Si se nos acercan, nos encogemos. Sólo pensamos en los aguijones, y no tenemos en cuenta que si no se sienten agredidas, las abejas no atacarán; pero la gente las mata. Es grave, como lo es cualquier muerte absurda; pero hay además motivos de subsistencia: su ir y venir de las flores a la colmena cumple un rol fundamental.
“Yendo de flor en flor, las abejas no sólo se aprovisionan de alimentos; además, polinizan muchas flores, proceso que permite que de estas nazcan frutos”, explica -apto para principiantes- la bióloga tucumana Natacha Chacoff, y resalta que la relación entre abejas y flores no sólo es muy estrecha, sino sobre todo beneficiosa para ambas: “la planta se reproduce y la abeja obtiene alimento”, describe. Pero además ese beneficio nos implica: buena parte de nuestra vida depende de ese mutualismo.
“La polinización es un servicio de la naturaleza que, a cargo de polinizadores nativos, es gratis; y, a diferencia del control de malezas y de plagas, habitual en las prácticas agrícolas, no suele ser tenido en cuenta”, señala Chacoff. Y eso a pesar de que, como destacó el sitio de la ONU en el marco del Día Mundial de las Abejas, que se conmemoró recientemente, “casi el 90% de las plantas con flores dependen de la polinización para reproducirse, y el 75% de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización”.
El documento de la ONU lanza además una advertencia que no es nueva, pero sí cada vez más seria: “abejas y otros polinizadores, como mariposas, murciélagos y colibríes, están cada vez más amenazados por los efectos de la actividad humana (las tasas actuales de extinción son de 100 a 1.000 veces más altas de lo normal)”.
Nuestra bióloga, que trabaja en el Instituto de Ecología Regional (UNT/Conicet) y se especializa en interacciones entre plantas y animales, y su impacto en la producción agrícola, agrega que el volumen de producción de cultivos que dependen de los polinizadores ha aumentado. “Y no poco: el 300% en los últimos 50 años, así que nuestros medios de subsistencia están cada vez más supeditados a la polinización”, señala. En contrapartida, advierte, tanto la cantidad como la diversidad de polinizadores silvestres disminuyó severamente. En otras palabras, de seguir así, producir frutas y hortalizas se hará más caro (pues harán falta más insumos) lo que podría desembocar en una dieta desequilibrada.
Nuestras protagonistas
Cuando pensamos en abejas se nos viene a la cabeza una imagen: las ralladas amarillas y negras criadas como productoras de miel (Apis mellifera). Y en Tucumán, organizados en una asociación y cuatro cooperativas, los productores reúnen 21.322 colmenas en las que se producen 317 toneladas de miel, que en su gran mayoría se exporta. Así lo informó a LA GACETA Zulma Chemes, de la Dirección de Ganadería de la Provincia. Claramente, ellas también ayudan a la tarea. “Pero estas abejas en producción de miel no son grandes polinizadoras. Para esa función, entre las abejas manejadas hay colmenas específicas; y esas soportan mucha exigencia”, explica Javier González, gerente de la cooperativa de apicultores Norte Grande, que tiene más de 100 socios.
Lo bueno es que -cuenta Chacoff- existen mas de 20 mil especies diferentes. “Y sólo poquitas son manejadas. Las otras, por estas tierras, incluyen abejas sin aguijón, también sociales y productoras de miel; y otras solitarias, que hacen nidos en cavidades (huecos en árboles o cañas), o en el suelo”, describe, y advierte, como la ONU, que según los datos disponibles las poblaciones de polinizadores silvestres están sufriendo, y eso es grave. Lo es porque, como ya demostró en 2014 un equipo que conducía Lucas Garibaldi (docente e investigador de la Universidad de Río Negro y del Conicet), del que Chacoff fue la “pata del NOA”, los polinizadores silvestres son dos veces más eficientes (para aumentar la producción de frutos en cultivos) que las abejas que se crían para producción de miel.
“Las principales causas de la disminución de los polinizadores silvestres son la pérdida de hábitat nativo, y la intensificación de la agricultura, que es más extensa, más demandante de agroquímicos y con menos diversidad de especies”, especifica. Pero no todo son malas noticias: “el proceso agroproductivo puede ser más sano para todo el planeta y, al mismo tiempo, rentable para el productor”.
La situación en Tucumán
“En el Jardín de la República tenemos muchas flores: lapachos, jacarandás... También los citrus son fuentes de recursos para ellas. No estamos tan mal, pero hay que cuidarlas y mantenerlas; más diversidad y abundancia de flores, es más diversidad de abejas. De todas formas, comparativamente es más grave el problema en las zonas más del Este, más expuestas a agricultura intensiva, con mucho más uso de agroquímicos”, describe Chacoff.
Coincide con ella, González. “Los apicultores no observamos en la provincia grandes eventos de mortalidad; están dentro de lo estándar, entre el 20 y el 25 %. Y cuando estos se producen, en general inciden tres variables: el clima, los agroquímicos (situación que puede ser más intensa cerca de plantaciones de citrus), y problemas de sanidad y de manejo de las colmenas”, informa. “Tenemos la ventaja de que por ahora el espacio está subpoblado, o sea que hay margen para crecer Pero, por otra parte, estas abejas en producción de miel no son grandes polinizadoras. Para esa función, entre las abejas manejadas hay colmenas específicas; y esas soportan mucha exigencia”, explicó.
¿Se puede cambiar?
Para los dos la respuesta es sí. González apuesta a más herramientas de capacitación sobre manejo de las colmenas, más inversión en salubridad, uso responsable de insecticidas...
Chacoff propone trabajo conjunto de biólogos, agrónomos y productores, y prácticas amigables de manejo agrario. Coincide con González en el uso responsable de insecticidas, que implica -señala- dosis mínimas de sustancias altamente específicas, lo que reduce el riesgo de eliminar especies beneficiosas. “Y nunca fumigar en época de la floración, ni en las horas de mayor actividad de polinizadores”, advierte.
Otra clave -agrega- es conservar remanentes de los hábitats donde los insectos anidan y se aparean, y donde hallarán alimento cuando los cultivos no estén en flor. ¿Hay mucho por hacer? Absolutamente. ¿Vale la pena?... ¿Es que quedan dudas?
El Tucumán apícola
La mayor concentración de productores registrados -que manejan en total más de 20.000 colmenas, con una producción que supera las 317 toneladas de miel- se localiza en el sur de la provincia, en los departamentos de Graneros y La Cocha; los siguen Burruyacu, Lules y Famaillá.
Están organizados en una asociación y cuatro cooperativas. En lo referido a la infraestructura de procesamiento, la provincia cuenta con cuatro salas de extracción de miel, ubicadas en los departamentos de Burruyacu, Leales, Famaillá y Juan Bautista Alberdi; y un galpón de acopio y procesamiento de miel, a granel en el departamento de Lules.
Cómo podemos ayudar a cuidarlas
- Cultivando en los jardines una variedad de plantas autóctonas que florezcan en diferentes épocas del año.
- Comprando miel sin refinar a los apicultores de tu zona.
- Ayudando a mantener los ecosistemas forestales.
- Conservando parcelas de bosque nativo al interior de los campos de cultivo
- Diversificando el paisaje agrícola, promoviendo la variedad de cultivos
- Intercalando diferentes cultivos alimentarios con cultivos de flores, aprovechando que los tiempos de floración son diferentes