Gobernabilidad y horizonte. Esas son las dos condiciones necesarias para que la Argentina tome, de una buena vez, el timón del barco que pueda trasladar a su economía a un buen puerto. La política ha venido debatiendo acerca de la herencia, el manejo de la herencia de la herencia en una interminable discusión que se ha dado en los últimos tiempos y que la economista Marina Dal Poggetto y el politólogo Daniel Kerner han titulado a esta historia de desencuentros de gestión como “Tiempo Perdido”, el libro de su autoría. En una entrevista telefónica con LA GACETA, Dal Poggetto reafirma aquellas dos condiciones para enderezar el rumbo económico. “Sin eso, ni Mandrake te resuelve todo esto que está pasando en la Argentina”, sostiene. Autodefinida como prospectiva, la actual directora ejecutiva de EcoGo Consultores cita al recordado escritor y abogado José Ignacio García Hamilton, al señalar que no se pueden cambiar las reglas de juego cada vez que viene una nueva gestión, y que la Argentina es el único país con un proceso de acumulación originaria por gobierno. Y alerta: “sin horizonte, te estás comprando todos los boletos a un cambio en el régimen inflacionario”.
-¿Cómo surgió el título del libro “Tiempo perdido” que, en su portada, prácticamente, sintetizan quiénes son los protagonistas de esta historia?
-Nos propusimos con Daniel Kerner reflejar lo que estaba sucediendo. Los economistas pensamos en términos de restricciones presupuestarias; los politólogos, en términos de restricciones políticas. De una u otra forma, las dos se van forzando. Cuando no hay un grado de libertad, la que importa es la presupuestaria; no tenés con qué seguir adelante y tenés problemas de deuda y de inflación y, luego, chocaste. Cuando hay grado de libertad, la política es la que fuerza hasta el final. La idea inicial era escribir sobre la herencia durante la gestión de Mauricio Macri y, por distintas razones, todo se fue dilatando. Hubo una dinámica de crisis, que se aceleró al final de la transición y luego arrancó el gobierno de Alberto Fernández. Usamos metáforas náuticas y una ilustración de un barco averiado con dos timones (Macri y Cristina en cada uno) y un remo con Alberto Fernández. Todo arrancó con aquella frase macrista de julio de 2018 cuando el entonces presidente dijo: “nos dieron un barco que estaba destruido, lo empezamos a arreglar de a poco para corregir el rumbo y en el medio del camino nos agarró la tormenta. Hoy la prioridad es tapar los agujeros porque nos está entrando agua, pero lo importante es que vamos a mantener el rumbo”. De alguna manera, un modelo como el otro están llevando el barco a lugares opuestos.
-El panorama no ha cambiado demasiado. Hay una tormenta perfecta para una crisis, pero no una lluvia de dólares…
-Hay una lluvia de dólares. Los precios internacionales son altísimos. La valorización de la cosecha agrícola del año pasado ha sido de U$S 36.000 millones y este año son U$S 41.000 millones y en 2019 y 2020 fueron U$S 25.000 millones. Te llovieron muchos dólares, pero el problema es que, cuando eso sucedió, la política te volvió a forzar hacia adelante y tratar de llegar la elección sin un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En el camino te consumiste todos los dólares. No hay margen para el cortoplacismo de la política. La sociedad demanda soluciones a problemas complejos y la verdad es que la política no se esmera demasiado en tratar de buscar soluciones viables a los problemas que tenemos. Y así tenés una frase del politólogo Pablo Touzon que dice que la Argentina tiene múltiples proyectos de poder, pero ningún proyecto de país. Y si los hay, son dos que son totalmente antagónicos; y vamos por la vida de un extremo a otro. Cuando no tenés oportunidades miras el escenario de hasta mediados de la década de 1990, cuando la frontera agrícola de la Argentina era rígida; el mundo estaba cerrado; la globalización no había empezado y China no entró en la escena. Así, el precio de los commodities eran horribles. La verdad no tenían la capacidad de producción para aumentar la oferta ni la agrícola ni la del cobre. Hoy, la verdad, tenés un mundo que demanda las cosas que sabes hacer, ante una guerra como la Rusia y Ucrania, que causan problemas alimentarios en el mundo. Además, hay faltante de combustible, cuando en la Argentina se encontró Vaca Muerta y, a los precios actuales del petróleo, se tornó viable. Tenés la tecnología para producir, pero no tenés el caño. Entonces digo que es un problema de idiosincrasia propia, de falta de ordenamiento de la política. Eso no te lo resuelve un técnico experimentado, que seguro sale llorando.
