La práctica no es nueva. Pero sí sorprende y preocupa -incluso asusta- por cómo se viene expandiendo. La situación es concreta: organizar actividades deportivas sin la participación de entidades formadas para controlarlas y fiscalizarlas es hoy algo común en Tucumán. En rigor, hay que decir en el norte del país. La informalidad ha ganado un espacio que hace algunos años era inimaginable.

Las preguntas que se imponen ante esta realidad son muchas. Desde por qué se llegó a este presente y por qué se lo hace, a quién o quiénes deberían intervenir. Hay un pensamiento que ya ocupa la cabeza de quienes hoy luchan por mantener al deporte de la manera más segura y previsible posible: con el actual panorama sin que nadie haga nada, o hace muy poco, o mira para otro lado, el futuro asoma fuera de control.

Hay motivos -que no siempre son razonables por lo que se pone en juego- que llevaron a esta situación. También actores que fueron alimentándola de manera progresiva. Un estado de dejar hacer que fue desmoronando una estructura que cuenta con asociaciones, federaciones, clubes y fundaciones formadas justamente para ser las referencias en materia organizativa.

La injerencia de estamentos oficiales -alegando cuestiones de independencia jurisdiccional, entre otras cosas- y también de factores privados -que muchas veces presionan en función del aporte que efectúan- para armar estos espectáculos viene vulnerando de manera sistemática todo el esquema que tiene el deporte para poder ser practicado y desarrollado de manera segura y bajo las normativas vigentes. La presentación de aptos médico, el resguardo de un seguro, el uso de vestimenta y herramientas adecuadas, son algunos de los rubros que parecen estar en retirada.

La lista de deportes bajo esta realidad crece año a año. Fútbol (sobre todo amateur), atletismo y ciclismo (en sus distintas variantes) y motores pican en punta. Esta última disciplina, que contiene a la utilización de vehículos de dos y cuatro ruedas, representa un caso paradigmático. Desde hace años que viene con problemas. Para poder seguir activas, algunas de sus categorías transitan hace tiempo la modalidad de lo informal, haciendo carreras sin más control que el de grupos de entusiastas. Resultado: ante las complicaciones (resultados polémicos, accidentes), no ofrecen respuestas adecuadas y terminan por hacer un daño todavía mayor. Hubo quienes buscaron seguir con sus prácticas en provincias vecinas, que los cobijaron y lo siguen haciendo, generando un panorama espejo a lo que sucede en Tucumán.

Hay un dato concreto en el automovilismo: existen estadísticas que indican que en las provincias desde el centro hacia el sur se están haciendo competencias legales en su mayoría. E incluso creció el número de pilotos después de la pandemia.

De alguna manera, la crisis económica y las reacciones que esta genera a través de “soluciones” para salir del paso llevaron al deporte a un campo complejo en lo organizativo, sobre todo para aquellas actividades consideradas caras. El querer hacer se da de bruces con la falta de recursos. Y la salida más sencilla parece estar en romper todo marco de legalidad y seriedad.

Hay una Secretaría de Deportes provincial; una Comisión de Deportes en la Legislatura; oficinas que entienden en la materia en municipios; entidades intermedias que reúnen a diversas disciplinas. También hay leyes, normativas, reglamentaciones. Hay dirigentes que forman comisiones directivas. Y están las personas de consulta, los referentes que entienden al detalle el ABC deportivo y podrían aportar sus ideas y experiencia. Es decir, existe una red que debería ser de contención para que estas cuestiones renegadas con las prácticas legales no sucedan. Y en ella hay gente idónea, que entiende en la materia y que debería generar el marco adecuado para frenar la informalidad.

Que la prédica no caiga en saco roto. Actuar a tiempo ante lo que no está bien puede detener peores situaciones.