Hay una buena y una mala noticia. La primera, es que el cáncer de cuello uterino (CCU) puede erradicarse por completo de la lista de enfermedades que afectan a la humanidad. Sin embargo -y acá va la segunda- la decisión depende mayoritariamente de nuestro compromiso con la propia salud y el autocuidado. En una sociedad en la cual la conciencia sobre la prevención aún está en pañales, insistir en esto es lo más importante en el día en que se conmemora mundialmente su lucha.

Dudas frecuentes

Como su nombre lo indica, el cáncer de cuello uterino es un tumor originado en la zona del cuello del útero.

En el 99 % de los casos su aparición ocurre debido al virus del papiloma humano (VPH). Este se transmite a través de las relaciones sexuales y posee una altísima contagiosidad (casi todas las personas con una vida íntima activa lo contraen en algún momento de su existencia).

“En general, la infección suele ser asintomática y nuestro organismo la controla mediante su sistema inmune. No obstante, hay un porcentaje en el que esto falla y se vuelve crónica. Al hacerlo, la mucosa del cuello uterino cambia y podemos experimentar desde displasias leves (con alteraciones en las células) hasta un carcinoma in situ o finalmente, la aparición de un cáncer”, explica Juan José Zarbá, jefe del servicio de Oncología en el hospital Néstor Kirchner.

Antes de llegar a tal diagnóstico, existen varias instancias previas en las cuales enfocarnos para evitarlo. “La detección temprana resulta fundamental. El cáncer de cuello uterino lleva bastante tiempo en desarrollarse (son años y años) por lo que, quienes padezcan esta enfermedad, sólo serán las pacientes que no lograron controlar la infección viral en la juventud o adultez y dieron paso a su cronicidad”, detalla.

Pese al tratarse de un órgano accesible para la vista y el tacto de los ginecólogos, situaciones de preocupación ocurren bastante (ver destacado “Cifras”). Pero hay tres acciones que permiten evitarlo.

1- Prevención primaria

Uno de los motivos por los cuales no debería haber decesos producidos por el cáncer de cuello uterino es que existe una vacuna para el VPH.

En la Argentina, figura dentro del calendario de vacunación obligatorio desde 2011 y debe administrarse a los niños -ambos sexos son portadores- a los 11 años (también podemos colocarla a partir de los nueve años) y a las niñas entre los 11 y 16 años que no hayan estado expuestas al virus.

En total se aplican dos dosis, con una diferencia de seis meses entre ambas. Uno de los problemas es que hay muchísima gente que no finaliza el esquema de vacunación. “La primera dosis es más sencilla de colocar porque las instituciones educativas la exigen cuando los alumnos ingresan a secundaria. En cambio, la segunda aplicación depende de los padres, quienes quizás la olvidan o la dejan de lado al no poseer ese ‘complemento obligatorio’ en el ámbito escolar”, detalla el oncólogo.

Sobre tal cuestión, Zarbá afirma que debido a la pandemia los índices de vacunación (las campañas implicaban la visita a los colegios) y de participación en los programas de detección disminuyeron drásticamente, lo cual genera una preocupación especial.

Desde el Ministerio de Salud de la Nación se potenciarán los trabajos preventivos, centrados principalmente en reforzar la vacunación ya desde este año (con programas por diseñar en mesas intersectoriales, reuniones por regiones y seguimientos por jurisdicción) y en realizar un estudio multicéntrico para revaluar su impacto tras 10 años de su implementación obligatoria. Una de las posibilidades que se evalúan es la coadministración de las vacunas contra el Covid-19 y el VPH en los grupos etarios correspondientes.

2- Prevención secundaria

La eficacia de la vacuna ha quedado demostrada con diversos estudios masivos, pero su aplicación no evita por completo las posibilidades de adquirir un cáncer de cuello uterino. Por ende, el otro foco de atención son los chequeos médicos periódicos.