-En el medio, la inflación supera un récord tras otro. ¿Es una profecía autocumplida o se trata de repetir los mismos errores del pasado?
-Las dos cosas. El kirchnerismo ha perdido una oportunidad histórica en la década pasada cuando pudo haber consolidado la moneda nacional como lo hizo Perú; Chile lo había hecho antes; también Brasil, Uruguay y Colombia transitaron la misma senda. Y en la Argentina teníamos un modelo de tipo de cambio alto, competitivo y estable, y querías forzar el corto plazo. Te perdiste con políticas fiscal, monetaria y de ingresos extraordinariamente expansivas; te perdiste los superávit gemelos. Después de la crisis de 2001 recreó ese escenario con baja inflación, que en 2003 había sido del 3,6% y tenías la posibilidad de hacer algo distinto. El gasto público pasó del 25 puntos del PBI a 40; perdiste el superávit fiscal y externo, tuviste años de crecimiento a tasas chinas y luego vino Macri y, tal vez, aprovechó la única ventaja que tenía que era el bajo nivel de endeudamiento del país durante el kirchnerismo. Intentó manejar un esquema gradual, apelando al financiamiento previo. Siempre digo que el problema no era el gradualismo, que estaba bien, sino la inconsistencia de ese gradualismo. Ahora la Argentina entró en un régimen de inflación al 20 y pico por ciento en 2007. Rompiste el termómetro del Indec para evitar mostrarla y la mantuviste en esos niveles hasta 2017. A partir de 2012 con cepo y a partir de ese año con el crecimiento fiscal que era la contracara del intento de corregir precios relativos en los años no electorales. En los años no electorales subías el dólar y las tarifas; generabas mas inflación; bajabas la capacidad de compra de los salarios; te comías una recesión. Y, en los años electorales, volvías a pisar el tipo de cambio y las tarifas; mejoraba los ingresos; el consumo y el nivel de actividad. Y así fue el serrucho hasta 2017, con dos años al 40% de inflación: en 2014 cuando (el entonces ministro de Economía Axel) Kicillof devaluó la moneda y en 2016 cuando Macri sale del cepo de la forma más grotesca. Pero el régimen de inflación estaba en la zona del 20 y pico por año, o sea, abajo del 2% mensual. A partir de 2018, la Argentina cambia el régimen de inflación del 20% al 50% y, en gran medida, cuando arranca la toma de ganancias sobre la Argentina y el dólar pasa sin escalas de $ 20 a $ 30; luego a $ 40 y, más tarde, a $ 60. En cada salto del tipo de cambio tuviste un shock inflacionario, dos o tres meses de 6% y 7% de inflación, pero después volvías. Pero te instalaste en un régimen de inflación del 50%. En 2020, con la pandemia, la inflación se fue al 36, pero en gran medida porque hubo meses en los que no había precios para la economía, ya que todo estaba cerrado y con controles de precios. Pero a fines de ese año se acomodó en el 4% mensual y, en el año electoral siguiente, el Gobierno intentó forzar al dólar y a las tarifas. Al dólar, en torno de un 1% y las tarifas congeladas. Eso permitió que algunos meses cerraran en torno de un 3%. Así y todo, terminó en 51%. El acuerdo con el FMI evita la implosión; trae atrasos. Pero el acuerdo con el Fondo es contractivo e inflacionario.
-¿Por qué?
-Es contractivo porque obliga a acumular reservas como contracara del intento de mejorar el balance del Banco Central. Y es inflacionario porque no tuvo correcciones de arranque, porque subís las tarifas sobre la marcha y no antes; movés el dólar del 1 al 4 y las tarifas se supone que la tenés también que mover si el kirchnerismo te habilita hacerlo a través de estas audiencias publicas. Pero cambiaste de régimen inflacionario. A eso sumale el shock del conflicto Rusia-Ucrania y la declaración de guerra a la inflación de Alberto Fernández, que te llevó a que subieran fuerte todos los precios en la tercera semana de marzo. La dinámica ha sido, 6,5%, 6,7% y 6, y para mayo estamos proyectando un 5% de inflación con pocas mediciones. Lo que te queda es una lectura del gobierno que dice que la economía está bien, que el empleo está creciendo y que el problema es la inflación. La verdad que la economía está creciendo, en gran medida, por el tirón de demanda que coordinaste el año pasado y porque te sobran pesos, pero el intento de sostener el nivel de actividad hace que el Banco Central pierda reservas, con lo cual no vas a cumplir el acuerdo con el Fondo, y hace que del otro lado la interna dentro del oficialismo dispare la paritaria. Entonces tenés un dólar corriendo al 4 y la paritaria en la misma velocidad, pero la inflación abajo del 4% no vuelve. Con un 4% después de mayo que cerraría en 5%, te queda un 70% de tasa anual. Este es el nuevo régimen con contratos cada vez más cortos en todo: dólar, tarifas, tasas e inflación y no tenés anclas. El ancla era el acuerdo que es cascoteado internamente en el gobierno y después otra vez un problema de coordinación sobre la transición que no sabes cómo va a ir. El Gobierno necesita hoy refinanciar vencimientos de pesos de corto plazo, aparte del agujero fiscal en el marco del acuerdo con el FMI; y eso requiere horizonte. Sin horizonte, te estás comprando todos los boletos a un cambio en el régimen inflacionario.
