“Fue aterrador cuando empezó. Un día estaba en la ducha y de repente me vi con un puñado de pelo en las manos y pensé: ’Dios mío, ¿me estoy quedando calva?’”, contó Jada Pinkett Smith sobre los inicios de la pérdida de su cabello. Su relato es similar al de millones: estadísticas afirman que el 30% de las mujeres sufrirá algún tipo de alopecia a lo largo de su vida.

La polémica generada en los últimos días sobre lo ocurrido en la gala de los Oscar puso al descubierto la situación de miles de mujeres que, a diferencia del hombre, son juzgadas y puestas en el centro de las burlas por la falta de cabello. Pinkett Smith, de hecho, visibilizó su enfermedad en 2018, harta de recibir comentarios y burlas similares al sufrido de parte de Chris Rock y que derivó en la bofetada de Will Smith.

De qué hablamos

La alopecia es la pérdida anormal del cabello; puede afectar al cuero cabelludo o a otras zonas de la piel. Hay seis grandes tipos, pero hay algunos más comunes y esos son la alopecia androgenética (comúnmente llamada calvicie; la más frecuente), la alopecia areata (es autoinmune), y la alopecia difusa (el foliculo piloso se hace más pequeño y el cabello más fino y frágil, hasta que se cae).

Vamos a referirnos a la alopecia areata, que es la que se sufre Pinkett Smith. “Puede ser localizada, y presentarse como pequeñas placas ovaladas (de más o menos cinco centímetros) en las que no hay cabello, o puede ser generalizada y afectar a todo el cuero cabelludo -explica a LA GACETA Silvia Salazar, jefa del servicio de Dermatología del hospital Padilla-; se trata de una enfermedad autoinmune. Es como que los anticuerpos pierden la memoria, registran las células normales (en este caso las que generan el cabello) como extrañas, y las empiezan a atacar”. Esta alopecia es reversible -dice la experta-, pero no siempre es fácil repoblar el cuero cabelludo. “No todos los cuerpos responden igual a los tratamientos”, advierte.

Causa común

“La alopecia es hoy, en consultas, la primera o segunda más frecuente en mujeres. Y aún más a partir de la covid”, advierte Jorge Oscar de los Ríos, dermatólogo y especialista en medicina estética. El médico considera que es más común ver pacientes con la alopecia androgenética que con la areata. “A partir de los 40 años, las mujeres empiezan a tener cambios hormonales y cae la testosterona. Entonces, si genéticamente sus padres tienen poco pelo, es más probable que se les empiece a caer a ellas. Si se trata de la alopecia areata, la mujer se toca el pelo y pierde mucho -describe-; suele sucederles a las personas que han tenido un pico de estrés. Se caen mechones”.

Eso es lo que le pasó a Martina González. “Me estaba peinando y atrás de la cabeza sentí que me faltaba pelo. Me saqué una foto y vi un círculo chiquito y pelado”, relata. La joven -estudiante- consultó con especialista. ¿La causa? Estrés. “Yo estaba por tomar una decisión muy importante -cuenta-. Al tiempo me volvió a crecer, pero en épocas de exámenes se me volvía a caer. Pasarte la mano por el pelo y que se salgan mechones es desesperante”. Aunque ella podía ocultar los espacios vacíos con su larga cabellera, la situación le afectó bastante. “Ataca mucho la autoestima; lloré muchas veces y me daba vergüenza -asegura-; no se veía, pero sólo el hecho de saberlo hacía que me sienta mal”.

Lo importante es saber cómo llevarla. “En mi caso apareció por estrés a los 12 años; tenían que sacarme los dientes de leche y ponerme brackets y fue muy traumático -cuenta Mercedes Sánchez-; me iba a esconder al baño, lloraba, hacía que me peinen para taparlo, pero ya me acostumbré. Trato de no verle la parte negativa; simplemente lo tengo ahí. A veces se preocupan más mis amistades por taparme los huecos que yo”.

Más frecuente en los hombres

La alopecia areata afecta por igual a ambos géneros; pero es más frecuente que los hombres tengan la androgenética a partir de los 20 años (se calcula que el 60% de ellos la sufrirán a lo largo de su vida). Se produce por la DHT, que es una hormona que deriva de la testosterona y produce la caída del cabello; como los hombres poseen más de esta hormona que las mujeres, la pérdida es mayor.

Y que esté más aceptado en ellos no significa que no haya traumas, angustias y tristeza de por medio. Eso los iguala con sus pares femeninos: sea cual sea la razón -coinciden los expertos- los pacientes acuden a la consulta en búsqueda de alternativas. “Sin duda, esta caída del cabello afecta la calidad de vida. Y no sólo en las mujeres, como se cree; de hecho, en mi consultorio tengo más pacientes hombres con alopecia areata -subraya Salazar-; en las mujeres es más común la alopecia difusa: aumenta en general la cantidad de pelo que se les cae, y ellas lo encuentran en la ropa o en el piso; eso responde a muchas causas. Puede ser anemia, trastornos de la tiroides, dietas estrictas y poco equilibradas, infecciones, parto y hasta operaciones”.

Soluciones

Como ya hemos visto, dentro de la alopecia areata hay diferentes tipos. “Cuando es una localizada, muchas veces es el peluquero el que la descubre, y esa no afecta tanto a nivel emocional, porque incluso ni el paciente se daba cuenta de que la tenía. El problema (lo que trae mayores consecuencias emocionales) se genera cuando es general, como en el caso de esta actriz, y se cae gran parte del cabello”, sintetiza Salazar.

Si el paciente nota la caída del cabello, lo conveniente es acudir a la consulta médica. “Pedimos análisis completos de laboratorio para saber si la persona no tiene una enfermedad autoinmune y también pedimos examen de tiroides. Lo que hacemos es dar un tratamiento por vía oral (dos pastillas), una loción y un champú específico”, indica De los Ríos. También hay inyecciones localizadas y los aconsejados masajes. Para fortalecer aún más el cuero cabelludo -añade- se puede recurrir a un tratamiento de plasma rico en planquetas.

No todas las alopecias tienen cura: la androgenética, la areata y la difusa, por ejemplo, pueden revertirse (o frenarla mientras dure la rutina de loción y medicación en el caso de la primera) con un tratamiento adecuado. La cicatrizal, por otra parte, no: los poros se cierran para siempre.