La invasión de Moscú a Kiev no solo dejó muertos, heridos o destrucción. También dejó secuelas psicológicas en las miles personas que fueron desplazadas de sus hogares y deben enfrentarse a adversidades como el hambre, el miedo e, incluso, sufrir violaciones sexuales.
A través del portal ucraniano HB, la psicoterapeuta Oleksandra Kvitko, quien trabaja con las víctimas de violaciones cometidas por el ejército ruso, comentó cuales son los casos más difíciles que tiene, haciendo énfasis de tales “atrocidades no existían en el mundo moderno desde hacía mucho tiempo”.
El niño más pequeño con el que trabajo tiene 10 años
Asimismo, contó que “las atrocidades de la guerra no excluyen a nadie, tengo varios casos de violación de hombres. Sólo uno me permitió hablar de su experiencia. Este hombre es discapacitado, tiene 45 años, no pudo ir al ejército ni a la defensa y se vio obligado a quedarse en casa por su estado de salud cuando fue atendido. La violación de hombres en nuestra sociedad es un tabú, tradicionalmente se requiere que tengan coraje, valentía, fuerza. Los hombres rara vez se atreven a hablar de tal lesión, mucho menos que las mujeres. No es fácil para las mujeres hablar de esto, y especialmente para los hombres”, expresó.
También, indicó la diferencia entre las violaciones domésticas y las que se dan en un contexto bélico. “Las violaciones domésticas tienen como objetivo el placer sexual del violador. Obtener tal placer no es natural, se llama perversión (...). Ahora también estamos ante la perversión, pero con un gran componente de sadismo, y su naturaleza es diferente. En mi opinión, no se trata del placer, sino del poder del violador sobre la víctima. Obtienen poder y control, a menudo sin siquiera placer físico sexual, solo moral. Varias chicas me dijeron que en su caso la violación no terminó en eyaculación”, narró.
La mayoría de los violadores, según las chicas, llevaban máscaras o pasamontañas
Además explicó que le sucede a la psique de una persona que fue abusada sexualmente durante una guerra: “La mayoría de las veces la víctima se culpa a sí misma, y esta acusación se intensifica durante la guerra. Tenemos un ejemplo, tanto la madre como la niña me permitieron contarlo, cuando la niña salió de la casa a recoger algo en el jardín para su madre, su madre le pidió que no saliera. La niña fue vista por soldados rusos. Según ella, comenzaron a tocarla en diferentes lugares y luego no recuerda nada. Su madre la encontró inconsciente en el jardín. Lo único que me dice ahora es: ‘Soy culpable, no debí haber ido, mi madre me dijo que no fuera, soy culpable’”, retrato.
La profesional dijo que está trabajando con cuatro adolescentes que quedaron embarazadas y detalló uno de los casos que les permitió hablar: “Es una niña de 14 años que fue violada por cinco soldados rusos y ahora está embarazada. Los médicos advirtieron a la madre de la niña y a la niña misma que, si abortaba ahora, había muchas posibilidades de que no pudiera tener más hijos. La familia de la niña también es muy religiosa, por lo que decidieron seguir adelante con el embarazo. Siempre es la elección de la persona que busca ayuda, por lo que ahora estamos trabajando en cómo tratará al niño que dará a luz. Pero admito que es difícil para mí incluso confiar en algo, porque en la práctica psicológica estos casos salvajes casi no se describen”.
Por último, habló sobre el trato que se le debe dar a una persona violada en un contexto de guerra. “Lo principal es estar cerca. A una persona que ha sido violada le resulta difícil establecer contacto. Debemos preguntar constantemente: ¿Puedo abrazarte? ¿Puedo tomar tu mano? Los límites de la personalidad de estas personas, no sólo morales sino también físicos, son destruidos. Ahora se sienten como un cuerpo y como carne, necesitan recuperar el sentido de la personalidad, que son importantes, que se controlan a sí mismos, a su cuerpo, a sus capacidades”, cerró.