La vía sencilla es la de siempre cuando se difunden imágenes como las del video del M-16 de Los Tarcos-Lince: pedir sanciones “de 99 años”, descalificar, estigmatizar un poco más a un deporte ya estigmatizado hace tiempo por episodios violentos. Incluso se llega a restarle relevancia “porque pasa en todo lados, pero se le presta atención porque es rugby”.
Violencia en el rugby: en el ojo del huracán pero con signos de esperanzaUna situación de juego, un exceso y luego la locura le ponen un rótulo a lo sucedido: fue grave. Un chico caído en el piso que recibió una patada criminal; jugadores que se trenzaron en una pelea. Integrantes de los cuerpos técnicos y espectadores que participan. Todo dura unos minutos, que serán eternos por la difusión de los hechos en los medios y en las redes sociales. Llegará el comunicado de Los Tarcos de repudio y de llamado a la reflexión. También el descargo del capitán de los “Rojos”, asumiendo lo sucedido y explicando que en el tercer tiempo todos los involucrados se pidieron disculpas. En historias que nunca deben suceder hay muchas aristas. Y todo se da en un contexto de violencia creciente, en el que cualquier chispa enciende llamas, sea el motivo que sea y dónde sea.
Batalla campal en un partido de rugby juvenil en TucumánPedidos: que haya medidas, sin ocultar actos ni ser “protectores” de los violentos; los clubes y la URT tienen la palabra. Que quienes asisten a los que juegan sean ejemplo y no parte del problema. Que en todos los niveles se siga educando, formando, capacitando. Y que lo que les llegue a todos sea un mensaje claro y contundente.