“Mi cuerpo no quiere ni pide tu opinión”, dicen los carteles en las marchas feministas sobre el acoso callejero. Es que el body shaming, la humillación corporal o violencia estética es eso, cuando comentamos abiertamente sobre el cuerpo de los demás: alto, gordo, flaco, petiso. O calvo.
Durante la entrega de los Oscar la situación llegó a niveles de violencia cuando el actor y standapero Chris Rock hizo referencia a la calvicie de la actriz Jada Pinkett, esposa de Will Smith. Inmediatamente Smith se levantó de su asiento en primera fila y le propinó una tremenda cachetada que resonó en la ciudad de Los Ángeles y en el resto del mundo.
“Creo que la situación visibilizó lo que pasa en la sociedad misma. Fue una mera representación de la vida cotidiana y nos invitó a todos a reflexionar sobre esto: la violencia física y la estética que es consecuencia del patriarcado”, apunta Julieta Fantini (foto de arriba), psicoanalista con perspectiva de género e influencer en Instagram en la cuenta @cuestionartearg.
Tras la anécdota que generó un sinfín de opiniones y comentarios, llega el análisis para comprender lo sucedido y evitar que ocurra nuevamente. Fantini, quien también es voluntaria de la ONG @anybodyargentina, reflexiona sobre la situación: “fue aberrante y puso de manifiesto a la sociedad machista en la que estamos inmersas. Chris Rock hace comentarios sobre el aspecto físico de Jada y la reacción de Will es ir a golpearlo como ‘defendiendo’ a ‘su’ mujer. Todo en términos de posesión. Es sumamente patriarcal, violento y machista”.
Y continuó: “la violencia de Chris al burlarse de Jada es lo que denominamos body shaming, humillación corporal, porque realiza un comentario sobre el cuerpo de la otra persona que puede tener graves consecuencias en su autoestima e impacta gravemente sobre su autopercepción. La violencia estética está invisibilizada, por eso es importante hacer foco en ella”.
Humor y físicos ajenos
Jada Pinkett había hecho pública su alopecia e inclusive había mostrado en redes sociales cuándo y por qué decidió raparse la cabeza mientras luchaba contra esta enfermedad autoinmune. “El comediante parece haber olvidado cómo los comentarios incisivos, las burlas y la ridiculización por el cabello han sido una de las sistemáticas formas de discriminación a la que se encuentran sometidas las mujeres afrodescendientes en una sociedad racista. Y de la cual la industria cosmética ha sabido sacar provecho durante décadas comercializando productos para alisar el cabello, extensiones y pelucas. Es una situación que el propio Cris Rock visibilizó en 2009 con el documental “Good hair” (Pelo bueno). No obstante, lo que puso de relieve esta situación es que la belleza ha sido construida y erigida como un valor social, a cuyas presiones están sometidas las mujeres con independencia de si tienen o no fama,” escribió la doctora en Ciencias Sociales Esther Pineda G. en Télam.
“La comparación entre Jada Smith con G.I. Jane porque está rapada es directamente inocente. Pero hay un contexto particular, Jada había hecho declaraciones sobre su lucha contra la alopecia, había manifestado su dolor. ¿Es posible que Chris Rock no haya sabido de este sufrimiento? ¿Lo hizo a sabiendas de esto? El límite del humor, como el límite de todo, dependerá del contexto, de saber leer a tu audiencia. Hacer humor con enfermedades no es lo mismo que hacer humor con un enfermo que está sentado en frente. Se puede hacer humor con cualquier cosa, sí, pero no cualquiera puede hacer humor con cualquier cosa. Saber leer el contexto es tener conciencia social”, opinó la humorista feminista Malena Pichot en revista Anfibia.
En la misma sintonía, el humorista Catto Emmerich respondió a una consulta de LA GACETA días atrás: “el humor también puede ser violento. Yo pensé, hasta no hace mucho, que el humor no tenía que tener límites. Que se puede hacer humor con todo. Con el tiempo me empecé a dar cuenta de que no vale todo. Que si el humor ofende, si lastima, ya no es humor. Porque el objetivo es hacer reír, no lastimar”.
Las presiones
“La violencia estética es la presión que tienen las mujeres por verse bellas, delgadas, musculosas depilarse, hacer dieta maquilladas, estar ‘presentables’, con ropa de moda, cabello de determinada manera. Pareciera que si no las cumplimos es porque quedamos fuera del ideal de belleza”, sostiene Fantini.
Pineda G. realizó una serie de estudios en su libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer” (Ed. Prometeo), en el que explica que a las mujeres se les exige esto para satisfacer a un imaginario masculino. “Si bien todas las personas pueden ser víctimas de la violencia estética, es posible considerar que el canon de belleza es sexista porque se impone y exige de forma exacerbada a las mujeres; es gerontofóbico porque en nuestras sociedades existe un profundo rechazo a la vejez y una obsesión por mantenerse joven; el canon de belleza es racista porque se ha constituido a partir de la blanquitud, siendo excluidas las mujeres afrodescendientes e indígenas por sus facciones y fenotipo; y finalmente el canon de belleza es gordofóbico porque se rechaza, excluye y discrimina sistemática y explícitamente a las corporalidades de grandes proporciones, siendo la gordura concebida como algo a temer y combatir”, define.
Argentina, concluye Fantini, es el segundo país en el que se registran en mayor medida los distintos trastornos de conducta alimentaria. El primero es Japón. “Si nos ponemos a pensar en las reuniones hablamos de dietas y ejercicios, hacemos comentarios sobre los cuerpos de otros. Ya es momento de dejar de opinar de los cuerpos ajenos”, advierte.
“Al final, un chiste es mejor cuando nos reímos todos”, comentó un usuario en redes sociales, con mucha razón.