“Se escucharon tiros y griteríos. Sabemos que en esta zona puede pasar cualquier cosa, pero nada tan grave y doloroso. No pensábamos que había pasado algo malo. Después de que se calmaron las cosas, nos cayó la ficha. Estamos desesperados porque no sabemos qué pasará en los próximos días. ¿Quién querrá protegernos ahora? ¿Quién se hará cargo de la muerte de ese chico que falleció por cuidar nuestras casas?”, se preguntó Lucrecia de Pereyra, de Villa Amalia, que vive a una cuadra del lugar donde cayó mortalmente herido un rondín que pretendió detener a tres asaltantes.
Todo comenzó el viernes después de las 23. Tres jóvenes que caminaban por Las Heras y Antonio Bermejo asaltaron a una pareja. Después de amenazarla con un arma de fuego, le quitaron sus pertenencias. Cuando huyeron, las víctimas del asalto los persiguieron por las calles del barrio. A los gritos pedían ayuda y los vecinos salieron a colaborar en la persecución.
Varios en la persecución
En la alocada carrera por detener a los delincuentes, se sumó Ramón Antonio Gerez (de 23 años), que presta servicio en la zona como “pitito”. Y lo hizo acompañado por su hermano en una motocicleta de baja cilindrada. Cuando estaban por alcanzarlos en el pasaje Granaderos de San Martín -a dos cuadras del lugar del asalto-, uno de los delincuentes se dio vuelta y efectuó varios disparos. Los perseguidores, al darse cuenta de lo que había ocurrido, se refugiaron para evitar ser alcanzados por las balas.
Pero al mismo tiempo se dieron cuenta de que el rondín había recibido un balazo en el pecho, mientras que su hermano había resultado ileso. Lo auxiliaron, pero al advertir que estaba grave, lo trasladaron al hospital Padilla. Pero los médicos nada pudieron hacer porque ingresó al centro asistencial sin vida.
Sólo tenía un silbato
“Lo que pasó fue realmente terrible. Estos delincuentes le arrebataron la vida a un chico que tenía toda la vida por delante. Era muy querido en el barrio”, explicó Juan Carlos García. “Evidentemente a estos porquerías no les importa absolutamente nada. Son capaces de matarte por un celular”, añadió.
Esteban Reales también se sumó a las críticas. “Este barrio es inseguro, como cualquier otro de la provincia. Estamos a merced de los motochorros que recorren las calles a toda hora del día. Me llamó la atención que estos tres anduvieran robando a pie. Pero quedó a las claras que lo mismo son muy peligrosos”, insistió. “Sí hay recorridos policiales, pero no son los suficientes porque estos atacan aquí, después se van más allá y así no los podés parar. Pareciera que se van fijando dónde pueden atacar”, destacó en una entrevista con LA GACETA.
La zona, en cuestión de minutos, se llenó de policías que preservaron el lugar. Dirigidos por el coordinador de la Fiscalía de Homicidios I, Javier González Llonch, supervisado por su titular, Ignacio López Bustos, comenzaron a trabajar en la escena del crimen. La víctima, según confirmaron fuentes policiales y judiciales, no contaba con ningún tipo de arma para protegerse. Sólo tenía un silbato colgado en su cuello.
Personal de la división Homicidios, al mando de los comisarios Juana Estequiño, Diego Bernachi y Jorge Dib, en base al testimonio de varias personas, logró identificar a los supuestos autores del hecho. Al cierre de esta edición esperaban que los autorizaran a realizar medidas de allanamientos para atrapar a los sospechosos. De acuerdo a los informes policiales, al menos uno de ellos tendría antecedentes.
Complicaciones
Gerez, según confirmaron los vecinos, era uno de los rondines que prestaban servicio para una especie de cooperativa.
“Les pagamos semanal o mensualmente para que protejan el barrio. Ellos recorren la zona y, cuando hay algo extraño, alertan. Espero que este pobre trabajador tenga algún tipo de protección para que su familia no se quede en banda”, indicó Reales.
Julio Pereyra, otro de los que contaba con el servicio de estos rondines, escuchó atentamente a su vecino. Cuando terminó de hablar, agregó: “este es un trabajo totalmente informal. No tenían autorización para trabajar y por eso no andan armados. Esperemos que no nos lleguen los problemas legales porque de alguna manera los habitantes del barrio son los que los contratan y, por ende, tenemos alguna responsabilidad”.
Reales, con cara de sorprendido, añadió: “la verdad es que nunca lo había pensado de esa manera. La verdad es que uno hace cualquier cosa para poder sentirse un poco más protegido porque el Estado nos tiene abandonados totalmente. Ahora tendremos que esperar que no suframos alguna consecuencia legal por todo lo que pasó”.