Sabemos bien que el erotismo no pasa únicamente por lo explícito; al contrario, el disfrute se vivencia mejor cuando le dejamos una parte del trabajo a la imaginación. Con unos labios de fresa y silueta de reloj de arena, pareciera que esas imágenes femeninas hablaran por modus propio. Si de provocación sutil se trata, no hay mejor ejemplo que el pin-up.

“La expresión hace referencia a una ilustración o fotografía en la cual se observa a una mujer con una actitud sugerente o en alguna pose que juegue con lo sensual y el coqueteo”, define la sexóloga Nora Herrero.

Antes que archivar tal material en el primer cajón de la mesita de luz o mirar a hurtadillas, la esencia de esta corriente estética pasó por su visibilización. “El nombre deriva de que, precisamente, las imágenes eran colgadas en las paredes; sea como pósters o enganchadas encima de algo más. Por tal razón, las modelos que posaban eran apodadas como ‘las chicas del calendario’”, acota la especialista.

Sin embargo, este tipo de material no quedó relegado a los confines de una habitación; sino que su popularidad se extendió al ámbito de la publicidad. “Lejos de considerarse una expresión artística, el pin-up representó un medio comercial para lograr un objetivo. Durante muchos años se utilizó como atractivo esta belleza para vender electrodomésticos, autos, comestibles y demás productos”, explica el fotógrafo Rafael Botto.

Surgimiento

Viajemos hasta 1920, en Estados Unidos. Se traviesa un periodo en el cual las películas nos mostraban fumadores que exhalan humo como chimeneas y demasiados pies. En el detrás de escena, latía la represión femenina y decenas de tabúes sobre el sexo y el disfrute en la cama.

Bajo este contexto, el pin-up fue una de las primeras manifestaciones artísticas “bien vistas” de erotismo femenino.

“Aunque desde 1830 había fotografías de desnudos, eran consideradas como algo oscuro e indigno. Además, circulaban solo en algunos ambientes sin gozar de aprobación social”, agrega el profesional de la imagen.

La situación mutó con la llegada de la Segunda Guerra Mundial. “En este periodo alcanzaron un éxito inesperado porque su público objetivo fueron los soldados jóvenes que participaron de la contienda. Las imágenes de aquellas muchachas con ropa ajustada, dientes perfectos y manos que saludaban con galantería sirvieron para levantar la moral (y partes corporales no intangibles) de los combatientes”, describe Herrero.

Poco a poco, estas míticas mujeres en 2D se volvieron un símbolo patriótico norteamericano. Entre amuleto de suerte y cábala, su presencia (sea en recortes de revistas, diarios o papelitos doblados) monopolizó billeteras, bolsillos de uniformes y hasta vehículos de guerra.

Su fama internacional llegó alrededor de los 40 y se hermanó con diversos cambios socioculturales producto del conflicto y la postguerra. “Debido a la escasez de hombres en las ciudades (al estar combatiendo en el frente), las mujeres comenzaron a ocupar puestos en las fábricas y los negocios. Hubo una apertura en el ámbito laboral que produjo que ellas se convirtieran en el apoyo logístico y emocional de muchos países”, ilustra el fotógrafo.

Salir del hogar, renovar mentalidades y darle rienda suelta al deseo… entonces ¿el pin-up implicó la liberación femenina? Ja, como si la historia humana fuera tan sencilla.

Lo cierto es que esta tendencia estuvo (y estará) cargada de dualismos y de contradicciones. “Desde los lentes del feminismo hay varias reflexiones para resaltar. Por ejemplo, sobre la cosificación máxima del cuerpo y el factor aspiración, discriminador y patriarcal de cómo eran pensadas la belleza física y las mujeres para calificarlas de ‘apetecibles’ o no”, argumenta la sexóloga Victoria Cueva.

Caracterización

¿Qué tan osado era el pin-up? Aunque ahora nos parezca la versión extra light de algo sexy, las ilustraciones e imágenes supieron marcar un “antes y después” en la apertura íntima de muchísima gente.

“En la mayoría de los casos bastaba con una sonrisa y una mirada picara para que esa imagen fuera considerada como erótica”, afirma el artista de la fotografía. Sobre la estética, quienes salían publicadas solían tener peinados con bucles y flequillos, sumado a accesorios como lazos, vinchas o pañuelos.

El maquillaje también contaba con sus propias características distintivas: las bocas rojas, los ojos delineados de negro, las pestañas espesas y una piel de terciopelo eran las máximas para este look.

“En las prendas, los escotes corazón resaltando el busto, las polleras tubo, lencería o los pantalones tipo pirata (de tiro alto) solían verse bastante. Todos estos atributos eran propios de la época en que se gestó y popularizó el pin-up; pero fueron a través de él que quedaron inmortalizados”, instruye Botto.

Curiosidades

La denominación pin-up puede intercambiarse por otros apelativos que, en paralelo, demuestran la continua relación entre nuestro estómago y la libido.

La palabra cheesecake (pastel de queso) se emplea de sinónimo. “Esta alternativa data de 1934, pero se popularizó unos 20 años después a raíz de una frase para describir a quienes aparecían en las láminas y pósters. Esas mujeres guapas eran, a la vista, ‘better than a cheesecake’ (mejor que un cheesecake)”, aporta.

En menor medida (uno a 10), los hombres tampoco quedaban al margen de ser eternizados con este estilo. “El equivalente masculino es beefcake (pastel de carne)”, incluye Botto. Por ahora, omitiremos los chistes.