerda conmovido el asesinato del presidente socialista de Chile, Salvador Allende.

Sus planes de cambiar el modelo económico, con impuestos a grandes extensiones de tierras improductivas y el alejamiento de la dependencia del petróleo y del carbón para dar paso a energías limpias, asustan a inversionistas y empresarios. Petro niega que sus propuestas incluyan políticas de expropiación.

La votación polarizada lleva en Colombia al balotaje a la izquierda y a un “outsider”

Su elección en 2011 como alcalde de Bogotá, el segundo cargo más importante de Colombia después de la presidencia, se vio como una prueba de que la política era el camino a seguir por movimientos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se desmovilizaron en 2016 y formaron un partido político.

Su rival, Rodolfo Hernández, un político de 77 años, ajeno a los partidos tradicionales y considerado un “outsider” de la política, construyó su imagen alrededor de su discurso anticorrupción. Hernández es ingeniero de origen humilde, que acumuló una fortuna en la industria de la construcción y que ganó popularidad por sus extravagantes apariciones en la red TikToK,

“Les voy a dar la clave para salir de la pobreza: es sacar a patadas a estos políticos ladrones que son los que nos tienen sumidos en la pobreza”, dijo en campaña, cuando propuso gobernar con austeridad y terminar con los lujos y las prebendas de ministros y congresistas.

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“Colombia necesita un presidente que sea capaz de enfrentar esta mafia que nos está gobernando, que es una tanda, en su gran mayoría, de ladrones. El objeto mío ganando la presidencia, es hacer una limpieza general de estos que se están robando a Colombia”, afirmó en otro acto de campaña.

Hernández renunció a la alcaldía de Bucaramanga, la capital del departamento de Santander, luego de que la Procuraduría General lo suspendió del cargo por segunda vez acusándolo de participar en política, una actividad prohibida por las leyes en Colombia para quienes ejercen cargos públicos. La primera suspensión del cargo se produjo a fines de 2018 cuando el entonces alcalde golpeó a un concejal, en un episodio que se hizo viral en las redes sociales.

Durante el tiempo en que fue alcalde, enfrentó críticas por declararse seguidor de Adolfo Hitler, a quien calificó como “un gran pensador alemán”, aunque luego aseguró que fue “un lapsus”. En esta campaña, Hernández se convirtió en una estrella de TikTok, con sus videos arriba de una patineta eléctrica, en los que acusa de “vagabundos, zánganos, sinvergüenzas”, a los políticos tradicionales.

El empresario, que dice que financia su campaña con recursos propios, también sostiene que conoce de cerca los sufrimientos del conflicto armado interno de casi seis décadas que ha dejado más de 260.000 muertos. Su padre, un agricultor, estuvo secuestrado durante más de cuatro meses por la antigua guerrilla de las FARC. Su hija Juliana, secuestrada en 2004 por guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN), sigue desaparecida. Hernández, que desde un principio anunció que no pagaría un rescate para evitar el secuestro de otros integrantes de la familia, cree que fue asesinada en cautiverio.

Al igual que Petro, quiere continuar la implementación del acuerdo de paz con las FARC firmado en 2016, y explorar un diálogo con el ELN para que abandone la lucha armada. (Reuters)