El documental “Miserere” muestra de una manera muy inmersiva y contundente el mundo de la prostitución masculina en el barrio de Once, alrededor de Plaza Miserere en la Capital Federal. Hoteles baratos, la estación de trenes, los baños públicos y los edificios grises y decadentes, son el escenario del comercio sexual de taxi boys, que viven casi en estado de mendicidad. Algunos duermen en la calle, sobre cartones, y comen sentados en el umbral de una puerta. Sólo les importa el día a día, conseguir unos pocos pesos entregando su cuerpo. La cámara de Francisco Ríos Flores sigue de cerca la vida cotidiana de seis jóvenes y su ambiente de marginalidad, sus voces en off a modo de pensamientos. Hasta se atreve a mostrar una escena de sexo entre un taxi boy y su cliente.

Hoy a las 17, en la Sociedad Francesa (San Juan 751), el director realizará un conversatorio sobre “Trabajo sexual y cine”, junto a Bella Natasha (trabajadora sexual) y Claudinna Rukone (activista travesti). Organiza Tucumán Audiovisual. La entrada es gratis.

La película, que tuvo recorrido por festivales internacionales y despertó polémica, se proyectó el miércoles en la Sociedad Francesa con la presencia del realizador. En diálogo con LA GACETA, prefirió no opinar sobre la negativa del Ente de Cultura a exhibir el filme en sus salas (a causa de su contenido sexual explícito) y contó cómo se encontró con esta realidad tan poco conocida. Sanjuanino, radicado en Buenos Aires hace dos décadas, el cineasta vivió ocho años en Once.

EL REALIZADOR. Francisco Ríos Flores hace cine comunitario.

“Yo vivía cerca de la plaza y de la estación, pero nunca me había detenido a observar. Llevaba seis años en el barrio cuando un día me cruzo con un pibe, que me pide fuego, y me dice que estaba trabajando -recordó-. A mí eso me sorprendió, porque veía que no estaba haciendo nada, aparentemente. Entonces me di cuenta. Me comencé a interesar más por el lugar y vi que había un montón de pibes que hacían lo mismo. No se los distingue fácilmente como a las chicas trans, por ejemplo, que están vestidas de manera provocativa. Son como cualquier pibe que está tomando una cerveza en la esquina. Y a su trabajo lo hacen de día. Pero está invisibilizado y además estigmatizado, porque la Policía los considera delincuentes. Sufren la exclusión de sus casas y, en la calle, están expuestos a mucha violencia”.

Ríos Flores es egresado de la Escuela Nacional de Cine (Enerc), donde trabaja en Extensión Académica. Se dedica a generar actividades educativas a través de la línea del audiovisual comunitario.

-¿Por qué decidiste mostrar el sexo de una manera tan cruda?

- Para mí era muy importante mostrar toda la actividad de los pibes. Su jornada de trabajo. Se sabe muy poco sobre el tema. El acto sexual es importante para entender toda la dinámica del trabajo sexual y la clandestinidad, cómo es ese vínculo. La escena no solamente muestra el sexo sino qué roles ocupan, cómo se genera, cómo es el espacio... Aunque hay gente a la que le choca y no puede ni mirarla. Yo no tenía interés en que la vieran adolescentes, sino los adultos, y que se generen acciones en favor de ese sector tan invisibilizado.

- Cuando se estrenó en el Festival de Cine Latinoamericano en Toulouse, ¿cómo reaccionó el público?

- Algunas personas me decían que estaban sorprendidas de ver una Buenos Aires que no tenía nada que ver con la ciudad turística que a ellos les llegaba. Era algo que valoraban pero que también les impactaba. Y eso que Once es casi en el centro de la ciudad.

- ¿Sabes qué es de la vida actual de los protagonistas?

- Yo seguí en contacto con esos chicos y también con chicas que hacen trabajo sexual ahí en Once, y con otros que no salen en la película. Uno de los protagonistas está preso desde hace un año por un delito menor, sale de la cárcel en dos semanas y lo estoy ayudando. Había tomado de más, amenazó a un vecino, y como es un pibe pobre es fácil meterlo en cana y que quede preso un montón de tiempo. Cuando filmaba la película me di cuenta de que a mí me desbordaban algunas situaciones y no sabía cómo manejarlas. Cuando la terminé, me fui acercando a algunas organizaciones sociales que me dieron algunas herramientas para poder responder a ciertas demandas de ayuda. Tres de ellos siguen trabajando igual. Los otros tres se dedican a otra cosa.

-¿Siempre la prostitución masculina es tan marginal?

- Hay otro tipo de taxi boys que “venden” las redes sociales, donde publican fotos, pueden acceder a otro tipo de clientes y ganar más dinero. Pero los pibes de la calle cobran muy poco y no les alcanza para vivir. Es una changa más, en la calle. Por eso hay mucho vínculo con los trabajadores de la economía popular: los vendedores ambulantes, los mendigos... Es habitual que esos pibes vendan algo en la calle, y la prostitución es solamente un dinero extra.

- ¿Cómo es tu trabajo en el audiovisual comunitario?

- Ponemos el audiovisual al servicio del interés comunitario. Por ejemplo, ponemos un taller de cine en un barrio o en una comunidad indígena. En lugar de hacer una producción donde hay un director, se la hace colectiva: todos producen, todos dirigen, y el guión también es colectivo. Es tan importante el proceso de guionar una película y poder reflexionar mientras la comunidad la escribe, que a veces no importa si se la filma o no. A veces hemos hecho solamente cine debate, en una comunidad, y ya esa acción es audiovisual comunitario.