"Desde hace milenios, los seres humanos vivimos afuera de las cavernas. Pero a veces, nos comportamos como si todavía fuera necesario integrar una manada para sentirnos seguros. El inconveniente es que, al estar adentro, pasamos a desvalorizar al que está afuera. Es una forma de reforzar nuestra pertenencia; de confirmar que ese otro es distinto y no merece entrar", dice la psicóloga especializada en crianza Maritchu Seitún.
Pero, ¿cómo ocurre esto? Influencer y autora de numerosos libros de orientación para padres, expresa que los niños y jóvenes suelen alinearse con el hostigador, aliviados de no ser el blanco del maltrato. "Les cuesta ponerse en el lugar del molestado. Todos pasan a maltratar; a hacer burla; a despreciar y a rechazar. Se fortalecen en esa actitud, especialmente cuando no aparecen pares con criterio propio que se animen a estar en desacuerdo, a decirlo y a defender a la víctima", relata, durante una conversación con este diario.
Desde su mirada, a pesar de que tenemos consciencia y las capacidades de pensar antes de actuar y de decidir en libertad, el miedo a quedar solo y a ser agredido puede activar estos antiquísimos caminos neuronales de supervivencia y de ataque. "En este contexto, es muy valioso el papel de aquellos que no se dejan llevar por el grupo. Estos chicos pueden ser parte del desbaratamiento de este mecanismo e incluso ayudar al líder a volcarse hacia un liderazgo positivo", añade.
Llegado este punto, se le pregunta qué rol desempeñan los líderes de un grado ante el bullying. "Los líderes naturales, a los que llamamos alfa, pueden ser una buena influencia para el grupo, al detener los malos tratos y los abusos. O pueden dejarse llevar por sus seguidores y hacer cosas que quizás no habrían hecho estando solos", responde.
- Se entiende que no hay una única respuesta, pero ¿por qué ocurre el acoso escolar?
- Hace muchos años, el psiquiatra Carl Gustav Jung nos explicó que tendemos a atacar en otros aquello que nos incomoda en nosotros mismos. Decimos trolo; gallina; tonta; gordo; fea; lerdo; torpe y muchísimos descalificativos más. Este concepto de Jung nos permite entender una faceta del complejo fenómeno del maltrato. Otra cuestión es que, históricamente, la humillación y la burla han sido usadas para hacer fuertes a los hijos, especialmente a los varones. Todos conocemos frases como 'soy macho y me la banco'. Hoy sabemos que eso ni ayuda ni fortalece.
- Entonces, ¿cuál es su mensaje para los padres?
- Los adultos no podemos ni debemos abandonar nuestro lugar de brújula; de figura de apego y orientación. Somos nosotros quiénes debemos guiarlos hasta su plena independencia. Tengamos siempre presente lo siguiente: ante la ausencia de esos vínculos, surge el impulso de dominar y de maltratar. Es en la casa, con el amor incondicional de los padres, que los hijos aprenden a entablar relaciones placenteras, a confiar en los otros y a negociar y defenderse.
- A menudo se conocen casos y más casos de niños que se niegan a ir al colegio, debido al acoso. ¿Estamos aceptando lo que sucede?
- La casa, la escuela, el club, la plaza y el barrio deberían ser para todos los niños y jóvenes espacios seguros, en los cuales puedan desplegarse y crecer. Pero eso es muy difícil cuando se sienten amenazados o no perciben seguridad. Reitero: es clave que los chicos conozcan, en el seno de la familia, el buen amor y el respeto. Pero además debemos enseñarles habilidades sociales. Necesitamos reforzar algunos conceptos que no están claros en la sociedad.
Y esas nociones de las cuales adolecemos son, en orden de importancia y a juicio de Seitún, el respeto y la valoración por las diferencias e individualidades, en primer lugar. "Cuando los acompañamos a animarse a ser y a aceptarse como son, es más sencillo que hagan lo mismo con los demás; incluso, que se interesen por los compañeros que son totalmente distintos", razona.
En segundo término, la psicóloga afirma que, aunque parezca obvia la propuesta de incluir al que queda afuera, de invitar al que nadie invita y de defender al molestado, no alcanza con explicitarlo ni exigirlo. "Tenemos que empezar desde muy chicos e insistirles hasta que se les grabe. Y nosotros mismos debemos cuidarnos de no dejarnos llevar por los prejuicios de otras madres u otros padres", advierte.
La tercera enseñanza tiene que ver con las personalidades de Ghandi o de la madre Teresa, compara Seitún. Y es que la verdadera fortaleza del ser humano reside en la resistencia pacífica y activa; ser fuerte -explica ella- no es ser canchero; cruel; hostigador; prepotente o superior. Ser fuerte es equivalente a ser considerado y respetuoso.
En cuarto término, plantea la problemática de la mecánica de grupo. "Nuestra conciencia moral puede disolverse en un grupo. Por ello, es trascendental que preguntemos a nuestros hijos si harían o dirían tal cosa estando solos o solas; si les gustaría que les hagan lo mismo a ellos o si se comportarían de esa manera frente a un adulto al que respetan", indica.
Finalmente, insta a revisar cuestiones naturalizadas que no necesariamente son naturales ni sanas. ¿Por ejemplo? Tener muchos likes no habla del valor de alguien como persona. Y no todo vale para obtenerlos, enseña. "Si echamos mano a todas esas herramientas, irán adquiriendo una ética de las relaciones sociales, indispensable para que desaparezca el bullying", concluye.
Bullying en la escuela: ¿cómo rompemos los pactos de silencio?