-Hace poco te preguntaste si estábamos construyendo una híper y mencionaste la posibilidad de que la inflación se coloque en tres dígitos. ¿Cuán cerca estamos de se escenario?
-Este año la inflación te va a dar 70 y algo por ciento; es difícil que te de debajo de ese porcentaje. Y el año que viene va a depender de la campaña electoral y si el Gobierno sigue cascoteando el acuerdo con el FMI. Supongamos que el Fondo no se vaya y te sigue desembolsando, porque los pagos son menores a los que te da, pero cascoteas el acuerdo incumpliendo las metas fiscal, monetaria y la de reservas; no mejora el balance del Central. Tenés más pesos en la economía y que financiar un agujero fiscal más grande; del otro lado tenés una oposición que te dice que hay que salir del cepo porque con este escenario no se puede crecer. Entonces o emitís dinero o reperfilar la deuda. Si emitís, te vas a comprar un problema de inflación más alto; requerís horizonte y gobernabilidad, y la verdad es que con la coalición de gobierno cascoteando el rancho y la oposición con internas a cielo abierto, no veo ningún escenario de cooperación política. Vuelvo al libro: es la lógica de un juego muy perverso. No hay forma de armar un programa económico sin un grado de acuerdo mínimo hacia adelante. Tenés pujas muy grandes y los acuerdos mínimos no están. Diría que esas pujas son cinco: la de capital de trabajo; la del sector público y privado (cuánto tenés que recaudar y cómo gastas); la de Nación y provincias (quién recauda y cómo se reparte); la de los precios relativos (son ridículamente caros como pasa con los textiles que subieron un 240% con una inflación del 160% desde el recambio de gestión o la de los autos, del 250%, y también lo que sucede con los medicamentos. No podés tener precios como si vivieras en cualquier país de Europa y con valores de salarios latinoamericanos de la década de 1970, muy bajos). Y la última puja distributiva es de activos y de pasivos (en la que se intenta que sea solidario y contributivo con un 60% de la fuerza laboral en la informalidad). No podés tener un sistema previsional que no resulte viable. Hay problemas por donde mires en un mundo de oportunidades. Ordenate como país y el mundo te dará las oportunidades que necesitas.
-Si tuvieras la posibilidad de tomar una serie de medidas para encarrilar el rumbo de la Argentina, ¿por dónde arrancarías?
-Gobernabilidad y horizonte. Y luego discutimos. Sin eso, ni Mandrake te resuelve esto.
-¿Cuánto pesan los ruidos internos en el Gobierno dentro de la economía?
-Tiene muchísimo poder de daño y de desbarajuste. Por eso digo que en las empresas, la economía real no es sólo lo que pasa con las ventas y con los salarios, sino si es que van a disponer de dólares del Banco Central, que es su principal preocupación. Si uno se pone del lado del sistema financiero, seguramente los ejecutivos estarán pensando si es que el Gobierno va a reperfilar los títulos que han emitido y que han sido adquiridos por ese sistema. Y los periodistas preguntan si es que es probable que vamos hacia una hiperinflación. No es un camino lineal. Tenés que esmerarte para construir ese escenario y, lamentablemente, todo parece indicar que se está trabajando para eso.
Marina Dal Poggetto
Es economista de la UBA y Master en Políticas Públicas de la Universidad Torcuato Di Tella. Fue subgerente de Análisis Macroeconómico del Banco Central y Jefa de Asesores de la Secretaría de Política Económica del Ministerio de Economía. Antes desempeñó tareas en el Indec. Fue profesora de Cuentas Nacionales, economía y finanzas en la UBA, la UCES y la UTDT y Consultora del BID, de la Comunidad Europea y Unicef. Ha codirigido el Estudio Bein y hoy es la directora ejecutiva de Eco Go Consultores.