Una multitud de feligreses se congregó ayer en Tafí del Valle para presenciar “Vida y Pasión de Dios Hombre”, la representación del Calvario y Resurrección de Jesús, dirigida por Carlos Kanán en el predio Ojo de Agua. Todo comenzó puntualmente a las 16 (hoy se la repondrá a la misma hora, siempre con acceso libre y gratuito) y se extendió durante casi dos horas. Al finalizar, el arzobispo de la provincia, Carlos Alberto Sánchez, dio su bendición en Viernes Santo.
“Si alguien filma o saca fotos, que nadie lo registre. Siempre concentrados en su papel. Ustedes son muy capaces, vamos”, arenga uno de los actores más experimentados antes de empezar y todo el elenco lo escucha atentamente en círculo. El aplauso general con el que se dieron aliento marca el momento de salir a escena e interpretar la tradicional obra que debió suspenderse dos años seguidos (2020 y 2021) por la pandemia.
Los ánimos que se dan y la concentración que se exige no es para menos. Afuera, distribuidos en el cerro, sentados sobre piedras, tierra, pasto o sillas plegables, esperan más de 10.000 fieles que fueron para presenciar el acto, aguantando un frío que hacía tiritar.
Marcela Roldán fuma un cigarrillo rubio mientras espera que comience la obra y comparte mates y bollo con los suyos. “Siempre venimos, todos los años estamos acá. No veíamos la hora de que vuelvan a hacer la obra. Me emociona mucho venir, está muy bien hecha, muy bien interpretada. Somos 11 entre familiares y amigos, éramos más en la casa pero no vinimos todos”, explica.
“Vida y Pasión...” ya empezó y la gente sigue llegando. Cientos de personas abrigadas se acomodan, buscan su espacio entre la multitud, un lugarcito desde donde ver todo. Cae una llovizna casi imperceptible y recrudece el frío.
“Veníamos hace mucho, cuando éramos chicos, con mi papá, mamá y hermanos. Después dejamos de hacerlo durante un tiempo, así que esta es la primera vez que venimos con los chicos”, cuenta Fernanda Gil, con su hija en brazos. Quiere que sus hijos vivan la experiencia familiar transformada en tradición. “Él (por el más pequeño) empezó catequesis, y el más grande ya la hizo. Entonces está bueno esto para que sea más vivencial, más concreta su relación con lo que estudian de la religión -afirma-. Hace mucho que no la veo, incluso ahora es otro director. Cuando era chica me emocionaba en esa época, espero que a los chicos les pase lo mismo”.
Entre los presentes no sólo se contaron personas de todas las edades. Algunas familias también llevaron a sus perros, y hasta los más pequeños canes parecían respetar el entorno y guardaban silencio en las escenas cruciales. Ese fue el caso de Zaira, o Zairita, como le dice Juan Manuel Pérez, su dueño. “Traje a mi perrita, que es la única que quedó porque tuve un percance con mi otro perrito, lo atropellaron y no sobrevivió”, dice con un dejo de tristeza. Pese a la pérdida, además de subir a Tafí para pasar el fin de semana largo, piensa comprar un compañero canino “de la misma raza, un yorkshire, porque son muy cariñosos, muy compañeros”, mientras resguarda a su mascota del frío. Por supuesto, lo acompaña su familia, abrigada bajo una colcha.
María Albornoz fue con sus hermanos, su cuñada y sus sobrinos. En total eran siete. Ya concurría los años anteriores y esperaba con ansias que la pandemia afloje y le permita volver. “Esperaba mucho venir porque es muy buena. Me genera alegría y ganas de llorar cuando la veo. Es muy emotivo todo, una fecha especial para los católicos. Y más después de tanto tiempo”, señala.
Rita Arias sostiene en brazos a su nieto, Franco, de sólo un año y medio. Para combatir el frío hicieron una pequeña fogata que mantienen viva con ramas secas que agregan paulatinamente. Las llamas casi no producen humo y no parecen molestar a nadie. “Hace mucho frío, entonces armamos este fuego para resistir. Es la primera vez que venimos y es muy emocionante. En especial vinimos por mi mamá, ella quería venir hace mucho tiempo”, señala.
Su madre, Rosa, reafirma con la cabeza y admite: “estoy cumpliendo un sueño”. “Cuando estábamos subiendo venía llorando en el auto, por fin iba a ver la obra en vivo”, añade la mujer, muy creyente que debía organizar una misa de Viernes Santo pero pidió permiso para faltar a ese compromiso y poder subir a Tafí del Valle.
“Conocí a Kanán, lo escuchaba en la novela de la radio. Esta es una hermosa obra y más dirigida por él”, asegura y recuerda cuando, muchos años atrás (no sabe especificar cuántos), se prendía a LV7 a las 14 para escuchar las radionovelas. “Me genera una emoción enorme. Lamentablemente no pudo venir toda la familia porque somos muchos. Tengo 23 nietos, 10 hijos y hasta un bisnieto”, avisa.
El ritual teatral concluye. Nadie se movió de su sitio, pese al frío y a las gotas que cayeron. La emoción de haber compartido un momento dedicado a la fe pudo más.