Para la detección efectiva del VPH hay varios métodos que se complementan entre sí. Los jóvenes empiezan a tener infecciones por el virus del papiloma humano a partir de su iniciación sexual y, para los 30 años, la mayoría debería haberlas superado.

“Al buscar a partir de dicha edad hallaremos a las personas que padecen una infección crónica. A esa población es a la cual debemos hacer un seguimiento minucioso dado que representa el subgrupo en el cual aparecerán los tumores”, indica el especialista tucumano.

En este sentido, los controles permiten delimitar el número de pacientes en observación. Para obtener un diagnóstico precoz, el primer paso lo representa el test del VPH.

“Si la muestra no da positivo, descartamos que la persona vaya a tener cáncer de cuello uterino. En caso contrario, pasaremos a una prueba de Papanicolau (PAP). De identificar en el test VPH positivo y contar con un PAP negativo, esa mujer tendría que controlarse en unos años de nuevo”, acota.

Aclaración: igualmente las mujeres menores de 30 años deben realizarse cada año un control ginecológico y papanicolau.

3- Autotomas

La lista de razones para la erradicación de esta enfermedad concluye con la facilidad de acceso a los controles gratuitos.

En Tucumán -junto a los testeos de VPH que se realizan presenciales en los CAPS u hospitales de la provincia- el sistema de salud público contempla las autotomas. Con ellas logramos librarnos de las largas colas y eterna espera para la atención médica en los nosocomios públicos.

¿Cómo funcionan? Simple. Después de solicitar la autotoma, nos entregan un frasquito alargado (parecido a un tubito de lapicera, pero más grueso). Desde casa seguimos las instrucciones adjuntas y al finalizar llevamos la muestra para que la analicen los especialistas.

A dónde recurrir

La Argentina cuenta con un Programa Nacional de Prevención de Cáncer Cervicouterino; por lo tanto, los estudios son gratuitos y pueden realizarse en cualquier CAPS y entidad que pertenezca al sistema de salud pública.

Además, en paralelo Tucumán opera con un programa provincial de las mismas características. Para acceder a los servicios, los turnos se piden al 0800-4444-999 (Salud Escucha), en el horario de 7 a 19 y de lunes a viernes.

Cifras

Acorde al Ministerio de Salud de la Nación, en nuestro país se diagnostican anualmente unos 4.500 nuevos casos de cáncer de cuello uterino y mueren alrededor de 2.000 mujeres a causa de la enfermedad. En la Argentina es el cáncer con mayor incidencia en la población femenina luego del de mamas y el colorrectal.A nivel global, los datos arrojados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que en 2020 fueron 342.000 las pacientes que fallecieron. La Asamblea de ese organismo aprobó hace dos años la estrategia global para la eliminación del cáncer cervicouterino, a la que la Argentina adhirió, que determina que para 2030 todos los países alcancen una cobertura de vacunación contra el VPH del 90%, una cobertura de detección temprana de lesiones del 70% y un acceso del 90% al tratamiento de las lesiones precancerosas y el cáncer cervicouterino, incluidos los cuidados paliativos.

Señales que no son normales

La detección precoz de cualquier enfermedad sigue siendo la principal manera de evitar cualquier clase de complicación y tener altas chances de una cura definitiva. En el caso del cáncer de cuello uterino, estar atentas a señales del cuerpo es vital para la consulta temprana al médico. Algunos de los signos de alarma que pueden aparecer son manchas de sangre o sangrado leve entre o después de la menstruación; un sangrado menstrual más prolongado y abundante que lo habitual; el sangrado después del tener relaciones sexuales, el lavado genital o el examen pélvico; una mayor secreción vaginal; dolor durante las relaciones sexuales; sangrado después de la menopausia y dolor de espalda y/o pélvico persistente y sin razón aparente, alerta el oncólogo porteño Ernesto Crescenti. “Siempre debe promoverse el uso de preservativos en las relaciones, que no solo reducen el riesgo de contraer VPH, sino también otras enfermedades”, afirma.